• 06/12/2022 00:00

Catar: condición posmoderna, tolerancia y DDHH

“Una cultura que convierte a la mujer en un adorno doméstico, apéndice y ciudadana de segunda clase no es respetable ni tolerable”

A propósito de las restricciones que deben cumplir los asistentes al Mundial de Fútbol, advertimos un espontáneo y nutrido debate con una profusa proliferación de opiniones, tanto en redes sociales como emitidas por narradores y comentaristas del evento.

En el debate virtual, la opinión de que “es su cultura y hay que respetarla”, sin decir que es mayoritaria, constituye un parecer o criterio de buena parte de los opinantes.

Subyace en este juicio una perspectiva que resalta la tolerancia y el respeto a la diversidad cultural como valores positivos.

Mi intención es centrar el debate con el siguiente cuestionamiento: ¿son tolerables todos los actos o situaciones propias de una cultura?

En la década del 60-70, la FIFA, órgano rector del fútbol asociado, cuestionó la participación del equipo nacional de fútbol sudafricano por no tener algún miembro del grupo negro. La entidad expulsó a Sudáfrica como miembro de la FIFA en 1970 por su política segregacionista.

FIFA, cincuenta años después, da un paso atrás al conceder la organización del Mundial a Catar, ignorando que, en los hechos, el sistema legal-religioso de ese Estado aplica políticas de segregación contra las mujeres y otros grupos humanos, en franca violación de los derechos humanos.

Aunque el publicitado respeto contemporáneo a la diversidad cultural y al pluralismo, y la consecuente promoción de la tolerancia hacia las diferencias se haya impuesto como cultura de lo políticamente correcto, lo cierto es que lo aparentemente correcto suele encubrir el nihilismo y el relativismo, propios del pensamiento y la cultura de una época que se ha dado en llamar, no sin controversia, como posmoderna.

Bajo las premisas posmodernas, la idea de unos derechos humanos como valores que pueden ser compartidos por toda la humanidad es puesta en duda.

En el libro “Teorías sobre la cultura en la era posmoderna”, el antropólogo norteamericano Harris Marvin advierte que, bajo los auspicios posmodernos, el subjetivismo, relativismo, particularismo y nihilismo se han convertido en temas destacados.

Como atinadamente advierte Follari, lo posmoderno es un ambiente cultural, una condición de la época, y para nada un conglomerado coherente de tesis acerca del mundo o de la sociedad. Se es pues posmoderno sin saberlo.

Aunque las ideas posmodernas no constituyen claramente un cuerpo teórico estructurado, puede enunciarse a un puñado de autores señalados como posmodernos, entre los que se destacan Lyotard, Foucault, Derrida, Baudrillard, y Vattimo; cuyas premisas básicas serelacionan al fracaso del proyecto de la modernidad y la crítica a los llamados “metarrelatos de la modernidad”. La crítica alcanza a los Derechos Humanos, cuya pretensión de universalidad es definida como totalitaria y etnocéntrica, pues, no puede existir universalidad en lo diverso.

El fundamento último de los derechos humanos es la dignidad humana, por ello, los derechos proclamados son indivisibles, la violación de un derecho tiene siempre el alcance de ofender tal dignidad. Esta perspectiva nace y se desarrolla en la modernidad y en su evolución supera el positivismo jurídico al convertir principios en ejes de la organización jurídico-estatal nacional.

La tolerancia, sin ser un derecho, se encuentra implícita en los derechos humanos, está contenida en la libertad religiosa, de pensamiento, de opinión, de participación política.

Pero no se puede tolerar lo intolerable. La tolerancia a todo resulta perversa. “... el relativista ecuménico, deseoso de respetar a todos los sistemas de verdad y de valor para no despreciar a ningún ser humano, cometerá indirectamente el pecado: los sistemas culturales que respeta no siempre respetan a otros sistemas culturales (o integran en sí mismos jerarquías y castas), y al aprobarlas él mismo está despreciando lo que tales culturas desprecian, dentro de sus propias fronteras o fuera de ellas” (Gellner 1995).

La tolerancia tiene límites, ya que existen determinados actos o situaciones que no pueden tolerarse; no se pueden tolerar aquellas leyes y conductas que lesionen los derechos contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Como bien afirma Beltrán Gans: “La tolerancia será un valor favorable a los derechos humanos cuando implica una cultura de respeto a los propios derechos humanos, libertad religiosa, igualdad ante la ley, respeto a la dignidad humana, libertad de pensamiento y de opinión”. Una cultura que convierte a la mujer en un adorno doméstico, apéndice y ciudadana de segunda clase no es respetable ni tolerable.

(*) Abogado, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Panamá.
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