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- 27/10/2020 00:00
El Cid, seductor
El autor del Poema del mio Cid se cuida de referirse a los amores secretos de Rodrigo Díaz de Vivar, son los prejuicios de la época. Richard Brooks, quien participa en la larga odisea del héroe ibérico por recuperar su honor, tiene la oportunidad de conocer las pasiones amorosas del Campeador.
Luego de una de las victorias contra los árabes por la conquista de Valencia, el Cid se enamora de Yesenia Arlet, hermosa mujer del Al-Andaluz. Yesenia impactada con la personalidad fuerte y decidida de ese hombre que siempre es el primero en las acciones bélicas al combatir por su fe y patria española, lo asedia. Él, hombre intuitivo, también siente los ardores de una mujer sin inhibiciones. Los perfumes del viento primaveral los envuelven en un torbellino de eternas emociones, se penetran hasta profundidades desconocidas, navegan en un océano de inmensos oleajes y llegan a un clímax de infinitas tempestades. Después el silencio los embriaga en un abrazo de almas. De esos amores nacen Luscinda y Dorotea, que luego registra Cervantes en las famosas aventuras de Don Quijote.
Después del episodio del Cid con los judíos Raquel y Vidas, los hábiles comerciantes deciden enviarle al legendario Hércules hispano a su preciosa sobrina Elzebir. Ella es de finos modales, esbelta, una belleza mediterránea, inteligente y de carácter fuerte, llega hasta la Villa de Medinaceli, donde recupera fuerzas el Cid en su ruta por alcanzar fama y fortuna. Richard Brooks, como principal en la escolta de don Rodrigo Díaz de Vivar, la introduce ante el imponente guerrero de la barba mitológica. Se miran sin hacer concesiones, ella tiene mucho de Altisidora y Marcela, mujeres cervantinas. Elzebir le entrega los presentes enviados, lo hace con distinción, habla alto y claro, pero su sonrisa, el fulgor de sus ojos marrones, el porte de reina seducen de inmediato al Campeador. Cabalgan por los campos que aún tienen las reminiscencias de los celtíberos, romanos y musulmanes. Elzebir acaricia con especial devoción la Colada, una de las legendarias espadas del Cid. Admira a Babieca, ese caballo espectacular que llama la atención de Alonso Quijano. Todo lo de él centra su interés, lo ama sin prisa, cada detalle de su historia personal lo absorbe en su esponja emocional, le cuenta a Richard Brooks de sus ansiedades y secretos, el irlandés es el confidente.
A Elzebir le encanta sentir en sus senos la larga barba del héroe hispano cuando lo besa, eso le desborda su sensualidad, cuando él, la toma en sus brazos su río interior inunda el triángulo de la vida, así le gusta a él; el caballero medieval enloquece de pasión con esa humedad fértil. Elzebir pare hermosas gemelas. Las llama Lea Esther y Hannh Shaní.
Faeza llega a Salamanca cuando el Cid acaba de nombrar a Jerónimo Visqué de Perigord obispo de la ilustre ciudad. Almutamiz, rey de Sevilla, agradecido por los favores recibidos por el Hércules ibérico, le envía entre otros obsequios, treinta de los mejores corceles árabes. Don Rodrigo a su vez le entrega a su amigo Minaya Álvar Fáñez los briosos caballos como tributo feudal al rey Alfonso VI, es la lealtad institucional por encima de su sentir ante el injusto destierro.
Faeza lleva también un enigmático manuscrito de la colección hermética del conde de Toledo, don Ariel Barría. La obra es la misteriosa, Calle del espanto, Richard Brooks la lee con asombro, descubre una de sus vidas futuras.
Faeza le explica a don Rodrigo que su nombre significa protección y éxito, que saldrá airoso del encuentro de las Cortes de Toledo, donde se juzgará a los hermanos De Carrión y que su honor será restablecido por su constancia y desprendimiento. Y que su nombre será emblemático en el devenir de España. El Cid se emociona con esos augurios y comparte con Richard Brooks esas novedades.
Faeza es una mujer de una galaxia interior rica por su intensidad emocional, es sensible e intuitiva, de poco hablar, se expresa con una mirada fuerte, pero tierna, su delicadeza conmueve al señor de Vivar. Los ojos esmeraldas, el hablar suave y armonioso de sus gestos, los aromas exóticos de su cuerpo, unido a los relatos que luego harán famosa a Sherezada, lo enamoran. El Cid nunca ha sentido tantos ardores como amante, se rinde ante el amor, Faeza es como la Amarilis de Lope de Vega.
Richard Brooks, el auténtico creador del Poema del Cid, le cuenta al clérigo Jerónimo Visqué de Perigord de los amores secretos del Campeador y el clérigo Per Abbat los elimina al copiar el famoso texto.
Nota: Se consultó La épica del honor, El Cid de Ricardo Arturo Ríos Torres.
Los amores secretos del Cid es parte de Éxtasis la locura poética y narrativa de sir Richard Brooks, el más excéntrico de los autores panameños. El texto tiene hermosos poemas con un lírico erotismo. Éxtasis solo está en Riba Smith.