• 09/08/2011 02:00

El abogado, el Derecho y la Justicia

ABOGADO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.. ‘ Vivir honestamente, no hacer mal al prójimo y dar a cada uno lo suyo’, Ulpiano.

ABOGADO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

‘ Vivir honestamente, no hacer mal al prójimo y dar a cada uno lo suyo’, Ulpiano.

En el Día del Abogado destacamos al profesional que, como cultor del Derecho, debe inspirarse en los principios éticos y morales y, sobre todo, buscar incansablemente la justicia.

La justicia como columna y fin supremo del Derecho, definido como conjunto de normas que tienden a la realización de la justicia.

Es en Grecia donde empieza la abogacía a adquirir forma como profesión, dándole el carácter de función pública, siendo Pericles el primer abogado profesional.

A mediados del siglo XVI (España) se empezaron a reunir en colegios (collegium togatorum), nombre que deriva de la toga blanca que debían vestir, y en 1495 se dictan las primeras ordenanzas de los abogados.

El abogado, desempeña en el seno de la sociedad humana el ‘sacerdocio del Derecho’, según la elevada frase del Digesto; y el Derecho, desde su propia natividad, se funda en el supremo principio tripartito, que condensa la más perfecta ideología de la felicidad entre los hombres: ‘vivir honestamente, no hacer mal al prójimo y dar a cada uno lo suyo’.

Del abogado se espera una elocuencia especial, que debe dominar la oratoria forense, con distintos estilos, algunos con verbo huracanado y patético, llegando casi a lo sublime de la oración, otros enriquecidos de ideas y pensamientos, con serenidad de ánimo, la palabra cálida. Una palabra mal usada, mal escrita, una defectuosa puntuación, una tilde, pueden cambiar por completo el destino de una causa, la victoria o el fracaso de un juicio, la inocencia o culpabilidad de un acusado. Según el jurista Londoño Jiménez: ‘Todos rindiéndoles el más hermoso culto a la palabra’.

El Derecho es la ciencia comprensiva de un conjunto ordenado de normas (de obligatorio cumplimiento), que tienen como fin realizar el valor de la justicia, la libertad, el orden, la seguridad, la paz; para lograr la convivencia armónica de los asociados. Su objetivo es regular conductas humanas, por medio de normas, buscando la realización de la justicia.

Cuando tiene como principal misión el asesoramiento administrativo del Estado, entonces estamos frente al abogado administrativista. Los defensores: (de oficio) aquellos que representan a las personas de escasos recursos, principalmente en las causas de índole penal y laboral y otros especialistas en asuntos marítimos, familia, comercial, etc.).

Sobre su la catadura moral ha dicho Giuratti (Arte Forense): ‘Dad a un hombre todas las dotes del espíritu, dadle todas las de carácter, haced que todo lo haya visto, que todo lo haya aprendido y retenido, que haya trabajado durante treinta años de vida, que sea en conjunto un literato, un crítico, un moralista, que tenga la experiencia de un viejo y la inefable memoria de un niño, y tal vez con todo esto forméis un abogado completo’.

La función del abogado, por ser este el custodio del orden jurídico del Estado, de la libertad y del Derecho, requiere de parte de los llamados a ejercerla una conciencia definida de sus obligaciones y derechos y una perfecta formación ética. El atributo esencial del abogado es su moral. La Abogacía es un sacerdocio; la nombradía del abogado se mide por su talento y por su moral.

Son los abogados los que en nombre de la Ley han de defender en los tribunales los derechos, la libertad, la honra, la vida de sus conciudadanos, tienen que distinguirse principalmente por la solidez de su instrucción, por la sobriedad en el deseo de manifestarla, por la elevación de sus sentimientos, por el santo amor de la verdad, y de la justicia, y, sobre todo, por el temple y la energía de un alma superior que desprecia los peligros que puede acarrearle su defensa.

‘Todo su arte, su ciencia, están al servicio de la justicia. Es el que defiende y que, en las medidas de sus posibilidades, hace que la justicia triunfe. No nos referimos sólo a la justicia inscrita por los hombres en los textos de las leyes. Esto debe ser el punto de partida que le permite elevarse a la justicia inscrita por Dios en el corazón del hombre. Cuando el abogado ha sondeado con profundidad esa Justicia, retorna a la Justicia de los códigos para templarla, para vivificar su rigidez con el soplo de la humana compasión’, Paulo VI.

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