Curiosidad, investigación y conocimiento

La curiosidad es ese deseo constante que tenemos la mayoría de los seres vivos que nos incita a conocer o, al menos, averiguar aquello que no sabemos en un momento determinado. Se dice que ‘la curiosidad está en nuestra naturaleza', puesto que es un ‘algo' que portamos que nos impulsa a hacer o dejar de hacer cosas que, de alguna manera, nos cambian o, en su defecto, cambian nuestro entorno. Y ese ‘algo', como en principio identificamos a la curiosidad, luego de cavilar un poco, no es más que una conducta innata que nos conduce hacia la búsqueda del conocimiento.

Es innegable que la curiosidad ha sido y seguirá siendo una fuerza motora de poder incalculable, ya que es fuente originaria del conocimiento con que hoy día disponemos, quizá, porque ha quedado debidamente documentada en los diversos textos que grandes pensadores como: Aristóteles, Platón, Galileo Galilei, Isaac Newton, los eminentes jurisconsultos romanos, entre otros, aportaron en su respectivo momento histórico para la civilizaciones de su época y que hoy son de beneficio para la humanidad.

De medular importancia es la curiosidad en estos tiempos, que las autoridades de los diversos Estados del mundo han creado programas públicos de promoción de las investigaciones, pues enhorabuena de la historia se percataron que a través del fomento del conocimiento integral es que se logra el desarrollo sostenible de la sociedad. Así, verbi gracia, en Panamá fueron creados, en 1955, el Centro de Investigación Jurídica de la Universidad de Panamá (CIJUP) y, en 1997, la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT), cuyos propósitos institucionales comunes son impulsar acciones dirigidas a propiciar el fortalecimiento de las investigaciones científicas y jurídicas, respectivamente.

Como ya señalamos, gracias a la curiosidad llegamos y obtenemos el conocimiento, pero cabe preguntarse ahora con tono crítico-constructivo: ¿qué logramos con alcanzar tanto conocimiento? Una respuesta sensata es que, con el conocimiento, resolvemos diversidades de problemas, sin embargo, consideramos que tales problemas deben trascender del plano personal en algún momento de nuestras vidas, tal como lo hicieron Thomas Alba Edison con la lámpara incandescente, Alexander Fleming con la penicilina o Robert Hooke con su microscopio, etc., pues el conocimiento documentado de estos célebres personajes de la historia universal –que, a lo mejor provino de una curiosidad que se convirtió en necesidad– definitivamente, impactó y sigue impactando nuestras vidas.

Nuestra curiosidad, definitivamente, debe ser mesurada en ciertos temas, de forma tal que no implique intromisión en asuntos privados de otras personas (naturales o jurídicas). Por tal motivo, estimamos que no está de más traer a colación una pintoresca frase que funge como moneda de curso legal en varias culturas, y que reza: ‘la curiosidad mató al gato'. Como corolario a esta reflexión personal centrada en la ‘curiosidad', respetuosamente, recomendamos que cuando tengamos curiosidad sobre algún tema de interés e importancia cuya bibliografía sea escasa o que aún no haya sido explorado cabalmente, intentemos investigar o escudriñar en cuanto a sus aspectos relevantes, no con el ánimo de marcar un hito, sino de abrir el camino y aportar documentalmente con el saber al que nos condujo esa curiosidad, y con el fin de contribuir modestamente con los anaqueles de la biblioteca de la vida en pro de la conservación y actualización oportuna del conocimiento sano y útil. Obvio que requerirá de su debida difusión, pero aunque ello no suceda, podemos estar seguros que cooperamos con el solo hecho de dar los primeros pasos. Recordemos que Albert Einstein dijo: ‘No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso'. Hagamos lo que hagamos, tengamos presente que se ha dicho que: ‘No importa tanto el conocimiento, sino, lo que se hace con él'.

LICENCIADO EN DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS, EGRESADO DE LA UP.