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- 13/11/2024 11:37
De qué ocurre en el mudo de los sinogramas: deslocaciones y asombros
¡Hablas en chino! ¡Eso es cuento chino! Una lingüista lo definiría mejor “suena a chino lo que no se entiende y habla chino aquél a quien no se le entiende”. El impronunciable pinyin, los insostenibles tonos e indibujables caracteres, recobran eco de estas jocosas expresiones coloquiales encasillándolo como insondable. A las frases, sin embargo, le faltan la trayectoria por el inabarcable mundo de los sinogramas. Lo que allí acontece no solo es laboriosidad y deslocalización inicial, acaso y sobre todo hay un asombro. Los elementos de mi experiencia aquí recogidos testifican un interminable aprendizaje que inició cuando se pensó no en su dificultad, sino en la experiencia.
Indefinición terminológica
En la introducción del curso del chino aprendí que zhongwen es chino (lengua). No digo que hubiera confusión alguna hasta...tras pocos meses, se agregara sus otras referencias: putōnghua (lengua común/oficial) y el Hanyu (idioma del pueblo Han) éste último inscrito en los exámenes HSK. Explicaba la laoshi que el “chino” es el grupo más grande en términos de área geográfica y número de hablantes, pero además existen los así llamados angyan (habla local/regional).
El caso sigue animando a lingüistas comprobar sus hallazgos entre definir el “idioma chino” como compuesto de dialectos con distintos grados de diferencia, aunque esto reduciría las disparidades, o categorizarlo como una familia de lenguas, que exageraría las diferencias extralingüísticas (dialectos) que en realidad no existen. ¿Tal vez, la frase “idioma chino” debería tener una forma plural? Al inicio entendí estas variaciones lingüísticas como mero resultado de la heterogeneidad geográfica china.
Pero más allá de este debate terminológico, hay un elemento distinguible. Si bien los diversos dialectos mandarín son en realidad inteligibles en diversos grados para la mayoría de los hablantes de los otros grupos de dialectos, no es lo mismo en el sur y sureste de China, donde los hablantes de diferentes regiones tienen grandes dificultades para entenderse si utilizan su idioma local— al menos que hagan uso de la escritura.
A un siendo esto una obviedad y se podría hacer a un lado, la imagen de un chino, supongamos, de Shanghai y otro de Chongqing o Henan leyendo perfectamente un periódico y platicando sobre ello con sus vecinos en sus propios dialectos regionales, resultó ser lo suficientemente gráfica. Y es a la sombra de este dilema terminológico que se entiende que la situación lingüística china es en cierto sentido única.
Pese a las diferentes variedades de chino hablado, los chinos comparten el mismo sistema de escritura, convirtiendo la lengua china en el factor unificador y sostén de continuidad de la cultura china y el arquetipo del desarrollo y crecimiento. No hay precedentes de una entidad política única, aunque ocasionalmente perturbada, haya mantenido unidos durante tanto tiempo enormes bloques sólidos de personas con formas de habla mutuamente ininteligibles en las que una diferencia lingüística no se haya visto agravada por profundas diferencias extralingüísticas.
Pinyin: un sonido ortográfico
Deletrear como suena... ese es el sentido literal de pinyin. Estos signos fonéticos, a querer o no, actúan como un aliado para dar sonoridad al callado carácter. La máxime china de distinguir entre los aspectos hablados y escritos del chino tiene su corolario: descarta una conexión directa entre la escritura de los caracteres y su pronunciación. Por ello, el pinyin ayuda a transcribir la fonética (sonidos) y la ortografía. A este punto, comprobé que el curso del mandarín no empieza con el carácter ni termina con su escritura.
El pinyin incluye los sonidos del chino mandarín, pero estos elementos fonéticos no representan fonemas sino sílabas, que a su vez representan la pronunciación de los caracteres y constituye un morfema (unidad más pequeña de significado) con diferencias de significado.
Advertida esta naturalidad fonológica y su función esencial en la producción hablada del carácter silábico de la lengua china― la sílaba china aun carente o no de sonido consonántico inicial, siempre tendrá vocal―, mi formulación de palabra alguna en chino cedió primero a la práctica de la pronunciación de las sílabas, fonemas y todas las combinaciones de sonidos posibles desplegadas tal como un juego de sílabas en la tabla del pinyin. Con extrañeza y junto a revivencias infantiles incursioné las alternancias sorda-sonoras y vocálicas, emitiendo sonidos no registrados o, a veces, y a riesgo en pensarme novedosa, creé combinaciones inexistentes.
Una montaña rusa de tonos
Inseparable de la preeminencia vocálica está el tono. Ciertamente el chino mandarín no es el único idioma tonal, pero el tono es una de sus características más conocidas. Para una lengua de origen principalmente monosilábico, la gracia de los tonos acudió a salvar el problema de la infinidad de homófonos, evolucionando así en una lengua tonal. Su singularidad no recae porque module notas fijas en escala o una función de entonación, sino porque dotan al habla china de cualidad y naturaleza rítmica hasta dotar de musicalidad verbal a las emociones. Tratándose de la misma lógica del pinyin, cada sílaba en chino está asociada con un patrón de tono, de esta manera una misma sílaba puede significar cosas distintas cuando se asocia con tonos diferentes. Sus cuatro diferenciaciones ―o cinco ― me convirtieron en un ser que yerra y se perfecciona, abandonada a recurrir a la imitación y a los momentos de subida seguidos de otros de bajada de la montaña rusa de entonaciones ¡y para colmo recitarlos con todas las mímicas corporales! En cuestión de tiempo, la cautela invade a evitar que una incorrecta pronunciación no distinga entre decir caballo y madre o entre dar un beso y hacer una pregunta.
Los indibujables caracteres
¡Parecen intratables! Al rigor de su órbita figurativa el carácter chino es fiel a su orden magnético y movimiento continuo. La circularidad de sus trazos solía avanzar lenta y escrupulosamente construyendo y contorneando formas mientras se jactaba de mis manierismos e inmediatez en llegar a la meta de “dibujar”.
Es también la misma lógica de inexistente conexión directa entre el sistema logográfico y los símbolos fonéticos, la que asigna cada carácter a una sílaba con un tono y un significado, en la que el carácter chino puede ser una palabra, y dos, tres o más, y también hay un número limitado de caracteres que sólo se pueden utilizar como parte de una palabra. De la compleja relación entre el sonido y símbolo tanto si fuera pictográfico, ideográfico, morfosilábico, o monosilábico, hoy se conoce que la estructura composicional recursiva del símbolo escrito chino ha evolucionado.
Así, superado el “mito ideográfico”, los caracteres complejos del chino moderno no son simples pictografías, sino compuestos de varios caracteres con información léxica morfémica (radical) y un carácter fonético que representa la información fonológica del morfema léxico representado. Ya con estos elementos, supe, que el sistema de escritura de caracteres (hanzi) representa morfémicamente el chino y coincide fonológicamente (pinyin) con la sílaba (morfosilábicos).
A pesar de todo, hay una cosa que nadie puede discutir: que los caracteres chinos no representan sonidos directamente, pero no son totalmente mudos, ya que en la mayoría hay componentes que podrían indicar cuál es la pronunciación. A parte de su función comunicativa y artística, el carácter seria poca cosa si no fuera también una forma de ir al descubrimiento y exploración. Rodeados de simbología, mi estudio discurrió por un mundo de operaciones: descifrar significados, captar radicales, descomponer caracteres, y una rigurosidad de la dirección de los trazos y al perfeccionamiento del “gancho”. Y aunque artísticamente elitista por definición, más bien cabría decir que su gracia, en esas plantillas cuadriculadas, es la constancia del refrán “la repetición es la madre de la retención”.
Travesía flexible, ambigua y con orden
El sinograma exige un ejercicio de rigor y es probable que se llegue a conocer mejor la gramática china que la propia. Obviaré detalles, apenas para que sirva de ilustración motivadora. No es necesario conjugar los verbos, ya que estos no cambian de forma. Los marcadores de aspectos —le o guo— indican el tiempo de una acción. La omisión de preposiciones y palabras conectivas también es natural. No hay tal cosa como la primera, segunda o tercera persona. No se tendrá que lidiar con las pautas de clasificar sustantivos específicos de género. Se puede usar la misma palabra como sujeto y el objeto. Tampoco hay que advertir en distinguir entre singular y sustantivos plurales, para ello están los clasificadores, que intraducibles por sí mismos, describen cierta cantidad de un sustantivo. Se usan siempre y el más usado, ge, me resolvió muchas situaciones.
¡Todo se torna circunstancial! Ley fundamental para hablar chino. Esto porque con frases cortas y aparentemente poco conectadas, las oraciones chinas, se enfocan en el tema de lo que se está hablando en lugar de un sujeto prominente. Un juego desconcertante de variaciones de frases y cambios de significado, pero a la vez la frecuente coincidencia en una palabra o frase del tema y el sujeto gramatical ayudan a descifrar significado. La ambigüedad espacial y temporal a la relación entre sujeto y objeto otorga a los sustantivos, a los verbos de acción y de calidad, un valor de plenitud y dan espacio a las palabras vacías: adverbios, preposiciones, partículas, etc.
Hablar en chino lo pone todo al orden implacablemente. Los cambios de orden de las palabras no sólo explican las relaciones entre palabras que funcionan como sujeto, predicado u objeto, también impactan en los cambios de significado en adjetivos y adverbios.
habituarse a la repetición para dar efecto especial y hasta jocoso. ¡Lai, lai lai!, ¡zou zou!, ¡kai kai xin xin! son funciones gramaticales gratuitas de las partes del habla del chino, como lo son también la reduplicación, la afijación, composición, parasíntesis y la exageración. La vívida exageración: ni qianwan bie wangle! No debes olvidarlo, pero por diez millones, expresa la lógica de si alguien te exagera algo mil millones de veces, debe ser muy importante. Esta idea hace eco para los números chinos, mucho más fácil de lo que se piensas. Después de que saber contar hasta doce, también se podrá decir los días de la semana y los meses del año. ¡Dos por tres!
Una receta para la metacomunicación es simplemente hacer uso de los arcaicos y fijos chengyu. Leales a los antiguos clásicos o fantásticos relatos, los chengyu, en tanto refranes clarividentes y complejos, gozan de una lógica sapiensal y de miles de años de historia, sorprendentemente solo detrás de cuatro caracteres.
Referirse a la persona por su propio nombre sin alusión a su estatus social es una conquista humana. Ocurre que en el chino esa alusión al estatus reemplaza en cierta forma al “hola” mostrando respeto a la persona en una sociedad que atiende a la jerarquía. Aquellos que saluden con un “hola” o “buen día” se decepcionarán de la reaccionaria distancia y descubrirán la acogedora respuesta del uso del shifu, laoban, laoshi.
Poco atiende el chino en definir el verbo ser, en esa búsqueda de la verdad, la “esencia” para explicar la existencia. Su preocupación es la búsqueda del funcionamiento y la utilidad de las cosas sin indagar en sus orígenes. Nunca he dicho “es” bonito, por el contrario, asumía su naturaleza para dedicarme a describirlo.
Como último caso y más notable, es un viaje de alternancias entre antigüedad y modernidad, y acaso, sobre todo, de continuidad. Aunque los escritos de los chinos remontan al menos a 3.200 años, hasta los huesos de oráculo, la lengua existió en una época hablada anterior, cuando el chino era más similar al tibetano y birmano. Ciertamente la escritura china no es la más antigua del mundo en el sentido de ser la primera en ser creada, la sumeria es un milenio y medio más antigua. Pero la escritura china es la más antigua en el sentido de que entre las escrituras que se utilizan hoy en día, los caracteres chinos tienen la historia más larga de uso continuo. Pretender aprenderlo en seis meses solo comprobaría que utilidad mata belleza.
El asombro
Una vez iniciados en el chino, se vivirá, sin posibilidad de evasión, en un mundo de sinogramas, estarán por doquier. Su innegable belleza estética y fuerza visual se cincelan hasta las estructuras cognitivas, reclamando atención y demandando memoria. No es casualidad que este entorno sugestivo sea al mismo tiempo una percepción de desubicación. Porque, su omnipresencia invita a pensar, por ejemplo, en otra cosa. Evocando la imaginación, llaman a advertir, adivinar, intuir, capturar mensajes para zas... equivocarse. Pero, este esfuerzo de reconocimiento de figuras sofisticadamente trabajadas también ofrece treguas tranquilizadoras. Al descubrir la lógica pictoresca y significado de caracteres como montaña, descanso, preguntar, la sensación de descanso de lo obvio y lo entendido abraza y satisface. ¡No se está perdido!
El chino, como otros idiomas, es un encuentro y extravío que brinda ventanas por las cuales podemos percibir realidades desde una perspectiva impensada. Habituados a utilizar la expresión para describir lo inconcebible para el sentido común, todo “hablas en chino” posee una adhesión a una cultura que supera los dos milenios, tiene la impredecible atributo de parecer verdad, aunque sus protagonistas nos hablen de espíritus (Pu Song Ling), bailen al ritmo de la luna y vino (Li Bai), se deslicen por montañas sin captar su forma (Su Shi), convivan en fortalezas asediadas (Qian zhongshu), degusten la textura, aroma, sabor y color de su gastronomía, describan los cuadros en el departamento (Wang Meng), diagnostiquen un desequilibrio del estadio de salud (medicina china), entrelacen pintura, caligrafía y poesía, sean protocolares en sus discursos y se reflejen en la política: el carácter “paz” (he) inscribe la lógica de “desarrollo” como recordatorio de un canón: satisfecha la boca con el grano, se logra armonía.
Será gracias a este singular mundo de desentrañar rompecabezas lingüísticos, apartado de lo común y del prejuicio, que emprendemos un viaje de hallazgos y asombros – incluso humorístico como la parodia Singlish Affair de DeFrancis–, que nos estimula experimentar un mundo más amplio que la propia lengua y poder testificarla como un instrumento de creación, que nacido desde la apertura, tiene la finalidad comunicativa de hacer entendernos.