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- 17/06/2013 02:00
Amenazas al desarrollo
Se han dado en las últimas semanas cuestionamientos sobre la compra o el acaparamiento o no de medios masivos de comunicación. El grueso de esta columna es parte de un ensayo más extenso titulado ‘Estrategias de comunicación para el desarrollo’, publicado por primera vez en marzo de 2006.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ve como un desafío mundial para este nuevo milenio que ‘los medios de comunicación tradicionales, en todas sus formas, tengan un importante papel en la sociedad de la información...’. Y entre los desafíos, la ONU sugiere que se debe: ‘Alentar a los medios de comunicación tradicionales a reducir la brecha del conocimiento y facilitar la circulación de contenido cultural, en particular en las zonas rurales’ (Towards Knowledge Societies: UNESCO World Report 2003).
En 1980 se publicó el documento ‘Un solo Mundo, Voces múltiples’ (Many voices, one World), que también se conoció como el Informe McBride. El documento llamaba a la formulación de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación. Criticaba ‘la creciente comercialización de los medios de comunicación y su control desmesurado por sectores élites del poder’. McBride señalaba que ‘los gobiernos de los países en vías de desarrollo debieran tomar un rol más activo en el desarrollo de una infraestructura interna de comunicación. Que se debieran formular políticas nacionales de comunicación y que debieran ser desarrolladas mediante una política de amplia participación pública’ (Steven E. Miller, Medialounge.net).
Hoy, 33 años después, en América Latina, la globalización de la comunicación y el dominio y control de parte de ‘sectores elites’ a nivel mundial, nos expone a la incesante influencia de éstos, aglutinados en grandes consorcios como Time Warner, The Walt Disney Company, Rupert Murdoch News Corp., Sony Entertainment Corporation y otros, que controlan y difunden los incesantes mensajes de lo que ellos consideran la forma de vida global. En América Latina, este acaparamiento comercial de los medios de comunicación de nuestras naciones por ‘sectores elites’ está en progreso en las llamadas ‘alianzas estratégicas’ con las grandes transnacionales de la comunicación.
En el primer mundo, los procesos de comunicación están decididamente entrelazados con la relación que mantienen los medios de comunicación y los centros de poder. Para entender el papel de los medios en la sociedad, señala Janet Wasko en su estudio The Political Economy of Communications, ‘... es esencial entender la relación entre el poder de los medios y el poder del Estado, así como la relación de los medios con otros sectores económicos’ (Wasco 2004-SAGE Handbook of Media Studies). Wasco se refiere en gran medida a la relación que tienen los medios con la industria de la Comunicación (SONY, Warner, Disney, Murdoch, etc.) y por consiguiente la interrelación de estos con los círculos del poder político y económico.
Todas estas relaciones e interrelaciones y los intereses mediáticos conducen finalmente a la formulación de estrategias de comunicación desde las capitales del mundo que van dirigidas primordialmente a estimular la competencia entre los grandes consorcios y al acaparamiento de mercados económicos para la difusión de una cultura creada para sus objetivos económicos de publicidad y para el consumo masivo de productos. Eso es: condicionar a la sociedad hacia el deseo artificial de ser como ellos (de primer mundo) y esto a la vez impulsa ese deseo al consumo para lograr ese propósito. Tiene que ver con mantener ese condicionamiento de una sociedad ahogada en el consumo. De una sociedad encerrada en su concepción miope del mundo —con sus deficiencias sociales y sus expresiones seudoculturales y ‘artísticas’. Y ese círculo vicioso —esa carrera por ‘ser’— se ha derramado hacia nuestras sociedades vulnerables del tercer mundo.
Si Latinoamérica pretende revertir las desventajas sociales y económicas con las que ha iniciado este nuevo milenio y tiene como meta revertir el ‘sistema social’, a lo que Mawlana y Wilson puntualizaron como ‘condiciones reconocidas como humanamente mejores’, aunado al rescate de nuestro legado cultural, el respeto por nuestras tradiciones y costumbres y el desarrollo integral de nuestro recurso humano y nuestro marco social, es necesario que atienda el tema de la comunicación integralmente. Nada más hay que echar un vistazo a nuestra población joven para observar el efecto pernicioso que hasta el momento hemos permitido que impere, gracias a los procesos de comunicación reinantes impuestos desde otras esferas.
¿Qué hacer? Además de lo que propone la ONU en sus objetivos del milenio, es necesario que las estrategias de comunicación atiendan más conscientemente la necesidad de que nuestros pueblos y las naciones adviertan y se unan entusiastamente en un esfuerzo por mejorar sus procesos de educación, aprovechando las herramientas tecnológicas que el primer mundo ofrece; perfeccionar sus sistemas de salud y de prevención de enfermedades; apoyar los esfuerzos en sus países por erradicar la corrupción; desarrollar infraestructura; evitar los gastos en armamentos de guerra; desestimular la emigración hacia las ciudades capitales desarrollando estructuras locales que permitan la inclusión de toda la sociedad en los esfuerzos de productividad y mejoramiento; respetar y salvaguardar el medio ambiente; preservar la herencia cultural. Todo esto, enmarcado en un uso más social de los medios masivos de comunicación, permitirá que nuestras sociedades mantengan su autodeterminación.
Para que una sociedad trascienda a niveles de desarrollo más integrales y culturalmente superiores, es importante que tenga un control más estratégico sobre sus medios de comunicación, pero dentro del marco sociopolítico vigente, esa posibilidad cada día más se ve amenazada.
COMUNICADOR SOCIAL.