Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 23/06/2019 02:03
Del cinismo y los cínicos
Cínico, cinismo. Esas palabras martillaban mi cerebro. ‘Cínico', dijo Oscar Wilde, ‘es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada'. No es raro que una palabra despierte mi curiosidad; así inicié un safari cibernético para encontrar el origen del ‘cinismo', en latín ‘cynismus'. Su historia empieza en Grecia y llega a nuestros días con abundante material escrito por autoridades en historia, sociología, filosofía, política, psicología, etc. Fueron los filósofos griegos, entre los que destaca Diógenes Laercio, autor de la obra ‘Escuela Cínica'; Antístenes, filósofo y seguidor del cinismo, ‘vivía según su propia ley, la que él mismo eligió para sí; las leyes establecidas y las convenciones sociales no eran importantes para este sabio, que como todos los cínicos despreciaba las normas, las instituciones, las costumbres y todo lo que representa una atadura para el hombre'. Diógenes, dice la historia, vivía en un barril. El cinismo despreciaba las cosas materiales y enaltecía la sabiduría y la libertad como camino a la felicidad; los perros eran modelo que admiraban por su sencillez; en acciones de rebeldía, contestatarias, practicaron conductas caninas.
¿Cómo, me preguntaba, pasó el cinismo de Antístenes, Diógenes, y de otros filósofos, a tener el sentido que hoy le damos y define el DRAE como: ‘1. Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables. 2. Impudencia, obscenidad descarada. 3. Filosofía. Doctrina de los cínicos que expresa desprecio hacia las convenciones sociales y las normas y valores morales'? La mutación de aquellos elevados principios devino en el sentido peyorativo y negativo de ‘cinismo' que hoy usamos; no obstante, y a pesar de las explicaciones sobre este proceso, no me resulta fácil entender cómo, de aquellas actitudes rebeldes, antisistema de la escuela de los cínicos, pasáramos a la impudicia que define el DRAE; al hombre que, despojado ya no de sus ricas vestimentas sino de la vergüenza, practica acciones condenables; y que, carente de toda empatía, se burla, saquea, humilla y se lanza de lleno a la corrupción con total desprecio de las penurias que siembra en su malvado andar. Dicho de otra manera, ‘le importan un rábano' los sentimientos de los demás ante sus fechorías; arropados con el manto de la amistad, el agradecimiento, los lazos familiares, el negocio, etc., en una gran ronda estos cínicos le hacen coro al cínico mayor.
También surge en la sociedad otra clase de cinismo; el que nace en nosotros cuando abatidos, hastiados de la corrupción, del irrespeto a las leyes, al incumplimiento de promesas, dejamos de creer en la bondad, en la sinceridad; rechazamos la confianza y nuestro lenguaje y nuestras acciones se inclinan por el sarcasmo, la ironía, la burla. ‘¿Que nos van a bajar la tarifa eléctrica? ¡Ja, ja! Por algún otro lado nos traban'. Y así pasamos a categoría de cínicos ‘de boquilla'; a no creer ‘ni aunque nos digan misa'. Pero al final, el estadio ideal para que el cínico se luzca es el de la política. El cinismo de aquellos griegos que desafiaban al poder, hoy es el del prepotente y poderoso cínico que desafía los Derechos Humanos, las leyes, la institucionalidad que debería regir con orden la vida ciudadana; el que está convencido de que puede burlar leyes, mentir, abusar; no puede detenerlo un pueblo manso, acogotado, su perverso triunfo. Y así, con patológico cinismo conduce Gobiernos (y también empresas, no se hagan los inocentes). Estos ejemplares, más abundantes en la política que en otros campos, se olvidan de la sociedad, porque su meta es alcanzar el poder para enriquecerse. Este cinismo asentado en la impunidad es un tsunami de desvergüenza que derrama corrupción sobre la vida ciudadana; fomenta el desaliento que ata de manos y frustra y siembra desesperanza, porque el cínico no se presenta al debate lógico, a enfrentar las verdades ni a medir realidades; no sabe hacerlo, porque esta clase de cinismo es enfermedad sin cura. En su cínica soberbia, solo sabe manotear y gritar.
¿Qué hacer frente al cinismo que nos torna indiferentes, pasivos ante los estragos que causan los cínicos que se ajustan a la definición actual del DRAE? ¡No tirar la toalla, no rendirnos! No perder la capacidad de indignarnos frente al mal y hacerles ‘la vida de cuadritos' a los corruptos, a la injusticia. Algo logramos en esa vía en las elecciones del 5 de mayo. Pero ellos no cambiarán; tienen mucho que perder. Y llegarán hasta donde lo permitamos usted, yo, nosotros.
COMUNICADORA SOCIAL.
‘¿Qué hacer frente al cinismo que nos torna indiferentes, pasivos ante los estragos que causan los cínicos que se ajustan a la definición actual del DRAE? ¡No tirar la toalla, no rendirnos!'