• 30/06/2014 02:00

Cosas de nuestra idiosincrasia política

Otra de las costumbres que se ha hecho obligatoria para nuestros gobernantes es la del subsidio

Así como los tiempos traen innovaciones tecnológicas, culturales, económicas, familiares, sociales, también se han producido cambios en las costumbres políticas de los panameños. Lejos estamos de aquellas elecciones en las que se reunía a los votantes y se les llevaba a las urnas con los dedos untados de vaselina para que la tinta china no les tiñese los dedos y así pudiesen votar varias veces. Ahora se les alquila la cédula dos días antes de las elecciones y se les devuelve un día después de haberse efectuado las mismas, claro está que con una compensación de cincuenta o cien balboas.

Hace algunas décadas, los políticos prometían la consecución de obras para las comunidades, las cuales se ejecutarían una vez fuesen elegidos. Ahora los candidatos que desean ganar no ofrecen esperanzas, sino que brindan realidades, así que por adelantado tienen que cumplir, al menos, con una parte de lo que prometen. Cuando se trata de aspiraciones a una curul de diputado, los candidatos del oficialismo cuentan con dinero en efectivo y con múltiples objetos, que, en algunos casos, son tan abundantes que les falla la logística en la distribución.

Si se trata de diputados que desean reelegirse, utilizan durante los cinco años de diputación las tristemente famosas partidas circuitales, que, según estadísticas creíbles, alcanzaron la cifra de 416 millones de balboas, que fueron utilizados, aunque inequitativamente, por los diputados de todos los partidos.

No creo que en país alguno los diputados disfruten de los privilegios que los nuestros se han ido concediendo a lo largo de los años. Exoneración de vehículos, sumas destinadas a planillas para favorecer a familiares y amigos y contratos para nombramientos en distintos ministerios y entidades, son parte de la nueva idiosincrasia que caracteriza la conducta de quienes deberían limitarse a las tareas legislativas, judiciales y políticas que les asigna la Constitución Nacional. Salvo que se les impida mediante reformas a la Carta Magna, esas malas prácticas continuarán, porque la abundancia suele ser más atractiva que la continencia.

En muchos países, la posición de notario se adquiere por oposición o por concurso de méritos y es funcionario de carrera. En Panamá, es un botín político y los notarios cambian cada cinco años. Se afirma, pero no me consta, que algunos presidentes de la República han requerido una suma mensual a los notarios a quienes han beneficiado previamente con los nombramientos. Ya es hora de que el cargo de notario, para el cual hay que reunir los mismos requisitos que para ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, sea una función permanente a la que se ha accedido sin favoritismo político y que su responsabilidad sea, no solo objetiva como es en Panamá, sino también subjetiva, pues ello le dará más credibilidad y confianza a los actos en los que estampen su firma. En Panamá, a diferencia del resto del mundo, los cónsules no son de carrera ni gozan de estabilidad en sus cargos. Algunos no necesitan, cuando regresan, volver a trabajar y ya es hora de que un consulado no sea fuente de enriquecimiento, como si fuera un castigo el nombramiento en el exterior y haya que compensar monetariamente al cónsul, mediante porcentajes de la recaudación.

Otra de las costumbres que se ha hecho obligatoria para nuestros gobernantes es la del subsidio. Es cierto que una de las grandes fallas de nuestro desarrollo es la desigualdad y que a muchos panameños no les alcanza el salario para sus necesidades básicas. No obstante, creo que la política del subsidio no solo no resulta beneficiosa, sino que obstaculiza y entorpece el aporte y la colaboración de las comunidades. Es preferible la enseñanza a la caridad y la formación al obsequio.

He visto a padres de familia reclamarle al Ministerio de Educación que les corte la maleza de un terreno adyacente a una escuela, porque si una culebra ataca a un estudiante responsabilizarán al MEDUCA. Uno se pregunta si esos acudientes no pueden ellos mismos llevar a cabo la limpieza del terreno y reparar los servicios sanitarios cuando se dañan, generalmente por mal uso o abuso de tales instalaciones y actos de vandalismo.

Es hora de que los panameños decidamos que el fortalecimiento de nuestras instituciones debe sustentarse en las buenas costumbres basadas en el respeto al derecho ajeno, el entendimiento, la honradez y la solidaridad.

ABOGADO

*EX PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA Y ACADÉMICO NUMERARIO DE LA ACADEMIA PANAMEÑA DE LA LENGUA.

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