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- 03/12/2020 00:00
La calidad de un profesor no se mide por cronología
Knut Hamsun, famoso escritor noruego y Premio Nobel de Literatura en 1920, es el autor del siguiente pensamiento: “¿Que los años pasan muy rápidamente? Sí, para el que envejece”. Traigo a colación esta frase célebre para ubicarla dentro del contexto de la discusión que ha surgido durante las últimas semanas en torno a cuál debe ser la edad ideal de retiro definitivo para los docentes que laboran en las cinco universidades estatales que funcionan en Panamá. De inmediato presento un relato que, de seguro, nos ofrecerá más luces para comprender la situación planteada:
Una de mis mejores y más recordadas experiencias profesionales ocurrió en junio del año 2002 cuando participé, durante dos semanas, como estudiante en un diplomado intensivo ofrecido por el Instituto para el Análisis y la Resolución de Conflictos (ICAR, por sus siglas en inglés) de George Mason University (GMU), ubicada en Fairfax, Virginia, EE.UU. [Este instituto ha evolucionado constantemente y hoy es conocido como Escuela Jimmy y Rosalynn Carter para la Paz y la Resolución de Conflictos].
Gracias a becas ofrecidas por la Organización de Estados Americanos, una veintena de periodistas de distintos países de América Latina participó con entusiasmo en la actividad académica intitulada “El rol de los medios de información en el análisis y la resolución de conflictos”.
El grupo de instructores de ICAR estaba encabezado por el Dr. Christopher Mitchell, una figura reconocida universalmente en materia de resolución de conflictos. Otro de los docentes era el Dr. Johannes Botes (murió en 2017 por cáncer), quien era un periodista caucásico de Sudáfrica que había luchado en su país natal para extinguir el apartheid, pero no tuvo más remedio que emigrar hacia el coloso norteño cuando aquel gobierno de minoría blanca incrementó la persecución en contra de los reporteros abolicionistas.
Cuando apenas había comprado mis alimentos durante uno de los almuerzos en el restaurante de GMU, Botes me hizo señas para que me acercara a su mesa, ocupada por él y otra persona. “¿Puedes acompañarnos, si no es molestia?”, preguntó Botes con su peculiar tono amical. Luego de sentarme, mi instructor me presentó a su acompañante: el Dr. Vernon Lomax Smith.
En ese momento, con sus 75 años de edad a cuestas, Smith fungía como profesor emérito de economía en GMU. Como autor y coautor de más de 200 libros y artículos, en un abrir y cerrar de ojos me percaté de que me hallaba ante toda una eminencia. En verdad, prácticamente ni probé mi comida cuando escuché durante una hora a este docente hablar -conferenciar, más bien- sobre una miríada de tópicos. De su boca solo salía erudición en su más excelso nivel.
La conversación se tornó más cálida cuando me enteré de que Smith había nacido en Wichita, Kansas, lugar donde viví y trabajé durante cuatro años. Fue en la principal institución educativa de esta ciudad (Wichita State University) donde yo obtuve mi postgrado. En adición, Smith se graduó en la escuela secundaria North High de Wichita, donde yo también laboré (1989-1990) como tutor de estudiantes minoritarios, en especial los de origen hispano.
Smith se despidió calurosamente. Tenía programado, en la tarde de esa fecha, dedicar cuatro horas de investigación en la biblioteca. Después, mientras caminaba con Botes hacia las instalaciones del ICAR para retomar las clases del diplomado, escuché de mi profesor que yo había sido un privilegiado tras haber compartido mesa con una figura trascendental en la economía mundial.
Cinco meses luego de mi regreso a Panamá, supe una noticia que me impactó: el Dr. Vernon Smith había recibido el Premio Nobel de Economía 2002. No podía creer que un mortal como yo había compartido más de 60 minutos con el próximo receptor del Nobel. Smith, según la Real Academia de las Ciencias de Suecia, ganó por “integrar aspectos de la teoría psicológica sobre el comportamiento del ser humano en momentos de incertidumbre”, entre otras consideraciones muy técnicas.
Hoy, con una edad de 93 años, Vernon Smith no se ha retirado y está, como se dice en nuestro argot popular, vivito y coleando. En 2008 fue nombrado como profesor extraordinario en Chapman University (California), donde fundó y actualmente preside al Instituto de Ciencias Económicas.
Con el anterior relato deseo concluir que la calidad de un profesor no se mide de manera cronológica, sino por aspectos de productividad y desempeño. Existen varios métodos para reglamentar el retiro definitivo y con dignidad de los docentes, pero ello será planteado eventualmente en otro artículo.