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- 16/08/2011 02:00
El abuso de los ‘policías muertos’
PERIODISTA
N uestras calles en la ciudad se han convertido en el cementerio de un montón de ‘policías muertos’, que por sus dimensiones ya tienen rango de General de Infantería. Son ‘resaltos’, como le dicen los mexicanos, que tienen un objetivo principal, destruir la dirección de los autos que por obligación tienen que pasar por encima de ellos.
Si no tuviera dudas, pensaría que el Ministerio de Obras Públicas, la Dirección del Tránsito y los distribuidores de piezas mecánicas se han unido en una sociedad impensable para que nuestros autos, aunque sean nuevos, estén convertidos en ‘chatarras’ que al rodar le suenan hasta los tornillos.
Estoy seguro de que nuestros lectores nos están dando la razón. Estos ‘policías muertos’ aparecen de un día para otro, y para colmo, hay hasta ‘honorables representantes’ que colocan grandes letreros en los que con orgullo dicen ‘obra realizada por fulano de tal’, aunque sólo los estén pintando de amarillo y como si fuera un gran honor asumir la paternidad de los mismos.
Las diferentes partes de la dirección, así como los amortiguadores, son las primeras víctimas de estos ‘resaltos’, que igualmente hacen pecar a los conductores al lanzar cualquier cantidad de maldiciones contra los inventores de estos promontorios destructores. No hay forma de descifrar esta infamia vial.
Lo más grave es que si las autoridades respectivas son inocentes, se convierten en culpables por omisión y peor aún, por hacerse ‘de la vista gorda’. Sencillamente es incalificable lo que están haciendo contra los conductores, aunque algunos quieran esgrimir como excusa que están obligando a los irresponsables conductores a reducir la velocidad en defensa de los peatones.
Nos olvidamos de aquello, sin que estemos promoviendo a los que se comportan como verdaderos animales al volante de un auto, que todo niño no debe andar solo por las calles y que además, existen las ‘líneas de seguridad’ para que los que andan a pie las utilicen en su beneficio.
En Panamá basta que un par de vecinos se consideren afectados por el tránsito vehicular que pasa cerca de sus viviendas para que armados de una pala, cemento y arena, hagan ‘florecer’ estos promontorios, sin que exista un sistema científico que les diga cómo y dónde deben ser colocados y cuál debe ser la dimensión de cada uno.
Los que nos visitan deben pensar que somos un hato de conductores salvajes y de gente que hace lo que bien le viene en gana. Una ciudad o un país donde no existe el orden y en el que cualquiera puede construir o destruir sin ningún tipo de autorización.
Es hora de que nos pongamos serios en estos asuntos. Las autoridades deben cumplir con su función y supervisar que estos ‘gendarmes fallecidos’ no estén acostados en media calle sin ningún tipo de aviso y ocasionando accidentes cuando son encontrados de pronto. Debo recordarles que existen normas al respecto, pero que nadie quiere darles vigencia.
Además, los del MOP o los de la ATTT, deben empezar a multar a quienes se toman esa libertad sin estar autorizados y obligarlos a reparar los daños que estas ‘barras’ de cemento ocasionan en los vehículos.
Estoy seguro de que existen otras formas inteligentes de prevenir los accidentes. Los ‘resaltos’ son cómodos y ‘fáciles’ para sus autores, pero no por ello es lo conveniente en vías públicas, utilizadas con frecuencia como parte de la red vial del país. No importa si es en áreas residenciales o barriadas. La ley no hace concesiones para los que quiere hacer lo que les da la gana.
No es posible, a nivel de ejemplo, que la calle que comunica la vía José Agustín Arango con ‘Chanis’, que no tiene poco más de un kilómetro de longitud, tenga nada menos que OCHO de estos ‘Generales de Infantería’, cuestión que es un atentado, especialmente en horas nocturnas.
Creo, repito, que existen muchas formas para regular los problemas que provocan los conductores que quieren convertir cada vía en una ruta para regatas. Comprendo la preocupación de los que viven en áreas residenciales, pero irrespetar el derecho de los demás pone en tela de duda los propios. Como dicen nuestros viejos, ‘el relajo sea con orden’.