• 24/06/2023 00:00

Un criterio crítico acerca de la realidad educativa panameña

“Hace mucho que el Ministerio de Educación y el Gobierno debieron encontrar una fórmula legal para blindar el proceso educativo de [...] paros, suspensiones, piqueteos antojadizos e improcedentes, que afectan negativamente el desarrollo de nuestro recurso humano, [...]”

Como reza el concepto de los monos sabios, para los chinos Santai, para los japoneses, Saicho, me debato entre el no oír, no ver, no hablar para muchas de las situaciones cotidianas y hasta para situaciones de mayor relevancia que el simple diario vivir, pero observo impávida y francamente hasta el desagrado en lo que se ha convertido mi patria hermosa y querida.

Panamá, podrá ser para muchos un país dolarizado, sin cultura propia, de tránsito y comercio, y otra lista de calificativos que no van al caso extender. Para mí, como creo que para los de mi generación, significa patriotismo, dignidad, soberanía, democracia, de luchas y coraje, de trabajo y esfuerzo. Es así y no de otra forma, únicamente, mediante la superación personal y profesional, con la educación, formación y preparación que se logra avanzar.

Será que no debo escribir y quedarme callada, pero este debate me lleva a reflexionar sobre los acontecimientos actuales y el estado de cosas en cuanto a Educación. Semanas atrás, me enteraba por las noticias de un nuevo paro, otro de los cientos acometidos por quienes dicen defender los principios y pilares de la educación panameña y cambian de un tris los salones de clases y sus sacrosantas prédicas de enseñanza-aprendizaje, por las calles, las pancartas, los piqueteos, la suspensión de clases, el paro de labores, aah, pero que no les descuenten un quinto por sus ausencias y horas negadas al trabajo sin más dilación que el abnegado maestro-profesor dice cumplir.

Un caso entre muchos. Todo un grupo de profesores, en supuesto apoyo a los padres de familia de un colegio secundario de la capital, paraliza las labores y suspende las clases, a las que están obligados por contrato, por ley, por Constitución y por simple moral a cumplir. Con la irresponsable participación de un grupo de padres de familia o acudientes, para ventilar problemas financieros y de ilegalidades dentro de su asociación contra el presidente de la misma, otro padre de familia, al que intentan destronar. Muy seguramente, esos padres de familia tengan razón en sus reclamos, pero las acciones son tan descabelladas que pierden la oportunidad de resolver sus conflictos, sin que se vean afectados sus propios hijos e hijas con la suspensión de clases, por motivos tan ajenos a la educación como al acto educativo mismo. ¿Dónde está ese(a) gerente educativo o director(a)? Las reclamaciones justas o no han de ser atendidas en las instancias correspondientes, levanten un acta, pongan una denuncia, acudan a las leyes y a las instancias correspondientes y competentes, que para eso existen, no a buscar ejercer presión en un grupo de inconscientes educadores que ha perdido el norte y la objetividad, haciendo caso omiso a disposiciones que la propia Ley Educativa les obliga para impartir sus clases y atender a los estudiantes sin excusas, a no detener el proceso de enseñanza-aprendizaje tan campantemente, por motivos ajenos a la función que asumieron al aplicar a una posición docente.

Hace mucho que el Ministerio de Educación y el Gobierno debieron encontrar una fórmula legal para blindar el proceso educativo de estos paros, suspensiones, piqueteos antojadizos e improcedentes, que afectan negativamente el desarrollo de nuestro recurso humano, que violenta y vulnera los derechos de miles de estudiantes, jóvenes panameños, el futuro de nuestra nación, que impide y coarta sus posibilidades y oportunidades para que puedan lograrlo mediante una buena preparación ininterrumpida.

Panamá cuenta con pocos bienes y riquezas, pero las tiene y una de ellas es su gente. Mantener el equilibrio de fuerzas e intereses es una tarea, una responsabilidad que debe ser compartida por todos, sin excepción. Educación debe tener el mismo carácter de funcionamiento que el Canal de Panamá, sin interrupciones, abierta y permanente, al servicio de sus clientes y usuarios, en este caso del objeto y sujeto de la educación, los estudiantes. El docente que, a estas alturas del milenio, con los avances de la tecnología y en la era del conocimiento, que desconozca estas realidades, no merece ser parte de tan importante misión, una por la cual todo un país tiene depositada su fe y esperanzas, como garantía de que sus jóvenes generaciones tendrán la forma y manera de ganarse la vida, de superarse como persona, de mejorar sus condiciones materiales y ser parte del desarrollo y las bonanzas de nuestro país y la única forma de lograrlo es por medio del esfuerzo, el trabajo bien realizado y la responsabilidad compartida.

De otra forma, continuaremos rehenes del crimen y la delincuencia, de las drogas y la violencia, del dinero mal habido, el desempleo, enfermedades sociales que solo traen pobreza, hambre y muerte. No es posible callar y ser cómplices de malas acciones. El concepto chino y japonés, tradicionalmente lleva el mensaje de no ver, callar y no hablar, LO MALO, LO QUE ESTÁ MAL, código moral que sobrevive hasta nuestros días, pero que, como para muchas cosas en nuestro terruño, también ha sido distorsionado a conveniencia y deslucidamente, para aliarse a lo más indigno, antiético, a lo injusto, a la mediocridad hasta cansar.

Profesora de nivel superior.
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