• 29/06/2022 00:00

Crecimiento y desigualdad

En los últimos 50 años Panamá ha optado en preservar su riqueza financiera, en lugar de una macroeconomía robusta inclinada al desarrollo, el crecimiento y la renta distributiva

Una pregunta inicial: ¿Qué hace que el crecimiento económico y la reducción de la desigualdad no caminen en la misma dirección? Respuesta sencilla: Ausencia total de un programa político-económico y social bien diseñado y acorde con nuestra realidad. Este programa debe incluir de manera simple:

1. En lo económico: El rediseño del mapa económico nacional, en especial lo relacionado con el uso de los fondos y las fuentes de recursos, esto acompañado de un verdadero programa de inversión publica dirigido a infraestructura, educación, salud y tecnología, a fin de buscar una solución definitiva a problemas estructurales existentes y la generación de buen empleo.

2. En lo social: Canalizar esfuerzos que busquen soluciones acordes a las necesidades propias de nuestro país, enfocadas en ayudar a los más vulnerables, como también enfrentar los nuevos riesgos sociales, no enfocados en el gasto social, sino más bien hacia la orientación y capacitación dirigidas hacia que las personas logren su propio bienestar. Lo importante es construir y preparar una sociedad con capacidades y habilidades, para no reparar mediante transferencia económica.

3. En lo político: Adecentar sobre la base de valores, con poderes independientes y combatir el voto mercantilizado, entre otras cosas.

Lo expresado no es fácil, pero se requiere voluntad, más que intención y especialmente capacidad. La primera va dirigida hacia el pueblo, la segunda recae sobre la persona y la tercera favorece la acción. Además, debemos comprender lo que a la fecha no ha funcionado, en especial un sistema democrático pobre, endeble y carente de integración, que permite una excesiva presión social, sindical y que hace que las ganancias económicas terminen regresando como un derecho.

Es fundamental crear un “trípode” macroeconómico robusto, en donde éste se incline hacia el desarrollo, crecimiento y renta distributiva y no en dirección a preservar la riqueza financiera como en los últimos cincuenta años.

En el mismo sentido nuestros gobernantes deben finalmente entender que las políticas populistas no son una gran decisión, la reducción de la desigualdad y la pobreza no tienen una gran correlación con los programas de transferencia económicas (subsidios) centradas especialmente en los más necesitados (lo cual también es cuestionable, ya que muchas veces estos programas son utilizados como promoción política y más a dos años del periodo electoral). Es importante caminar hacia la inclusión social, lo cual puede lograrse de manera efectiva mediante los ingresos que las personas y familias obtengan de su propio trabajo, para lo cual corresponde al Estado la generación de empleo y las adecuadas políticas salariales. Esto repercute en una mejor seguridad social (las personas cotizan), se mejora el ciclo económico, se expande el consumo y cae la desigualdad.

Se necesita un nuevo modelo de transformación acelerada, lo cual no es fácil en un contexto de dominación de las finanzas en gran escala, pero es posible desarrollarlo en búsqueda de nuevos desafíos que promuevan una sociedad más homogénea e igualitaria sobre la base de valores de bienestar social. La desigualdad no es solo en los ingresos, es urbana y rural, se observa en los puestos de trabajo, en los salarios, en las prestaciones de los servicios sociales, en la baja productividad, en la demanda demográfica y ni hablar de educación, salud y vivienda.

Tenemos un país que se debate entre los problemas heredados del pasado y los quehaceres de la actualidad, lo cual tampoco no ha sido abordado de manera efectiva. Es momento de atacar, prever y planear en especial en el tema de la seguridad social (aunque bastante tarde), revisar la relación gasto-PIB, entre otras cosas. No habrá una buena economía, sino logramos enfrentarla y además entender que se debe desarrollar una política económica que confluya para el objetivo de la desigualdad.

Algo queda claro, es un problema multivariable complejo, que requiere ser enfrentado desde diversos frentes para buscar soluciones congruentes; política y económicamente, razón por la cual es necesario un buen matrimonio entre la política y la democracia. Pero no la democracia en donde los poderes no funcionan, sino aquella dentro de un Estado de Derecho en donde prevalezca la equidad, que se vele por la solución de los problemas laborales, el deterioro de la base salarial, un sector empresarial comprometido e innovador, la real solución a la problemática social, una política de salud coordinada, una educación sin caretas ni mentiras; acorde al siglo XXI, un desarrollo tecnológico eficiente, un mercado logístico, turístico y de servicios competente y armónico, pero en especial cuando nuestros políticos se vuelvan a enamorar de Panamá y no lo vean solo por el beneficio de la política criolla.

Médico y catedrático universitario
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