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El derecho, por muy básica que sea su definición, no es más que un conjunto de principios y normas, generalmente inspirados en ideas de justicia y orden, que regulan las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia es impuesta de forma coactiva por parte de un poder público.
Maximizado en la sabia y célebre frase de don Benito Juárez cuando dijo “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Las recientes protestas de diferentes grupos básicos en contra de las propuestas a las reformas a la constitución, con todas las secuelas de obstrucción de vías, zozobra, estrés y todas las consecuencias que genera este tipo de protesta me lleva a preguntar: ¿Y qué pasa con los que sí le damos seguimiento a lo que pasa en el país? ¿Con los que votamos por la propuesta de formular reformas constitucionales precisas y puntuales en cuanto a los temas que nos afectan? ¿Dónde quedaron nuestros derechos? ¿No son igual de respetables?
Como resultado del proceso electoral que culminó el pasado 5 de mayo, ganó el candidato que proponía asumir y respetar el trabajo desarrollado por casi 10 años por la Mesa de Concertación, de no ser aceptadas dichas propuestas mediante un referéndum o consulta popular, se llamaría a una constituyente.
¿Dónde estaban esos grupos cuando este proceso electoral se dio de manera democrática y transparente? Con mucho temor escuché decir a una de los dirigentes estudiantiles que la concertación no representa a nadie y lo peor aún, no sabía que en la Mesa de Concertación había un espacio para la opinión de los jóvenes; peor aún, que hoy la triste dirigente no se había percatado del proceso de consultas. Ahora yo debo pagar con tranques, desasosiegos y protestas totalmente desfasadas el hecho de que muchos dirigente no vivan acordes a la realidad.
¿Cómo así que se abrogan el derecho a decir que son reformas inconsultas? ¿Inconsulta a ellos? ¿Porque en estos tiempos han vivido solo su mundo? O la definición de inconsulta pasa por el hecho de que ellos no estén en consonancia con lo que se hace en este país.
Ni hablar de los dirigentes sindicales que consideran que si no se hace los que ellos creen entonces cierran las calles. ¿O es lo que dicen o me violan mis derechos al libre tránsito y a apoyar las reformas electorales, es esta la democracia que dicen defender? ¿Qué nos espera si un día detentaran el poder político? ¿Viviremos la dictadura que se vive a lo interno de esos sindicatos que exigen democracia y transparencia, sin embargo no la practican, luz para la calle y oscuridad para dentro?
El hartazgo ya llega a las narices de los panameños que vivimos acorde a la sociedad, donde se respetan incluso los derechos a terceros a vivir debajo del agua y que salen a protestar desconociendo mis derecho y la realidad.
Desde Maximilien Robespierre, durante el periodo de las revoluciones que dieron origen al moderno mundo de hoy, cuando dijo: “El Gobierno en una revolución es el despotismo de la libertad contra la tiranía”.
Hay que hacer conducir el país, como está la situación normativa no aguanta más, es hora de tomar decisiones y de separar los hombres de los niños, tal como lo reforzó Juan Domingo Perón, cuando dijo: “El que quiera conducir con éxito tiene que exponerse; el que quiere éxitos mediocres, que no se exponga nunca; y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada”.
El país donde no se tomen decisiones y que no pase nada no es lo que queremos, tampoco el leseferismo total de los últimos 10 años de silencio sindical y donde todo era permisivo.
Que se respeten mis derechos a tener derecho, a vivir actualizado y cónsono a la realidad, no copiar y vivir los hechos dantescos, irresponsables y reprochables que viven algunos países de la región. Ese no el país que yo quiero ni tampoco compartir con aquellas intolerantes reacciones de los que protestan solo por protestar, con el único objetivo de aparecer como dicen: en taquilla, sin importar el respeto a los demás a disentir e irnos a una consulta popular a través de un referéndum.