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- 17/10/2019 00:00
'Ele' Moreno, cobarde y traidor
El levantamiento nacional del pueblo ecuatoriano, que se coronó exitosamente, gracias a la insurrección indígena, fue traicionado por Ele Moreno (para no llamarlo Lenín ni seguir blasfemando a Ulianov, según consejo del Dr. Juan Carlos Mas).
Después de “negociar” con la dirigencia de la Conaie y aceptar derogar el Decreto 883 que suspende el subsidio a los combustibles —motivo inmediato del movimiento— emprendió esa misma noche una campaña de represión a los seguidores y exfuncionarios de la Revolución Ciudadana del expresidente Rafael Correa y también a los propios dirigentes indígenas. Algunos de sus negociadores cayeron arrestados en el mismo sitio de la negociación, ante el estupor de la Conferencia Episcopal y los mediadores de la ONU.
Desde el inicio de las mal llamadas “negociaciones”, estaba claro que la dirigencia pecaba de ingenua al creer a pie juntillas que Ele Moreno era sincero y transparente cuando, casi que llorando, se deshacía en elogios al “pueblo que tanto amaba y para el cual solo quería la paz”. Eso sí, en un parpadeo de fugaz sinceridad, dejó entrever que a ese pueblo que tanto amaba no pertenecían los seguidores de Correa.
Los indígenas, que protagonizaron un levantamiento no visto en décadas en Latinoamérica que hizo huir, pero no renunciar al presidente, se conformaron con la palabra de un traidor sociópata en serie y, creyendo que la paz era un hecho automático, no pidieron que se liberasen inmediatamente los presos; se atendiesen a los miles de heridos y familiares de los muertos; se investigara los desaparecidos, como tampoco que se levantase el Estado de excepción ni que cesara toda represión, como preámbulo a la negociación.
Tampoco exigieron que se rechazaran las recetas del FMI que agravan la situación social del pueblo y enriquecen a los más ricos y a las empresas extranjeras, recetas mucho más perjudiciales que la suspensión de los subsidios al combustible y el contrabando de gasolina.
Era evidente que el objetivo del paquetazo del FMI era reducir los impuestos a los que más ganan y aumentárselos a los más pobres. Así, se dejaron intactas las recetas para disminuir los salarios y vacaciones y la pérdida de empleos, salud y educación, entre otros.
Mientras nadie sabía cómo se reemplazará el Decreto 883 por otro ni qué contendrá el nuevo; sin esperar a que amaneciera, allanaron a múltiples residencias de exfuncionarios correístas, en base a listas preparadas de antemano por la Inteligencia y el Ministerio de la Defensa, para acusarlos falsamente de un conjunto de delitos, para lo cual obviamente plantaron las evidencias, las huellas del delito, y niegan toda posibilidad de defensa a los perseguidos.
En efecto, Ele Moreno se ha embarcado en una cacería de brujas como nunca antes se ha experimentado en Ecuador y que seguramente cuenta con el aval de Washington, que intentará descabezar la rebelión que pudiera dar gaznatadas a la Doctrina de Seguridad de Washington y su agresión a nuestros pueblos.
Los indígenas dieron por cerrado el caso, sin que Ele Moreno se comprometiese a cobrar los 5000 millones que los más ricos le deben al fisco y que hubiesen hecho totalmente innecesario el aumento de la deuda y la suspensión del subsidio a los combustibles que provocó la insurrección en primer lugar.
Ahora, ya desmovilizados y felices, porque pensaban haber triunfado, los indígenas, agotados, estropeados, con hambre, luego de dos semanas de combate, se la verán en dificultades para reaccionar. Muchos lo harán, pero también muchos correístas más correrán para salvar sus vidas.
Antes de levantarse de la mesa, la Conaie debió pedir elecciones anticipadas, autonomía comarcal, garantías contra la persecución. En vez, quienes debieron alzarse con una victoria que se ganaron palmo a palmo; quienes confundieron a policías y militares; quienes gritaron como nunca “el pueblo unido jamás será vencido”, ahora se ven obligados a refugiarse en los montes, embajadas e iglesias de Ecuador y a replantearse la lucha en más difíciles condiciones.
Ele Moreno, con un Gobierno seriamente debilitado por la jornada, será presa fácil, un manso cordero ante los sectores dominantes nacionales y extranjeros y deberá escoger pronto entre ser dictador sanguinario, huir como una rata o suicidarse. Pero Ele Moreno, cobarde y traidor, no tiene agallas, valor ni dignidad para lo último.
Que le pregunten a Julián Assange, ¡vendido por Ele Moreno a Washington por un plato de lentejas, enfermo y torturado en cárceles británicas!