• 09/04/2024 00:00

En estas elecciones hay que ser metiche

El candidato que no tenga transparencia en sus aspectos personales y sociales (sus frutos) jamás resultará transparente al pueblo

Ahora, que la vida personal está tan expuesta con las redes, existen tópicos que debemos reconsiderar mucho, sobre todo cuando se trata de una persona políticamente expuesta. He escuchado a mucha gente decir, que la vida íntima de cada persona no tiene por qué afectar su desempeño laboral o social. Esto no es necesariamente cierto en todos los casos. Aunque vivamos dentro de un conglomerado “disociado” (en el que las personas no siempre ponderan lo que sienten con lo que piensan, hablan o hacen) el individuo sigue siendo uno. En efecto, a muchas personas le interesa más el lado formativo o profesional, que el humano. Sin embargo, ¿contrataría usted a un pedófilo para que cuide un jardín de infantes? ¿O a un adicto para que cuide su casa? Esto se debe, fundamentalmente, a que nos hemos acostumbrado a ver a los demás como objetos de beneficio personal, y no como individuos. Dicho en buen panameño, solo queremos que “nos produzcan” pero no nos tomamos el tiempo ni la incomodidad de conocerlos bien. Aun así, muy en el fondo, seguimos prefiriendo a las personas íntegras. Léase, que actúen en sincronía a como hablan, piensan y sienten.

La vida personal de alguien nos dice cómo trata a sus seres queridos, que, en cierta forma, es un reflejo de cómo se trata a sí mismo internamente. Luego, por extensión, cómo habría de tratarnos a nosotros. Por eso, es tan importante conocer a las personas antes de empezar a confiarles cosas. Así nos evitamos tener que recurrir consciente o inconscientemente al eterno papel de víctima repitiendo: “Yo no sabía que esta persona era así”. Claro que existe el derecho a la intimidad, sin embargo, una persona políticamente expuesta adquiere un rol público del cual no es tan fácil disociarse (aunque hay muchos que lo hacen, inclusive, disociándose hasta de sus responsabilidades por acción u omisión de funciones).

Ahora bien, pensemos un poco en la diferencia entre jefe y líder. No todo jefe es líder, ni todo líder es jefe, como podrá ver en cualquier empresa. La gente obedece al jefe por condicionamiento, entiéndase, las políticas de la empresa, salario, estructura administrativa y demás. Al líder lo sigue la gente sin condicionamiento, porque las llama, las hala. ¿Y qué hace que este tipo de persona hale a otras tantas, muchas veces aun sin quererlo? La forma como se comporta, la forma como trata a los demás, su manera de ser.

¿Entonces qué decir de un aspirante a puesto de elección? Digamos, por ejemplo, presidente, alcalde, diputado, representante. En la dinámica política, estas personas representan a muchas otras personas, corregimientos, circuitos, distritos y país. ¿Votaremos entonces por jefes o por líderes? Es algo que tendremos que pensar muy profundamente, porque nuestro país ya no está en condiciones de aguantar más esta farsa democrática. A muchos de ellos los conoceremos ahora, por sus discursos más que por sus acciones. ¿Pero cómo podríamos decir que su discurso es coherente para con lo que esa persona siente, piensa o hace?, prestándole mucha atención a la forma en que llevan (o llevaron) su vida personal. Recuerde: “Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”, Mateo 7 15.

El candidato que no tenga transparencia en sus aspectos personales y sociales (sus frutos) jamás resultará transparente al pueblo. Por eso, en estas elecciones hay que ser metiche. Luego, no tendremos cómo quejarnos de que nos dieron la espalda, se robaron el dinero o terminaron beneficiando a su círculo cero, donantes, familiares, amigos y adláteres.

El autor es ingeniero en sistemas
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