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- 10/11/2019 00:00
Capacidad de asombrarnos
Es definitivo que los panameños no agotaremos nunca nuestra capacidad de asombrarnos. Nuestro destino de vía de paso se puso de manifiesto desde que se descubrió oro en California y se construyó un ferrocarril a través del istmo, para hacer más corto el viaje entre la costa este de Estados Unidos y la costa oeste y ahorrarse la engorrosa vuelta por el Cabo de Hornos. Después nos separamos de Colombia, que nos tenía como una provincia olvidada y por esa circunstancia pudimos terminar la obra majestuosa de la que nos sentimos orgullosos, el Canal de Panamá, gracias a la ambición gringa, la codicia francesa y la miopía colombiana. Ya desde 1830, antes de morir, Simón Bolívar había envisionado la construcción de un ferrocarril por la angosta cintura de nuestro país.
Logramos un tratado con la gran potencia del norte, después de una lucha generacional que llevó a varias generaciones a sembrar banderas en los territorios que ocupaban las bases militares y después de una transición larga y dolorosa de 23 años, recibimos el bien más preciado que nos ofrece nuestra privilegiada posición geográfica, el Canal de Panamá, el que hemos manejado con suprema eficiencia y profesionalismo, lo que muchos países y personas dudaban que haríamos.
Sobrevivimos a una invasión gringa de 26 mil soldados que vinieron a buscar a un solo hombre, al que no encontraron, pero que permitieron que se saqueara y quemara la ciudad de Panamá y algunas otras ciudades importantes del país. Nos levantamos como el Ave Fénix y seguimos, contra todos los embates. Hace tres años se destapó un escándalo de proporciones mundiales que nos puso en boca de todo el mundo por el simple hecho de que lo llamaron con nuestro nombre, “Panama Papers”, y así hemos ido cargando este karma como los grandes lavadores de dinero que nos ha puesto en todas las listas de colores oscuros. De paso, un procónsul gringo se ensañó contra el emporio comercial de una familia que les daba empleo a miles de panameños y por capricho (y complicidad con el presidente pelele de turno) lograron arrodillarla y perder sus mayores activos, ganándonos una demanda de miles de millones de dólares.
Tuvimos un presidente, el único en la historia republicana, que fue apresado en Miami, esposado y engrilletado para deshonra de nuestro país, y tratado como lo que es, un delincuente, por un año y después, devuelto a Panamá para que pasara otro año fingiendo toda clase de dolencias, mismas que ahora que lo declararon “no culpable” de haber pinchado las comunicaciones de más de 150 personas “sospechosas” (entre las que estaba su propia esposa) no se pierde una fiesta y parranda y no ha tenido ninguna recurrencia de sus alegadas enfermedades desde que goza de libertad.
Ahora, para guinda del pastel, salen a la luz una serie de intercambios de mensajería instantánea del expresidente Varela que la verdad, demuestran no solo el nivel de maldad que tenía ese mandatario en contra de su antecesor, que lo distinguió con ser su vicepresidente y canciller, sino relaciones bastante comprometedoras con el contralor, con la procuradora, con miembros claves de su Gobierno y, sobre todo, con el mencionado procónsul en los que tramaba cómo acabar con la familia Waked.
En mi sano juicio, no puedo entender, primero, que alguien invierta tanto tiempo en mandar chats (hasta 200 diarios) por cosas intrascendentes y que la procuradora, entre otros altos funcionarios, intercambiaran hasta los menús (con fotos) de lo que iban a comer, pidiera favores para parientes (préstamos bancarios con historiales crediticios negativos) y hasta le corrigiera sus discursos. Con razón eran tan malos, solamente recordar el que dio en la ONU, donde mencionó los Tratados del Canal de Panamá sin decir su nombre correcto: Torrijos-Carter.
Sin invertir mucho tiempo en revisar los alegados VarelaLeaks y habiendo escuchado la defensa desaforada que hizo el expresidente Varela desde Shanghái al noticiero de Telemetro, donde acusa de todo a su mentor y predecesor, Ricardo Martinelli, en componendas con el Partido Revolucionario Democrático (PRD), solo me queda concluir que su fallida gestión, basada en el odio y el resentimiento, afectó a todos los niveles del devenir nacional, coartando el crecimiento que, aunque sobrecalentado por la magnanimidad de la gestión anterior (y sus chanchullos, que este siguió y potenció), nos siguieron pinchando y que la procuradora, si le queda algo de dignidad después de verse retratada como lo que es en esos intercambios, no le queda otro camino que renunciar. No ha investigado los mayores escándalos de corrupción que hemos vivido en los últimos años, no ha metido a nadie en la cárcel (alega que dos) y ha comprometido la imparcialidad del Ministerio Público con la relación casi íntima que reflejan sus intercambios de WhatsApp con el mandatario.
La verdad es que no sé qué estamos esperando para exigir su renuncia y que se reabra, de una vez por todas, por lo menos, el caso Odebrecht.