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Panamá ha sabido aprovechar las oportunidades que le ha brindado el proceso de globalización. Un buen ejemplo es la creación de zonas económicas especiales, que fortalecen la competitividad en sectores estratégicos a cambio de ofrecer incentivos fiscales, infraestructura y capacitación al recurso humano local.
Por esta razón, desde hace más de 20 años se han establecido políticas públicas para crear las condiciones necesarias para que el sector privado, en conjunto con la academia y el gobierno, generen ingresos o chenchén —como decimos en Panamá—. Estas políticas facilitan la planificación y permiten impulsar la economía de manera ordenada, ya que el chenchén no nace sino que se hace en la medida en que dicha planificación puede ser ejecutada.
Esta planificación debe basarse en investigación para entender cómo los productos nacionales pueden agregar valor. Un ejemplo es el café de variedad Geisha, en el cual Panamá ha competido exitosamente a través de calidad y exclusividad, en lugar de competir con productos masivos en los que carece de fuerza competitiva.
Aunque estas zonas económicas especiales suelen percibirse como áreas privilegiadas, en realidad traen grandes beneficios cuando logran cohesionar empresas nacionales e internacionales e instituciones relacionadas con un sector, trabajando de manera colaborativa. Esto permite aprovechar las sinergias y lograr un impacto significativo en términos de economía de escala y competitividad.
En Panamá tenemos un caso de éxito con Panamá Pacífico, una zona ubicada en una antigua base militar a las afueras de la Ciudad de Panamá, creada a principios del siglo XXI. Ha logrado atraer a más de 300 empresas multinacionales y locales del sector logístico y tecnológico, generando aproximadamente 10.000 empleos directos e indirectos. En términos de inversión extranjera, ha atraído aproximadamente mil millones de dólares gracias a esta política pública, y también contribuye al posicionamiento de Panamá como hub logístico facilitador del comercio mundial. Otros clústeres destacados en Panamá incluyen la Zona Libre de Colón, que en su momento fue pilar del comercio regional, y la Ciudad del Saber, que funciona como un centro de innovación enfocado en educación, información y tecnología.
Recientemente, leí sobre la ley que enmarca el Área Económica Especial Agroalimentaria de Aguadulce (AEEA), y me dio la impresión de que podría convertirse en una especie de Panamá Pacífico orientada hacia el agro, ubicada en el centro del país. Su objetivo es desarrollar el sector industrial en Panamá, facilitando la producción, transformación y comercialización agroindustrial. La AEEA abarca aproximadamente 1.700 hectáreas y contará con una terminal portuaria multipropósito. Al igual que Panamá Pacífico, busca promover el desarrollo económico y social de la región, ofreciendo un portafolio integral de servicios para el sector agroalimentario, con la diferencia de que la AEEA se orienta a la agroindustria, mientras que Panamá Pacífico se enfoca en el sector logístico.
La política pública establecida en esta ley atrae inversionistas gracias a un conjunto de incentivos fiscales, aduanales y migratorios. Estos incluyen exenciones fiscales para importaciones y exportaciones, simplificación de trámites y reducción de impuestos. Más allá de estos incentivos, que están orientados a la generación de riqueza y empleo, es importante destacar que este tipo de políticas integran el conocimiento y la innovación en los procesos productivos. La AEEA contempla implementar investigación y desarrollo en el sector agro, fomentando la colaboración de la “triple hélice”: los sectores académico, gubernamental y empresarial, lo cual garantiza un aumento en la competitividad y posiciona a Panamá como un actor eficiente en la economía del conocimiento y los mercados globales.
Panamá ha demostrado éxito en proyectos como Panamá Pacífico, la Ciudad del Saber y, en su momento, la Zona Libre de Colón. Con la AEEA, el país tiene una nueva oportunidad para ejecutar políticas de apoyo gubernamental que redunden en beneficio para la población, desarrollando un rol de Estado facilitador que es esencial para atraer inversión extranjera y crear un entorno competitivo. Además, se generan oportunidades para la transferencia de conocimiento al capital humano local, lo cual garantiza un desarrollo sostenible a largo plazo.
En conclusión, las zonas económicas especiales en Panamá muestran que el éxito se construye con visión, investigación y colaboración entre el sector privado, el gobierno y la academia. Este enfoque impulsa el desarrollo de forma sostenible, generando ingresos y oportunidades para todos. Como bien dijo Henry Ford: “No encuentres la falta, encuentra el remedio; cualquiera puede quejarse”. En lugar de esperar que el gobierno provea el chenchén, la clave está en ayudar a crear las condiciones que generen valor y recursos, para hacer del país un referente en competitividad y crecimiento. El chenchén no nace, se hace.
* El autor es psicólogo, docente y consultor