Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...

La división entre izquierdas y derechas es una clasificación que cada día esta más desactualizada, va perdiendo vigencia, y eso está sucediendo, entre otras cosas porque estamos en una era donde la constante es el cambio.
Nada permanece estático, y si a ello se le suma que los propios movimientos de izquierda o derecha se han ido desdibujando al ir abandonando sus propias bases ideológicas, es claro entonces que estamos en presencia de nuevos movimientos, los cuales terminarán siendo muy distintos a sus orígenes.
Ya en la antigüedad, el historiador griego Polibio (Megalópolis, Grecia, 200 a. C.-118 a. C.) al tratar de explicar cómo pudo imponerse la hegemonía romana, mostraba cómo se concatenaban los sucesos políticos y militares, y como estos generaban nuevas realidades.
Polibio, basándose en Aristóteles, afirmaba que existía variedad de formas de gobierno, y todas van sufriendo degradaciones, las que a su vez generan cambios en los sistemas políticos. Planteaba Polibio que hay tres tipos de estructuras: la monarquía, gobierno de uno solo; la aristocracia, el gobierno de varios; y la democracia, gobierno de muchos.
Todos pueden degenerarse y terminan transformándose, así que la monarquía pasa a tiranía; la aristocracia a oligarquía y la democracia a oclocracia, que no es otra cosa que el gobierno de la muchedumbre o el “poder de la turba”, lo cual se refiere a una forma indirectamente de gobierno autoritario, surgido de la degeneración de la democracia, en la que el poder real es apropiado por masas que ejercen influencia ilegítima sobre las autoridades civiles.
Polibio sostenía que las potencias que habían sido poderosas habían caído por la degradación, y siguiendo su línea de pensamiento, se pudiera decir que izquierdas y derechas están en ese proceso.
Por ejemplo, la izquierda pasó a ver el conflicto social en otros términos completamente diferentes, optando por combatir las desigualdades identitarias y abandonando las desigualdades sociales.
Ahora, ¿por qué sucedió esto?, ¿por qué una cosa invalida la otra?
Porque el discurso de la derecha populista lo deja claro cuando dice que hay un pueblo oprimido de hecho, pero no un pueblo de las minorías, es el pueblo de las grandes mayorías el cual está siendo explotado y engañado por élites corruptas.
O sea, la idea de que la mayoría es explotada y la minoría es la explotadora pasó para el lado de la derecha populista, mientras la izquierda se quedó de brazos cruzados con la defensa de los oprimidos que constituían en algunos casos unas pequeñas minorías.
Por lo tanto, hay un desplazamiento total de los partidos de izquierda en torno a de las causas que después generaron en los casos más radicales como el “wokismo”, etcétera, y la derecha populista se presenta ahora como el defensor del pueblo.
Un pueblo al que le dicen: ustedes no tienen que ser más educados, ustedes no tienen que abandonar los preconceptos en los que han creído siempre, ustedes no tienen que dirigir la sociedad donde los hombres y las mujeres piensen de una manera diferente, más emancipados, más progresistas, es más, ustedes pueden ser lo que ustedes quieran ser, porque nosotros estamos para defenderlos.
Ante esta narrativa de la derecha populista habría que preguntarse, ¿defenderlos de qué?, pues de las amenazas que están sobre ustedes, o sea, de las élites de los ricos, de las culturas, del mundo mediático, de las universidades, de los inmigrantes, etcétera. Mientras, la izquierda se adentra en la defensa de las desigualdades identitarias, abandonando las desigualdades sociales, principios que los diferenciaba de la derecha.
Pero, hay algo más preocupante, ambos lados (izquierda y derecha, si es que eso aún existe) al enfrascarse en ese debate bizantino, han dejado de lado al ciudadano que según ellos buscan defender, pero no se ocupan de proporcionar soluciones a los problemas del conglomerado social.
En el mundo de hoy hay unos 50 millones de personas en condición de esclavitud, más de 700 millones sin acceso a agua potable, 1.200 millones sin electricidad en sus hogares, 2.000 millones que no tienen un baño en su casa, y 3.000 millones que viven con menos de tres dólares al día, ¿importa el debate izquierda y derecha? mientras el autoritarismo avanza, y cada vez hay más ciudadanos que se desplazan a la base de la pirámide de Maslow.
Quizás sea el momento de que los nuevos liderazgos reflexionen sobre esto y, sobre todo, actúen en consecuencia.
¡Jóvenes, ustedes tienen la palabra!