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- 14/05/2024 23:00
Cuando seas poeta Bertalicia
El final de la primera mitad del siglo XX fue un periodo especial para las letras panameñas. Culminaban su trayecto literario el conjunto de escritores que habían constituido la primera generación republicana, con nombres como Ricardo Miró, Demetrio Korsi, José María Núñez, Moisés Castillo, Lucas Bárcenas, Alfredo Cantón, César Candanedo, Demetrio Herrera Sevillano; además de ensayistas como Ponce Aguilera, de la Rosa, Roque J. Laurenza, Ricardo J. Alfaro, José D. Moscote, entre otros.
Una segunda oleada de poetas, cuentistas e intelectuales empezó a ocupar el escenario literario al concluir los años 50 con gente muy joven que apenas salía de los estudios secundarios o universitarios y que en conjunto tenía una visión de los problemas nacionales y sobre todo de la relación con los Estados Unidos de América. Su discurso era más social, más comprometido con las causas populares y la realidad cotidiana.
Allí estaba Bertalicia Peralta, hija de un periodista y sensible a los problemas que aquejaban a la población. Su inclinación hacia las manifestaciones culturales, le hicieron estudiar comunicación y música. Escribió así: “... Durante toda una mañana / contemplo niños jugando en el parque / en mi infancia yo fui como ellos / también disfruté del aire y lancé / mis mariposas hacia la copa de los árboles ...”.
No recuerdo cuándo la conocí. Tengo imágenes muy difusas del acto de presentación del libro El país azul de Dimas Lidio Pitty en aquel local de calle 50; o verla dar clases de música en un salón casi sobre la avenida de Los Mártires en el Instituto Nacional. Apenas adulta, sus poemas aparecieron en libros como Canto de esperanza filial y Sendas fugitivas, este último, mención honorífica del concurso literario Ricardo Miró de 1962.
Desde entonces, la labor de escritora fue incansable. Trabajó periodismo, relaciones públicas; junto a Bessy Reyna creó el proyecto de la revista El pez original y fue editora de la página “Letras de Crítica”. Se desempeñó también como guionista de radio y televisión y publicó reseñas críticas en diversos diarios del país. En la actualidad ha convertido su correo electrónico en una especie de blog donde comenta sobre los acontecimientos que le rodean.
Su obra tanto poética, como en prosa es inmensa; no dejó de atender los fenómenos internacionales y los comparó con la realidad sociopolítica del país. “... no hay manto de avaricia / que sea capaz de hartarle / ni halago hipócrita que le reprima / ni suficiente oro en el mundo / para comprarle apaciguamiento ...”.
La imaginación y su capacidad para hilar pensamientos tuvo como resultado una variedad de textos ricos, profundos y de claro compromiso social. “... La única mujer que puede ser / es la que sabe que el sol para su vida empieza ahora / la que no derrama lágrimas sino dardos para / sembrar la alambrada de su territorio ...”. Escribió también obras para niños y un libreto literario para el ballet El escondite del prófugo.
La generación poética a la que perteneció Peralta fue impactada por los acontecimientos de enero de 1964. Ella escribió el libro de cuento Muerto en enero; pero también poemas para hacer ironías sobre convenciones afincadas en la cotidianidad: “Se requiere mujer hermosa;
/ senos mirando al cielo / de por lo menos dieciocho pulgadas ...”.
Su producción narrativa se enriqueció con títulos como Largo in crescendo, Barcarola y otras fantasías incorregibles, Encore, Guayacán de marzo y Puros cuentos. En este último, incluye un texto “Una tal Juliana”, donde cuenta una historia en que se deja ir con el ritmo musical al describir la instrumentación de un conjunto popular y la cadencia de una bailarina: “.. al son de la música dulzona que emite una orquesta melancólica ...”.
Es una obra vasta, enhebrada con la destreza de una prodigiosa hilandera, que quedará para la posteridad. El premio Rogelio Sinán, concedido a ella por el ministerio de Cultura está de más merecido por la insigne escritora Bertalicia.