El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
Ayer comenzaron los carnavales en nuestro terruño. Es la fiesta más anhelada de los panameños, y como se está haciendo una mala costumbre -por los desaciertos de nuestros gobernantes de turno-, nos toca celebrar en medio de un complejo y desesperante contexto político, caracterizado este año por el interminable debate por el rescate del fondo de pensiones de la CSS, hasta la defensa de nuestra soberanía y neutralidad frente a las amenazas del coloso del norte, pasando por la acalorada polémica sobre abrir -en óptimas condiciones de salud pública y ambiental, legales y económicas- la mina de cobre. A lo cual hay que agregarle obligadamente la recuperación plena de la economía, la creación de empleos dignos y bien remunerados, el control (ojalá erradicación) de la delincuencia, la garantía de seguridad ciudadana y la transformación y fortalecimiento de la educación para el desarrollo sostenible, etc.
En ese sentido, la mayoría de los panameños, vamos a “coger un break” y nos vamos a relajar aferrándonos al festejo, para postergar -aunque sea por una semanita- la lucha por resolver de la mejor manera la problemática arriba señalada.
En este contexto -sin olvidarnos de los males políticos, éticos y morales que nos agobian, porque no podemos olvidarlos, solo dejarlos en una breve pausa-, el propósito de esta glosa es reiterar -como lo hago todos los años- la necesidad de cuidar nuestras vidas en las carreteras y jolgorios. Y, en estas fiestas, hacer un esfuerzo por divertirnos sanamente, superando el desenfreno “carnestoléndico” que nos caracteriza, nos pone en peligro y puede llenar de luto a las familias y a esta sociedad que nos necesita vivos y productivos.
Y no crean que estoy exagerando, pues de acuerdo con el INEC, cada año pierden la vida cerca de 400 personas en accidentes de tránsito, siendo principalmente (83 %) hombres en edad plenamente productiva. La mayoría de estos accidentes y muertes fueron durante los fines de semana y días feriados. Siguen siendo las principales causas de estos fallecimientos: el exceso de velocidad, manejar bajo los efectos del alcohol, las distracciones, como chatear frente al volante, la impericia y el incumplimiento de los reglamentos de tránsito, como el no usar el cinturón de seguridad o, en el caso de los motociclistas, no usar casco.
Adicionalmente -como he señalado antes en esta bitácora-, los excesos en el consumo de alcohol también provocan casos de violencia, como homicidios, suicidios, agresión sexual y violencia doméstica con nuestras parejas. Todo lo cual afecta negativamente a nuestras familias y nuestro país.
Y, como si fuera poco, el consumo excesivo y reiterado de alcohol también provoca enfermedades crónicas y otros serios problemas como hipertensión arterial, enfermedad cardíaca, accidentes cerebrovasculares, enfermedad del hígado y problemas digestivos; cáncer de mama, boca, garganta, esófago, hígado y colon; problemas de salud mental, como depresión y ansiedad. De hecho, estas enfermedades causan cada año más de 14.000 defunciones en nuestro territorio. Y no digo que por pegarse una juma en estos carnavales, ya la persona es alcohólica crónica. No, pero ciertamente se puede hacer una muy mala costumbre, pues el alcohol es adictivo, y los carnavales, junto con muchas otras fiestas, se repiten cada año.
En este contexto, sin querer pasarme de serio y santurrón, pues como todo panameño he disfrutado plenamente de estas fiestas, es obligatorio que reflexionemos por la necesidad de revertir esta tendencia de sufrimiento y deterioro social causada por los accidentes de tránsito.
Para comenzar, recuperemos los valores cívicos y morales, necesarios para superar la anarquía al volante que prevalece en nuestras calles. Erradiquemos esa ley del más fuerte, donde impera la desconsideración, la irresponsabilidad y el juegavivo impune que caracteriza a muchas personas en su quehacer cotidiano y cuando están al frente del volante. Tomemos conciencia de los factores de riesgo, cumplamos con las leyes y normativas de tránsito, y seamos responsables, cuidándonos y protegiendo la vida de los demás conductores y peatones.
Por su parte, el Gobierno debe honrar su compromiso, desarrollar una política real de prevención vial, comenzando con el mejoramiento de la infraestructura de las vías de tránsito y fortalecer la aplicación efectiva de las intervenciones conocidas para garantizar la seguridad vial en todo el territorio, y en todo momento, no solo en los carnavales.
Una buena noticia es que este año la Policía Nacional y la Fundación Saber Beber se han unido en la campaña “Dale Suave”. Esta iniciativa tiene como objetivo principal educar a la población sobre la importancia de la seguridad vial durante esta época tan festiva y concurrida.
Y eso es todo, ciudadanos. Disfrutemos contentos de estos carnavales, bailemos mucho, comamos y bebamos con moderación, y tomemos conciencia de los factores de riesgo que influyen en la posibilidad de sufrir un accidente, de vernos envueltos en un episodio de violencia, o de adquirir una enfermedad de transmisión sexual, por mantener una conducta temeraria y no protegernos. Y, cuando enterremos la sardina, regresemos al trabajo con el mismo entusiasmo, comprometidos con el bienestar y desarrollo nacional. Recordemos que Panamá nos necesita a todos.