El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
“Solo hay juventud en los que trabajan con entusiasmo para el porvenir, por eso, en los caracteres excelentes puede persistir sobre el apeñuscarse de los años. Nada cabe esperar de los hombres que entran a la vida sin afiebrarse por algún ideal; a los que nunca fueron jóvenes, paréceles descarriado todo ensueño. Y no se nace joven: hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal no se adquiere”. (Ingenieros, 1913, p.22).
Para los jóvenes que nos atrevemos a considerarnos revolucionarios, no hay mayor afán que ver cristalizado el ideal de una sociedad mejor.
Aunque se nos inculque la superación individual como la panacea de todos los problemas existentes, nosotros entendemos que no hay meta individual que pueda superar la sensación de bienestar que puede causar la realización de una meta colectiva como la liberación de nuestros pueblos.
Anhelamos poseer una vivienda digna y propia. Detestamos que los banqueros, los de bienes raíces y los terratenientes se apropien de tantas propiedades, terrenos y casas mientras existen millones de personas sin hogar o endeudados para tener un humilde hogar.
Anhelamos que se nos eduque para la vida y no para el mercado laboral, que se nos conciba como seres humanos, y no como capital humano. Que nos muestren literatura de García Márquez, Diana Morán, Kafka, etcétera. En lugar de enseñarnos a emplatar la comida del gentrificador. Que nos enseñen nuestros dialectos ancestrales y no el inglés para servirle al yanki invasor.
Demandamos que se muestre la verdad detrás de aquella fatídica noche del 20 de diciembre de 1989. Que no nos mientan diciendo que los gringos nos salvaron, que no digan que hubo una “causa justa”.
Porque sabemos que fue una ingente injusticia, un genocidio atroz y cobarde. Queremos saber ¿cuántos compatriotas murieron?, ¿cómo se llamaban?, ¿qué hacían?, ¿a qué se dedicaban?, ¿cuántos fueron exactamente los desaparecidos? Y que se admita, de una maldita vez, ¿porqué les hicieron eso?
Demandamos que los productos esenciales para alimentar a nuestras familias -o como también se le conoce, la canasta básica– no tenga un precio absurdamente elevado a causa de su sistema económico especulativo.
Exigimos que los exagerados precios de los medicamentos en nuestro país se regulen, entendiendo que son de los precios más elevados de la región a causa de una mafia farmacéutica que administra unas cuantas familias de la oligarquía nacional.
Exigimos que no deba suponer realizar una hazaña cuasi homérica, durante toda nuestra vida, el intentar “ganarnos la vida”.
Nos parece un despropósito la “filosofía” de miseria que, conscientemente, esparce la burguesía sobre toda la clase trabajadora panameña.
Rechazamos categóricamente sus conceptos de meritocracia y libertad totalmente carentes de contenido.
Rechazamos que se exija el esfuerzo de las grandes mayorías para sostener los privilegios y holgazanería de unos pocos. No aceptamos sus discursos vacíos de supuesta superación. No aceptamos sus políticas de inequidad y muerte.
No toleramos a sus políticos apátridas. No toleramos que la única libertad que defiendan sea la de morirse de hambre.
No toleramos sus violaciones a los derechos humanos y constitucionales.
Y, por todo lo antes mencionado, luchamos.
Luchamos por defender nuestros derechos humanos.
Luchamos por nuestros padres y hermanos.
Luchamos por nuestros compatriotas.
Luchamos por la humanidad.
Luchamos por nuestro pueblo y todos los pueblos del mundo.
Luchamos, y por eso gritamos: ¡Sin lucha, no hay victoria!
Luchamos porque tenemos la certeza de que las piedras que lanzamos, edificarán una mejor Panamá.
Luchamos, y mientras lo hacemos, seguimos luchando.
Ante la persecución política, no nos queda nada más que luchar por nuestro ideal de una nueva Panamá, luchar por la refundación nacional, aunque nos encarcelen, aunque nos saquen los ojos. Porque como dijo Diana Morán: en la clandestinidad sembraremos jazmines rojos.