• 23/04/2024 00:00

Cultura de opulencia o principio ético de Caín

[...] esta cultura es otra forma en la que opera el principio de Caín, como individualismo de clanes, de clase. Es decir, quienes lo necesitan más, se les condena a seguir en el atraso, en la cola [...]

En muchos medios informativos la comidilla de estos días ha girado en torno de los famosos “auxilios económicos” escandalosos por cuantos inmorales, frente a un pueblo hastiado de ver cómo nunca hay nada o suficiente para sus miembros y si fluyen como abundantes para quienes no requieren este tipo de auxilios.

Se trata aquí de una especie de expresión de la “cultura de la opulencia” (gastos dispendiosos por abundancia de recursos o riquezas), que en las sociedades como las nuestras resultan una soberbia ironía por cuanto que lo que abunda en estas son las carencias materiales que impiden alcanzar completamente una vida digna al pueblo. Es esto a lo que el Papa Francisco se ha referido en múltiples ocasiones incluso, hasta dentro de la propia Iglesia Católica, razón por la cual existen agrupaciones mundiales y locales que no cesan en el esfuerzo de vincularlo a las corrientes de práctica y pensamiento “comunistas” o de “izquierdas”, tratando de desautorizar sus planteamientos ética y políticamente certeros.

La cuestión es que en el desarrollo de una cultura (práctica y pensamiento) de la opulencia, las condiciones para el subdesarrollo de los pueblos se afianzan. Una de las condiciones que impide la generación de excedentes económicos para el desarrollo de los pueblos, tal como lo demostró Paul Baran en su Economía Política del crecimiento (1957), es precisamente lo que en el pensamiento teológico crítico latinoamericano y del Papa se denomina cultura de la opulencia.

Podríamos decir, además, que esta cultura es otra forma en la que opera el principio de Caín, como individualismo de clanes, de clase. Es decir, quienes lo necesitan más, se les condena a seguir en el atraso, en la cola de las desigualdades sociales, económicas y culturales, con lo que se incuban en muchas ocasiones el odio contra los ejecutores de las acciones “opulentas”.

Lo que observamos, en el caso de los auxilios económicos del Ifarhu, no es el comportamiento “corrupto” del grupo que ha ejercido la gestión política gubernamental en los últimos cinco años. Es el comportamiento caínico de las élites de poder y sus funcionarios que se han turnado los gobiernos desde la constitución de la República.

El candidato a doctor de Sociología por la Universidad de Barcelona, magíster Mario Enrique De león, nos facilitó gentilmente una serie de resoluciones gubernamentales desde tiempos de los primeros gobiernos conservadores y liberales, incluidos los gobiernos de Belisario Porras, donde se otorgaron eso que ahora le llaman “auxilios económicos”, pero no a ningún pariente de Victoriano Lorenzo.

En efecto, al revisar lo que me compartió el investigador De león y unirlo a lo que ya conocíamos al respecto, es fácil encontrarnos toda la gama de apellidos rimbombantes del país “auxiliados” por todos y cada uno de los gobiernos hasta hoy. Por ejemplo, aparece el caso del apoyo dado a Ricardo Morales acudido de Eusebio A. Morales, para estudiar en la Universidad de Georgetown, Washington, con loas y vítores (Resolución 130, noviembre de 1916). Sin embargo a Rodolfo López, quien incluso ya había hecho sus pininos laborales en el antiguo Hospital Santo Tomás con muy buenas recomendaciones, no siendo parte de los ejercientes del poder de la época, se tuvo que resignar a la negativa de apoyo, para estudiar Medicina en una universidad más modesta (Resolución 136, diciembre de 1916). Lo irónico aquí era que a Ricardo Morales se le otorgó el auxilio sin chistear ... a Rodolfo López se le dijo que el gobierno “no daba becas para estudiar en el exterior”(¡!).

El único momento en el que esta tendencia marcó una diferencia sin dejar de atender las solicitudes de la oligarquía fue en la década de 1970. Parece que la calificación del licenciado Olimpo Sáenz de que el régimen político del general Torrijos era una “Dictablanda” tenía asidero en este tipo de políticas adversas a lo conocido antes de 1969 y posterior a su muerte.

De esto se deduce, pues, que esta cultura de irónica opulencia, de rasgo caínico (beneficio para “los de arriba”, sin importar “los de abajo”) es consustancial al régimen nacido desde la República, cuyos nietos y bisnietos o sus funcionarios filiales están pujando por seguir gobernando ... ¿a cuál de estos escogerán los votantes?

El autor es sociólogo y catedrático investigador
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