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- 13/04/2025 00:00
El PRD frente a la crisis: entre la responsabilidad y la renovación
Panamá enfrenta una crisis política profunda que no puede ser ignorada ni minimizada. La desconfianza ciudadana hacia los partidos, el descrédito de las instituciones y el malestar social creciente son señales claras de un sistema que ha perdido el rumbo. En este contexto, el Partido Revolucionario Democrático (PRD) tiene una responsabilidad histórica que no puede evadir: reconocer su papel en el deterioro político y emprender una transformación seria y profunda.
Las protestas de 2022 y 2023, por el alto costo de la vida y la minería, se constituyeron en la tercera crisis política de los últimos 55 años en el país y reflejaron el hartazgo de un pueblo que siente que las decisiones políticas se toman sin transparencia, y el agotamiento de un modelo económico traído por una invasión y la ausencia de una conducta política de los gobernantes carente de toda ética y probidad. El PRD, como fuerza de gobierno en ese momento, fue duramente cuestionado, por lo que la lección obtenida en esa coyuntura demostró que no es suficiente con defender la legalidad de las decisiones: también es necesario entender y asumir las implicaciones políticas y sociales de haber gobernado de espaldas al pueblo.
El PRD nació como un instrumento popular, con una clara vocación social y nacionalista. Fue el partido que llevó adelante la visión de Omar Torrijos y construyó un proyecto de país basado en la soberanía, la equidad y la justicia. Sin embargo, en los últimos años, se ha alejado de esa raíz. La desconexión con sus bases, el uso del clientelismo como estrategia política y la ausencia de autocrítica han debilitado su legitimidad.
Frente a esta crisis, la única salida es la renovación. No se trata de un cambio cosmético, (quítate tú para ponerme yo) y de rostros nuevos con prácticas viejas. Se necesita una transformación estructural, que parta de una autocrítica honesta, que depure liderazgos cuestionados y que abra espacio a nuevas generaciones con compromiso, transparencia y sensibilidad social.
El PRD debe volver a las comunidades, escuchar al pueblo, construir propuestas desde abajo. La política no puede seguir siendo una transacción de intereses. Debe volver a ser un instrumento para cambiar vidas, para dignificar al ciudadano común.
Además, el partido tiene la oportunidad —y el deber— de liderar una agenda de reformas institucionales. Panamá necesita un sistema político más transparente, una justicia verdaderamente independiente y mecanismos efectivos de control y rendición de cuentas. Si el PRD quiere reivindicar su papel histórico, debe estar en la primera línea de esa transformación.
Estamos en una encrucijada. El PRD puede resistirse al cambio y seguir perdiendo legitimidad, o puede asumir el desafío y convertirse nuevamente en una fuerza política al servicio del país. La crisis no es solo un problema; también es una oportunidad. Y quienes realmente creen en el proyecto torrijista saben que no hay tiempo que perder.
El partido lo han metido en un grave problema, o se transforma o se hunde en la irrelevancia. Lo que está en juego no es solo su futuro como organización política, sino su legado histórico y su compromiso con el país. Panamá exige cambios reales. El PRD puede y debe ser parte de esa transformación, pero para lograrlo tiene que mirar hacia adentro, recuperar su identidad y actuar con honestidad y coraje.