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- 28/02/2023 00:00
¿Hacia dónde va la educación panameña?
Los países más prósperos son los que invierten más y mejor en la educación. Se reconoce que la sociedad panameña posee un sistema educativo, en general, estancado, con altos niveles de reprobación, sobre edad, abandono y desnutrición. La barrera principal es la falta de calidad en los aprendizajes. La pandemia que padeció este país, igual que las otras naciones del mundo, durante más de dos años, debilitó aún más el endeble proceso educativo, que ya mostraba antes del contagio una situación deficitaria en el aprendizaje de los estudiantes, en las pruebas internacionales y nacionales que se les aplicaba. En general, como país, siempre se obtenían resultados por debajo del promedio de los logros obtenidos por los países de la región.
Si bien, durante la pandemia, se pusieron en manos del estudiantado recursos tecnológicos, como la plataforma Ester, herramientas digitales, laptops, lo mismo que programas radiales y de televisión, y guías de autoaprendizaje, los efectos en los aprendizajes fueron devastadores, particularmente en los sectores más aislados y pobres del país. El confinamiento, la falta de internet en la mayor parte de las escuelas, las carencias de dispositivos móviles de calidad, la inasistencia de los docentes y el terror que generó el virus en la población, produjeron un retroceso en los aprendizajes que será difícil recuperar en el corto plazo.
La prosperidad de los países depende en gran parte de la buena educación que poseen, que hace posible la formación de buenos ciudadanos, la creación de empleos decentes y bien remunerados, alcanzar los niveles deseables de sostenibilidad ambiental y cerrar las brechas económicas entre los diferentes grupos humanos.
Los resultados en la pérdida de los aprendizajes, por efectos de la pandemia, están pendientes todavía de conocerse con exactitud. Sin embargo, se daba por descontado que un alumno al terminar el tercer o cuarto grado de la primaria estaba en capacidad de leer y comprender lo leído, escribir y realizar operaciones aritméticas básicas. Estas habilidades en los aprendizajes en estos grados son casi nulas en estos momentos, al menos en la niñez y adolescencia más carenciada del país.
La educación es una experiencia de enorme potencialidad que sirve a todo lo largo de la vida de las personas, pues contribuye al desarrollo de las habilidades cognitivas, socioafectivas y psicomotoras de la niñez, la adolescencia y de la juventud.
La primera infancia es determinante en el desarrollo integral del ser humano. Este período tan sensitivo se extiende desde el nacimiento de la persona hasta los cinco primeros años de edad. Esta etapa es decisiva en el crecimiento del cerebro, el órgano más importante del cuerpo humano. Por su plasticidad se moldea y se remodela, con base en las experiencias y los estímulos que recibe del mundo exterior. Cuanto mejor estimulado está el cerebro, más duraderas son las conductas y valores que puede alcanzar en la vida adulta la persona.
Las investigaciones recientes revelan la existencia de neurotrasmisores, sustancia que baña las células cerebrales y contribuye para que las señales se trasmitan entre ellas o se inhiban. Los neurotrasmisores facilitan modificar el humor, los movimientos, sensibilizar el estado de alerta y potenciar la capacidad de aprendizaje. Cuanto más conozcamos cómo funciona el cerebro, más éxito se obtendrá en el aprendizaje de los alumnos. La neurociencia es una disciplina importante en el conocimiento de la función cerebral y su impacto en los aprendizajes. De sus hallazgos se logra conocer cómo aprende el cerebro humano, y la importancia de su entorno en ese aprendizaje. También ha demostrado que el clima social influye en la enseñanza y en los aprendizajes de la niñez; sugiere que el ejercicio físico mejora el estado de ánimo, contribuye al aumento de la masa cerebral y fortalece el proceso cognitivo.
Este estudio muestra, además, que las emociones influyen en la memoria, el recuerdo y los aprendizajes; revela cómo el cerebro aprende el lenguaje hablado. La neuroplasticidad actúa excepcionalmente rápido durante los primeros meses de la persona, de este modo las experiencias que tiene la niñez en esta edad son determinantes en cómo se aprende en esos momentos y después. Ello significa que una primera infancia con variados estímulos, como la nutrición, el afecto y el cuidado, así como otras experiencias positivas, favorece los aprendizajes en la Enseñanza Primaria y más allá.
Considerando que la población total de 0-4 años de edad en el país se calculaba en 369 747 personas en 2020, significa que el sistema educativo atiende apenas el 27.2 % de la población en este rango de edad.
Se estima que alrededor de menos de un 3 % de la niñez entre el nacimiento y los tres años, recibe algún tipo de educación. La situación es más crítica en algunas áreas como las rurales, comarcales y urbano marginales, donde los hogares y la familia son pobres multidimensionalmente y poco interés se presta a la educación de sus hijos en esas edades. (Unicef, 2018).
De igual relevancia son los docentes que atienden este segmento educativo. Lo deseable es que sean personas comprometidas con la educación, que hayan estudiado en una universidad y conozcan en profundidad las diversas etapas del desarrollo de la niñez, para ofrecerle los espacios de juegos y aprendizaje activo requerido de conformidad con sus necesidades y potencialidades. En la Universidad Especializada de las Américas (Udelas) existe la carrera de Licenciatura en Estimulación Temprana y Orientación Familiar, que forma cada año alrededor de 50 profesionales en esta disciplina en la sede central en Albrook y en las cinco extensiones universitarias en diferentes regiones del país. Muchas de estas graduadas poseen las competencias del saber, saber hacer y del ser, y esperan una oportunidad para servir a la sociedad en una profesión que es considerada de las más importantes del mundo. Si impulsamos la primera infancia, ganaremos el futuro para nuestra niñez.