• 06/03/2024 00:00

Comunicación con perspectiva de género

En pleno siglo XXI el arraigo de discursos de discriminación hacia las mujeres en la cultura mediática siguen vigentes. Por lo tanto, nos queda un largo camino por recorrer para lograr una sociedad realmente igualitaria [...]

En un mundo hiperconectado, respaldado por likes, reels y selfies donde coexistimos diversas corporalidades, todavía persiste la búsqueda incansable por la igualdad de derechos. El reclamo constante de reivindicaciones que permitan equiparar las vidas de niñas, adolescentes y mujeres en diversos ámbitos, por parte de movimientos comunitarios no cesan. Sin embargo, en pleno siglo XXI el arraigo de discursos de discriminación hacia las mujeres en la cultura mediática siguen vigentes. Por lo tanto, nos queda un largo camino por recorrer para lograr una sociedad realmente igualitaria, donde lo comercial no prevalezca sobre la noción de derechos humanos en favor de este sector poblacional. Es fundamental que las mujeres dejemos de ser consideradas meros objetos de consumo o placer, tanto en redes sociales como en otras plataformas mediáticas.

Según el análisis de la investigadora mexicana Aimé Vega Montiel, citada por Claudia Figueroa Pino, estas prácticas discriminatorias surgen debido a la falta de una intención firme (en los medios masivos) de “visibilizar la participación de las mujeres y su poder como agentes sociales en las esferas política, económica, educativa y cultural”.

Un ejemplo concreto de discursos discriminatorios en la industria cultural, ocurre cuando desde la publicidad se insta al público a regalar electrodomésticos como cafeteras o estufas en el Día de las Madres, relegando a las mujeres exclusivamente al ámbito culinario. Aunque pueda parecer inocente en un día festivo, dicha acción encierra una práctica de infantilización y privación de derechos innegables para quienes han decidido maternar.

Esto perpetúa estereotipos y permite que las desigualdades sigan camufladas bajo la apariencia de progreso. A pesar de que afirman con orgullo que las mujeres somos mayoría en las graduaciones de carreras universitarias, aún queda mucho por hacer. Un estudio de ONU Mujeres publicado en 2022 señala que: “en Panamá, las mujeres ganan en promedio un 11.5% menos de sueldo que los hombres” (Figueroa Pino, 2024). Además, el empleo de las mujeres se concentra en ocupaciones tradicionalmente feminizadas con los salarios más bajos (Patiño, 2022, como se citó en Figueroa, 2024).

Del mismo modo, esta disparidad salarial no se origina de la nada. Surge como resultado de dinámicas violentas y repetitivas, que las audiencias reproducen sin saberlo con el paso del tiempo.

Parece que avanzamos un paso y retrocedemos dos. Con la proliferación de mensajes discriminatorios contra las mujeres, seguiremos estando dentro del mandato que busca empobrecer el discurso público, reducir la participación de las mujeres en la toma de decisiones y apartar el pensamiento crítico en los barrios, en las escuelas y universidades.

Por lo anterior, es imprescindible “no dejar de consultar a las mujeres como fuentes expertas” al momento de desarrollar contenidos, como lo plantea la profesora de periodismo, Claudia Figueroa Pino. Puesto que, según refiere, “las mujeres son voceras de la comunidad, actúan como defensoras de derechos humanos y portavoces de prácticas culturales”. Es decir, voces que reclaman derechos en búsqueda de un futuro igualitario para las mujeres en Panamá.

Las estadísticas revelan una alarmante disparidad de género en la esfera pública, política y laboral. Por ejemplo, según Figueroa (2024), “en 2019, solo 13 % de los cargos de elección popular a nivel nacional fueron ocupados por mujeres”. Las juntas directivas de las empresas privadas y los puestos de dirección en las instituciones públicas también presentan una baja participación femenina, con un 14 % y un 18 % respectivamente”, (cifras del Informe Nacional Voluntario, 2020).

Entre tanto, la discriminación también se manifiesta en el tratamiento mediático hacia las mujeres. A menudo, son cosificadas, ridiculizadas o infantilizadas, y su imagen se utiliza por conveniencia o moda. Este fenómeno afecta de manera particular a mujeres afrodescendientes, con discapacidad e indígenas, quienes son relegadas a roles denigrantes.

Es necesario un cambio radical en la forma en que interactuamos como sociedad. La lucha por la equidad de género no solo beneficia a las mujeres, sino que impacta en el desarrollo y bienestar de toda la población. Requerimos un cambio de paradigma comunicacional y cultural que ponga fin a la discriminación y los estigmas, fomentando una sociedad más justa e igualitaria.

Los contenidos discriminatorios, aún presentes en medios masivos y audiovisuales, perpetúan mitos y conceptos erróneos sobre la feminidad y el rol de las mujeres alrededor del mundo. Es vital ofrecer a la audiencia alternativas que promuevan la igualdad y el respeto hacia todas las personas.

El futuro que anhelamos requiere un compromiso activo por parte de todos los sectores de la sociedad. Solo mediante la acción conjunta y el cambio de las estructuras patriarcales podremos construir un mundo donde la equidad de género sea una realidad tangible.

Cabe destacar que los datos que sustentan este escrito fueron recabados de la conferencia “Discriminación discursiva hacia las mujeres en los medios masivos”, presentada en febrero de 2024 por la profesora Claudia Figueroa Pino, en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá.

El autor es periodista y consultor
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