• 20/10/2019 00:00

Después de 30 años

El próximo 20 de Diciembre se cumplen 30 años de la injusta, innecesaria, cruel, y muchas otras palabras más que la descalifican como un acto de solidaridad con el pueblo de Panamá, la invasión a Panamá por parte de los Estados Unidos.

El próximo 20 de Diciembre se cumplen 30 años de la injusta, innecesaria, cruel, y muchas otras palabras más que la descalifican como un acto de solidaridad con el pueblo de Panamá, la invasión a Panamá por parte de los Estados Unidos. Si bien la situación política era insostenible, porque el exgeneral Manuel Antonio Noriega, que ostentaba el mando del Gobierno, ya había perdido toda noción del clamor inmenso de una población atenazada por el miedo y repudio, no había necesidad de que nos mandaran 26 mil hombres para capturar a uno que, al final, no lograron encontrar.

El año 1989 fue muy incierto, se realizaron unas elecciones generales que luego fueron canceladas, en abierta violación al mandato de la gran mayoría del pueblo panameño que quería que se terminara el mandato del Gobierno militar, aunque hubiera un presidente civil que era impuesto por la cúpula castrense. Veníamos de un año convulso, de una crisis económica que nos devolvió a la edad del trueque, y las elecciones fueron un referéndum que dijo alto y claro que ya era hora de que dejaran el poder.

Noriega no era un santo, el haber manejado la inteligencia del Estado lo hacia poderoso y sus muchas debilidades dejaban al descubierto una personalidad ambiciosa, déspota y cruel. Eso quedó ampliamente demostrado a inicios de octubre, cuando un grupo de militares, liderado por el mayor Moisés Giroldi, que era su compadre y del cual el general había sido su padrino de bodas, se confabuló contra él por el innegable descontento tanto de la institución como de la gran mayoría del país. Giroldi había sido encandilado por los gringos, que le prometieron respaldarlo cuando tuviera al general y al Estado Mayor sometidos, y no le cumplieron. Como consecuencia de esta traición, pagó con su vida y la de una decena de sus compañeros, en una ejecución que hoy día se conoce como la Masacre de Albrook.

Muchas fueron las intentonas de los Estados Unidos de sacar a Noriega del poder, ofreciéndole una salida airosa, un retiro dorado, que él rechazó. A fin de cuentas, era su creación, fue empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) por muchos años y su estrella empezó a decaer cuando murió su mayor respaldo, William Casey, en 1987. La decisión de invadir Panamá se tomó sin que esta agencia de seguridad supiera lo que iba a hacer el secretario de Defensa, el ejército o el presidente. George W. Bush, se había estrenado en la Presidencia hacía menos de un año y el secretario de Defensa también llevaba unos meses en su cargo (Dick Cheney). Independientemente de todo el manejo interno que tuviera el Gobierno estadounidense, la acción fue una violación al derecho internacional y un ataque censurable desde todo punto de vista.

Destaco todas estas anotaciones, porque al fin hay una comisión que está haciendo un inventario de cuántas personas murieron, dónde están enterradas, y tratando de esclarecer la verdad, después de 30 años. Y también he estado leyendo opiniones de algunos conspicuos políticos que, irresponsablemente y sin ningún sentido de patria, alegan que ese día no debería ser declarado de duelo nacional, sino de liberación. Tenemos 116 años de estar debatiendo sobre la leyenda negra de si la separación de Panamá de Colombia fue una concesión de los Estados Unidos y debemos aceptar que la acción de invadir Panamá en 1989 fue vil, innecesaria y una excusa del ejército estadounidense para ensayar sus nuevos juguetes bélicos en anticipo a la guerra del Golfo Pérsico, que se inició en agosto de 1990.

Después de invadirnos, sin lograr capturar a Noriega, el ejército gringo dejó al garete al país, sin ley ni orden, y se desató un saqueo deplorable, que hizo muchísimo daño a la maltrecha economía nacional. Fueron días aciagos, pero aún con eso, logramos resurgir de las cenizas. Por eso no tenemos derecho a olvidar, y reflexionar, si bien otro día libre en diciembre no sería observado como de duelo nacional, porque el comercio encontraría cómo mantener abiertas sus puertas, por la inminencia de las fiestas navideñas. Reflexiones que, así como dice la exposición “Last folio”, que se muestra en el Museo del Canal y se refiere a la II Guerra Mundial, nunca jamás, nunca olvidar (“never again, never forget”). La acción militar estadounidense perpetrada contra nuestro país no debió llamarse “Just Cause”, (“Causa Justa”), sino “Just Because”.

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