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Hace unos días el Dr. Omar Jaén Suárez escribió un artículo titulado “Debemos acercarnos más los países de la gran Colombia bolivariana”. Quisiera aprovechar su idea para matizarla un poco con la experiencia que he tenido durante los últimos tres años y medio como secretario general de la Asociación de Estados del Caribe. Los mecanismos multilaterales como la AEC existen precisamente para lograr esos acercamientos y más cuando entre los temas focales y en el plan de acción está claramente establecido el mejorar la conectividad tanto física como digital para impulsar el comercio y el turismo regional.
Panamá no sólo es miembro de la AEC, también lo es de SICA y SELA, que son otros mecanismos regionales que tienen entre sus temas focales la integración económica y comercial. Panamá también es miembro de la banca de desarrollo multilateral como CAF, BID, BCIE y Banco Mundial que tienen en sus portafolios proyectos de transporte y logística para mejorar el comercio y la integración regional.
O sea que lo que propone el Dr. Jaén es perfectamente realizable dentro de los mecanismos y organismos multilaterales existentes. Solo falta la voluntad política y ejercer el liderazgo propositivo de tal forma que los mecanismos cumplan la misión para la que fueron establecidos junto con la banca multilateral para el desarrollo.
El Dr. Jaén propone comenzar con un “diagnóstico de la situación actual de los cuatro Estados originalmente gran colombianos. Su complementariedad entre países y regiones. Luego, estimar la forma de acercarlos con respecto de sus singularidades nacionales y de sus identidades propias.” La AEC tiene ese mandato para todos los países del Gran Caribe, entre ellos Panamá, Colombia y Venezuela, y en estos momentos nos estamos abocando a un ejercicio de planificación estratégica que incluye ese tipo de diagnóstico en su primera fase. Por ejemplo, una unión logística más estrecha con los Pequeños Estados Insulares del Caribe les podría ayudar a abaratar sus costos de importación a la vez que nos ayudaría a conseguir apoyo en nuestras prioridades diplomáticas.
Los pasos a seguir, de acuerdo con el Dr. Jaén son, “primero, integración física; segundo, identificar y socializar las bondades de la integración para enfrentar los retos que nos plantean los otros Estados y grupos de la comunidad internacional; tercero, integrar las economías, empresas y trabajadores en proyectos complementarios, estratégicos y respetuosos del ambiente natural; y cuarto, Panamá puede tomar la iniciativa solidaria de impulsar este proyecto de acercamiento.”
Me llama la atención que en el fondo del artículo del Dr. Jaén está un concepto de planificación estratégica que fue la base que fundamentó la Asociación de Estados del Caribe. En 1989 la Comunidad del Caribe (Caricom) encomendó a la Comisión de las Indias Occidentales (West Indies Commission) la preparación de un informe que analizara la situación actual e hiciera recomendaciones. El informe final, denominado “Tiempo para Accionar” (Time for Action) decía lo siguiente: “Cambios extraordinarios en el mundo imponen la necesidad de actuar juntos con urgencia. Antes los cambios eran bastante rápidos, pero en el poco tiempo transcurrido desde la Declaración de Grand Anse (julio de 1989), el contexto internacional se ha transformado por completo”. Y continuaba diciendo: “La Unión Soviética se ha desintegrado, la Guerra Fría ha terminado y ahora es un mundo de una, no dos, superpotencias militares con todo lo que ello implica para la configuración de nuevos órdenes mundiales”.
El informe de 522 páginas era el diagnóstico de cómo lo que estaba ocurriendo en aquella época requería un accionar urgente. De ese informe que finalmente se concluyó en 1992, surge la Asociación de Estados del Caribe. Precisamente con ese propósito, de acercar a los países del Gran Caribe; pero acercarlos en temas operacionales que no afectaran la identidad ni la soberanía de los países.
Es evidente que los cambios que se estaban dando en la década de los 90 fueron trascendentales, pero más lo son los que están dándose en la actualidad, de ahí que la acción a la que se refiere el Dr. Jaén es todavía más urgente. De ahí que estoy totalmente de acuerdo con el Dr. Jaén, pero recomiendo que para impulsar dichas acciones utilicemos los mecanismos existentes con un renovado interés y liderazgo por parte de nuestras instituciones dedicadas a representarnos en dichos organismos.
En el año 2018 escribí un artículo que se llamaba “El Tamaño no Importa”, basado en un escrito de Tommy Koh, embajador de Singapur, que afirmó que el tamaño de un país no es determinante para definir su destino. Siendo de los más pequeños del mundo, sin recursos naturales, con menos de tres millones de habitantes, en esa década, Singapur superó las expectativas. ¿Cómo lo había logrado y cómo podía continuar escalando?
La respuesta es que la naturaleza nueva del poder deriva de tener una visión de país clara, que proponga elevarlo a un nivel multidimensional en el que el poder intelectual, comunicacional, diplomático y político se sienta en foros internacionales y adoptemos roles de liderazgo. Para ello debemos: Primero: transformar el sistema legal, jurídico, la gobernanza de las instituciones, la tecnología, el marco comercial y la eliminación de barreras. Esto implica profesionalizar las instancias gubernamentales y elevar la educación, la cultura y nivel de vida de los ciudadanos.
Segundo: desarrollar los clústers más competitivos a fin de alcanzar la excelencia en los nichos con mayor potencial y reclutar a los mejores talentos, para elevar el nivel en el menor tiempo posible. Implica reconocer que el principal activo del Estado es el conocimiento y promover la revolución tecnológica y de innovación, alentando la investigación y mejorando la calidad de la educación.
Tercero: reconocer que el nuevo orden mundial es multipolar, pero a la vez multilateral. Por lo tanto, cada vez más las Naciones Unidas, el FMI, OMC, OMI y OCDE juegan un papel importante. Además de los organismos multilaterales, el servicio exterior es la herramienta más importante. De hecho, nos toca reconocer que el no tener una tradición de cultivar una sólida política exterior, una que resista las idas y venidas de gobiernos sucesivos, nos ha costado caro: el definir qué papel queremos jugar en el mundo a su vez orientará y determinará nuestro desarrollo interno. Así lo plasmó Tommy Koh con respecto a Singapur y las lecciones aplican perfectamente a nuestro caso.
Finalmente, un liderazgo genuino, debe lograr la integración de estos tres factores en un gobierno que planifique y ejecute de manera estratégica hacia afuera y hacia adentro.