• 20/11/2024 12:29

El semejante americano (I parte)

En el 2020, justo después de su terrible desempeño durante la pandemia, despreciándola entre otras calamidades, Trump perdió por un pequeño margen. El final de una guerra y el comienzo de dos, dos atentados, una crisis de inmigrantes y una confusión democrática (proponiendo al principio al anciano de la tribu), fueron suficientes para diseminar esta amnesia colectiva y permitir su grandiosa reelección. Los comicios americanos, como reflejo de la mentalidad americana, intrigan: ¿cómo el país se divide políticamente justo en la mitad?, ¿cómo es que entre los más de miles de políticos a nivel nacional, fueron estos dos sus “mejores” opciones?, y ¿cómo tantos americanos se identifican con esta figura tan caricaturesca?

No creo que sea una ecuación calculada la simétrica división política americana. Una explicación es el azar, como tirar un dado, con la única diferencia de cómo el número afecta al que lo observa: unos votan por el 1 porque los hace sentir superiores, mientras que otros por el 6 porque es un número más alto. La mayor posibilidad es que esta división sea el resultado de una diferencia entre los niveles de vida, educación y residencia, de sus ciudadanos.

Aunque todos conocen las grandes metrópolis económicas y liberales de Nueva York y Los Ángeles, el americano promedio no vive en ellas. En el año 1900, el 60% de los americanos eran rurales, incluyendo a un tercio de inmigrantes. Hoy, solo el 20% de su población vive en áreas rurales, distribuidas en el 97% territorial. Es decir, su mayoría no proviene de “Times Square”, sino del “Town Square”: una cuadrícula de calles con edificios de hasta dos pisos, una iglesia y municipio alrededor de la plaza central al estilo de las películas “Back to the Future”. Sin importar que hayan pasado tres o cuatro generaciones, es posible que estas familias que viven hoy en los gigantescos suburbios de estas metrópolis, siguen siendo conservadoras y se aproximen al 50% de la población que vota hoy por los republicanos.

Esta suposición es consistente con el mapa de votación presidencial: las urbes votan más por los demócratas, mientras el “interior” rural del país por los republicanos. El estado de Pensilvania, en la liberal costa este, votó mayormente republicano con sus lejanas entre sí metrópolis de Pittsburgh y Filadelfia, inclinándose por los demócratas. Esta tendencia no es única en este estado, repitiéndose en muchos más.

Si las metrópolis son liberales, ¿por qué los democráticos no arrasan con el 80% de los votos? Porque es fácil mudarse del campo a la ciudad, pero difícil liberar nuestra mente. Este “original” americano rural es conservador, patriótico y creyente, como aparece en los billetes del dólar con el lema “en dios confiamos” sobre dibujos de edificios del estado. Otra razón es que recientemente la reputación de los demócratas se ha vuelto más presuntuosa, como si representaran más a la elite americana, mientras que los republicanos, los cuales también incluyen una poderosa elite, han conseguido mercadearse como el partido popular.

Así es posible que Bob, después de haberse graduado de la universidad para trabajar en 1920 en Wall Street, siga con la misma mentalidad conservadora de John, su vecino de la infancia, quien todavía cría vacas en Iowa. Es más, los hijos y nietos de Bob, quienes crecieron en la ciudad, despliegan títulos universitarios y altos puestos ejecutivos, mantienen esa tradición, igual como las religiosas. De ser así, aunque la mayoría de los americanos vivan en las ciudades y sus suburbios, ellos mantienen esa misma mentalidad conservadora reflejada hoy en la casi simétrica división entre ambos partidos.

¿Por qué los rurales son conservadores? No solo en los Estados Unidos, existe una correlación entre el nivel de educación y el paradigma liberal: más educación, más liberalismo. Los rurales serán menos educados, pero seguro no son más estúpidos. Las personas educadas generalmente ganan un salario más alto que les permite vivir en la comodidad de las grandes ciudades, con un estilo de vida más abundante y que menos encaja con una limitada mentalidad conservadora. Pero más que lo material, opino que la educación abre también unas puertas mentales que han sido cerradas por miles de años por la religión y el tribalismo, típicas de la vida rural. Esta apertura explica que un estilo de vida pluralista ofrece más que un solo dios, líder o país. Y así como en la física a toda acción existe una reacción opuesta, muchos de estos ciudadanos rurales reaccionan a este hedonismo con un paradigma aún más conservador, a pesar de que ellos también disfruten de la liberación tecnológica y del conocimiento. Jim, el típico americano, puede conocer a los dinosaurios, las leyes de física y la economía, y al mismo tiempo creer que el mundo fue creado en seis días y todo lo que pasa es la voluntad de dios, incluyendo cualquiera guerra, fluctuación en la bolsa de valores o elección presidencial. Para ellos no hay contradicción. En la segunda parte trataremos de responder: ¿quién es Jim?, y ¿por qué Trump ganó?

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