• 31/10/2024 00:00

El culebrón presupuestario

A estas alturas y después de visto lo visto, juzgar las bondades ‘del proceso presupuestario’, es mejor dejarlo en suspenso, ya que, si algo ha quedado en claro, es que son los diputados, o más claramente un grupo concertado con intereses específicos, los que ‘tienen la sartén por el mango’...

En la víspera de su presentación, en la columna que titulé “¿Se repetirá el sainete presupuestario?”, recordaba que así bauticé en escritos anteriores el deprimente espectáculo de “las vistas presupuestarias”, que se repetía todos los años en la Comisión de Presupuesto de la Asamblea. Allí concurrían ministros y directores de entidades autónomas, en muchos casos a pedir, y en otros hasta a implorar que se les “ajustaran” las partidas que el Ministerio de Economía y Finanzas les había asignado en el proyecto del Presupuesto, alegando que sus aspiraciones se las habían recortado injustamente.

En primer lugar, era absolutamente absurdo que los mismos ministros que habían votado el proyecto en el Gabinete, fueran a la Comisión de Presupuesto a desdecirse y a argumentar en contra de lo que expresamente habían aprobado. En segundo lugar, si como ordena el artículo 269 de la Constitución, para la preparación del proyecto del Presupuesto el Órgano Ejecutivo había celebrado “las vistas presupuestarias” en las que debió haber participado la Comisión de Presupuesto, que estas las repitieran era igualmente absurdo.

Pero, aunque fuera absurdo, todos los años se repetía ese sainete, en el que cada ajuste que aprobaban los diputados tenía un costo en prebendas y favores que estos “le exprimían” a los quejosos.

Con la entrada de la nueva administración, como es reciente se recordará claramente, con considerable fanfarria hubo anuncios, tanto de la Presidencia como del MEF, de que se restablecería la seriedad y responsabilidad en el manejo de las finanzas públicas, primero, con drásticos ajustes al Presupuesto de 2024, calificado de inflado y contrario a la realidad de los magros ingresos fiscales y, segundo, proponiendo un proyecto para el 2025, que marcaría un hito en el “manejo responsable y realista de las finanzas públicas.”

Lo que ha seguido, que no es precisamente lo que se anunció con bombos y platillos, puede resumirse así: 1) el ministro Chapman presentó, y después, ante las primeras protestas de los diputados que, según ha trascendido, estuvieron relacionadas con las partidas para la Asamblea, “pidió permiso”, que “le fue concedido”, para retirar y volver a presentar el proyecto del Presupuesto 2) presentado por segunda vez el proyecto, cientos de alcaldes y representantes de corregimiento, tumultuariamente concurrieron a la Comisión de Presupuesto y emplazaron al gobierno para que les asignaran mayores partidas 3) a estos se les sumaron otras exigencias de los diputados de mayores partidas para educación, para aumentos salariales aprobados por leyes vigentes y la restitución de las partidas para subsidiar el consumo de gas y los intereses preferenciales.

Y, por segunda vez, el ministro del MEF retiró el proyecto y todas esas exigencias, según dijo, se atendieron en la “tercera versión” del proyecto del Presupuesto que, con una diferencia de unos cuantos balboas, será igual al original del 2024, sin ajustar. Las fuentes de los recursos para cubrir los incrementos, según expresó el señor Chapman en conferencia de prensa, “son varias. Entre ellas, una estimación al alza del crecimiento económico del país”; “una disminución importante de los gastos financieros” y “fortalecer la recaudación de ingresos, es decir, la recaudación de impuestos”. Y para mayor abundamiento agregó: “Teníamos un plan y ahora lo vamos a acelerar, incluyendo tecnología, más auditores, inspectores, y seguro que vamos a contar con el apoyo de los ciudadanos para exigir su factura fiscal. Cada vez que le preguntan si usted quiere la factura fiscal, le están ofendiendo”.

A estas alturas y después de visto lo visto, juzgar las bondades “del proceso presupuestario”, es mejor dejarlo en suspenso, ya que si algo ha quedado en claro es que son los diputados, o más claramente, un grupo concertado, con intereses específicos, los que “tienen la sartén por el mango” y los que deciden cuándo, cómo y qué finalmente se aprueba. Y, además, como también ha quedado aún más claro, las explicaciones y aclaraciones del titular del MEF ni explican ni aclaran nada, especialmente cuando les suma las todavía más confusas afirmaciones de que del proyecto aprobado por el Consejo de Gabinete, misteriosamente, desaparecieron las partidas para mantener los subsidios al gas licuado y a los interese preferenciales, lo que hace imperativo preguntarse si su titular realmente jefatura y controla su ministerio.

El Ministerio de Economía y Finanzas, aunque ese sea su nombre oficial, su función y responsabilidad es preparar y proponer el Presupuesto General del Estado y, durante su ejecución, de ser necesario, recomendar los ajustes en los gastos cuando los ingresos sean menores que los estimados. En eso debe concentrarse su titular y demostrar que puede hacerlo bien y explicarlo mejor.

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