• 11/04/2015 02:00

Una cumbre para la paz, equidad, desarrollo e inclusión

Panamá, ese pequeño país elegido por el Libertador Bolívar como puente del universo, halla su importancia en la VII Cumbre de las Américas

Por primera vez, en el año 1826, justamente en los períodos posindependencia, Panamá fue sede de la primera convocatoria al concierto de naciones americanas, en esa ocasión histórica dirigida por el libertador venezolano Simón Bolívar; el Congreso de Panamá, también conocido como Congreso Anfictiónico, hace 189 años abordó el tema de la unificación y confederación de las naciones americanas para el logro de una integración continental frente al persistente expansionismo Europeo.

Dejado de ser un peligro para las naciones americanas la expansión de Europa, Panamá vuelve a ser sede de la conjunción de las naciones americanas, solo que en esta ocasión para abordar temas que competen de manera exclusiva a su crecimiento y desarrollo SOSTENIBLE.

Muy distinto a las realidades que provocaron la necesidad de convocar el Congreso Anfictiónico, hoy las naciones del continente americano, sin exclusión de ninguno y en la madurez que imponen los inicios del siglo XXI, responden al llamado de la VII Cumbre de las Américas con la nota que la hace diferente a las demás: ‘la inclusión y participación de todo el componente humano que conforma cada nación’. Paralelo a ello, el debate de ideas previo entre ese componente humano cuyo norte principal quedó marcado en el deseo de concretar mejor calidad de vida para el pueblo en su conjunto, pasando desde luego por el fortalecimiento de las institucionalidades académicas, culturas, de respeto a la autodeterminación de la tolerancia y de la democracia, esta última como el derecho que tienen los pueblos a elegir y construir su propio destino.

La VII Cumbre de las Américas, a pesar de los escepticismo, producto de algunas conductas de orden ideológicos y que son normales en el proceso de maduración, necesariamente aproxima a las naciones a un entendimiento unánime, no importa q ue tan poderosas o pobres sean estas, cuando se puede coincidir en que la falta de equidad y el logro de un desarrollo económico con inclusión de todos los grupos humanos representa la Paz, tan necesaria en el logro de la prosperidad que en el marco de una adecuada y cada vez mayor distribución de sus beneficios nos fortalece como región ante el resto del mundo.

Qué más le pudiera interesar al pueblo, que ver que sus dirigentes están entregados a la permanente búsqueda de fórmulas y métodos encaminados a atacar los males sociales que como región nos aqueja; qué mayor satisfacción pudiesen alcanzar nuestros pueblos el saber que sus dirigentes están más interesados en el establecimiento de una economía más apegada al desarrollo humano que en la intervención política, la Guerra o la conspiración entre hermanos.

Panamá, ese pequeño país elegido por el Libertador Bolívar como puente del universo, halla su importancia en la VII Cumbre de las Américas, en el fortalecimiento de su incipiente democracia, en la profundización e institucionalidad de su modelo de políticas públicas encaminadas hacia la gente, al mejoramiento y engrandecimiento de su calidad de vida, ciertamente a través de un Gobierno legitimado por el apoyo de su pueblo al amparo de la letra y del espíritu de lo que mandata su Constitución.

El tema de la equidad y de la prosperidad con inclusión no es algo que se acaba con cinco o dos días de debate, sino más bien se alcanza con un compromiso permanente de Estado, de ahí lo importante a la hora de las conclusiones, pues estas serán la que marquen, a la hora del cierre de la VII Cumbre, el camino que hemos de tomar no para satisfacer a los mandatarios, sino para robustecer la Paz en nuestra región; una Paz interpretada como las condiciones dadas para que haya prosperidad y que ésta a su vez genere beneficios colectivos directos que redunden en menos pobres, más trabajo, más educación, erradicación de la violencia, del narcotráfico como flagelos que carcomen a nuestros hombres y mujeres, que desintegran la familia y, por consiguiente, atentan contra los valores y principios por los que fue concebida la América.

ECONOMISTA, CONSULTOR Y DOCENTE.

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