• 02/06/2020 00:00

COVID-19: la responsabilidad compartida

“Aquí entra nuestra responsabilidad social y personal de entender que el escenario que hoy se vive no solo es de incumbencia exclusiva del Gobierno, sino de todos […]”

Con el nacimiento del nuevo miembro de virus con efecto respiratorios perteneciente a un tipo de familia que puede causar diversas afecciones, que van desde de un resfriado común hasta enfermedades graves, como los causados por el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS). El Covid-19, COVID-19 (acrónimo del inglés coronavirus disease 2019), el mundo entero desconocía que se enfrentaría a una de las más grandes amenazas de los últimos años, un enemigo invisible, poderoso y altamente contagioso.

Hasta diciembre de 2019, la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei en China, era para muchos donde me incluyo, totalmente desconocida, pero con un brote epidémico de neumonía de causa desconocida con un impacto futuro incalculable.

Muy pronto el nuevo y mortal virus daría a conocer sus efectos devastadores, no solo en la salud de toda la humanidad, sino también su impacto económico, político con visibles remanentes sociales.

Caídas en el precio del petróleo, cierre de actividades de las principales bolsas de valores del mundo, la desaceleración en grandes países compradores y consumidores con efectos evidentes en la relación exportadores e importadores de cada país, desencadenando a la vez su secuela en la pérdida directas de empleos y sus consecuentes daños colaterales por todos ya muy bien conocidos.

Los centros económicos de todo el mundo están sujetos a cierres, el sector de manufactura declina, ya que los negocios con cadenas de suministro internacional pueden operar solo de manera intermitente. El turismo disminuye drásticamente y el efecto en cadena se deja sentir en el transporte, comercio aéreo, en fin, todo sector servicio queda afectado. El anclaje y paralización de los mercados de valores mundiales y la huida de los inversores provocan la escasez de liquidez, como suma total de lo anterior y muchos otros factores, conlleva a que el PIB mundial se estanque, el comercio internacional se desplome, dando paso a lo que podría ser peor, una gran recesión mundial, con consecuencia igual de destructiva que el COVID-19 en la salud de los individuos.

Hoy en día es mucho más lo que se desconoce, que lo que se conoce del indeseado nuevo visitante, que a todas luces aparenta que llegó para quedarse entre nosotros. Y es aquí donde el desempeño de cada individuo es importante, su disciplina, habilidad para cumplir las disposiciones de nuestras autoridades de salud es determinante en el control y propagación de este terrible virus. Los funcionarios de salud pública todavía están evaluando los impactos médicos de esta enfermedad junto con ciertas características clave, como el período de incubación, contagio y propagación. Definitivamente que el impacto económico de esta inusual situación dependerá en parte de cómo reaccione el público ante el COVID-19, su disciplina definitivamente será factor determinante para que la enfermedad se extienda más rápida y ampliamente, trayendo como consecuencia nuevas inversiones y costos innecesarios.

He escuchado constantemente a las autoridades hablar sobre el día D, el día después de que se comenzara a levantar las restricciones de confinamiento de la población, las políticas económicas para reactivar la golpeada economía local, planes de inversión, ayuda a sectores como el agropecuario, industrial y empresarial…; bien, llegado ya ese día, nada de esto será lo suficientemente necesario para superar esta difícil situación, sin la actuación correcta y disciplinada del pueblo panameño.

Aquí entra nuestra responsabilidad social y personal de entender que el escenario que hoy se vive no solo es de incumbencia exclusiva del Gobierno, sino de todos y cada uno de los cuatro millones de panameños y miles de residentes en el país. Reconozco no ser experto en control epidemiológico, pero me muestro conforme y confió en el trabajo de los expertos y de las autoridades sanitarias y del titánico trabajo que llevan adelante, si no creo en su trabajo y esfuerzo, entonces ¿en quién creer?

Responsabilidad participativa entre gobernantes y gobernados, sacrificios compartidos, austeridad deben ser las palabras clave del Gobierno, con muestras contundentes del manejo y administración de la cosa pública en estos momentos de incertidumbre, a cambio la población debe ser disciplinada y obediente, no usar el escenario actual para la politiquería barata y desfasada, para eso ya habrá tiempo en el 2024.

No hay antecedentes claros de cómo manejar situaciones similares a lo vivido hoy, es inédita la situación, solo compartiendo responsabilidades entre los sectores afectados podemos sacar adelante nuestro país, recuperar nuestro espíritu alegre, pacífico, tolerante y amable que a través de los años ha forjado nuestra identidad.

Junto alcanzaremos a vencer y superar este duro momento que a veces parece una pesadilla interminable, lo lograremos sacando nuestra identidad auténtica e inquebrantable y recordemos por siempre que estas situaciones no las vence el país más poderoso o rico, lo vence solo un país disciplinado y educado

Diplomático de carrera.
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