• 09/11/2019 00:00

A 30 años de la caída del muro de la infamia

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“Lo que marca el fracaso del comunismo no es la caída del Muro de Berlín, en 1989, sino su construcción, en 1961”, afirmó Jean Francois Revel. En efecto, el Muro fue construido para convertir en prisioneros a todos los ciudadanos de Berlín Oriental y de la República Democrática Alemana (RDA). ¿Ciudadanos, dije? Súbditos es una palabra más apropiada. Erigido en 1961 para frenar la hemorragia de personas que escapaban de la RDA hacia la República Federal de Alemania (RFA), el muro cumplió su función durante poco más de 28 años, hasta que la noche del 9 de noviembre de 1989, dicho muro colapsó. Hoy, 9 de noviembre, conmemoramos 30 años de dicho suceso histórico.

El Muro de Berlín fue representativo de todo el bloque soviético. En todos sus países, la emigración estaba restringida. No prohibida, claro, en teoría cualquier persona podía viajar y salir del país cuando quisiese. Solo pequeños detalles, como la obtención del requerido pasaporte, lo impedían. Hoy en Cuba un cubano puede, en teoría, viajar cuando quiera. El problema es que el pasaporte que requiere para viajar, no se lo dan así tan fácilmente como a cualquier ciudadano en un país como el nuestro. La extensión del pasaporte, en Cuba, requiere una autorización especial que es completamente discrecional. No es un derecho, como en Panamá. Por eso es que tantos cubanos arriesgan sus vidas en balsas precarias, fabricadas con elementos caseros, para escapar de Cuba. En la mayoría de los casos, esta es la única opción viable de salida.

Algo similar ocurría en los países que conformaban el bloque soviético: Unión Soviética, Alemania Oriental, Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria. El sistema comunista es eso, una prisión. Se le vende siempre a la gente como un sistema que acabará con la injusticia, la opresión y la explotación del capitalista. Y es un sistema tan maravilloso, que requiere encerrar a la población y amenazarla a punta de bayoneta. A pesar de lo intratable que era cruzar el Muro una vez se completó su edificación, al menos 140 personas murieron intentando cruzarlo. Por “murieron”, me refiero a que fueron asesinadas a tiros mientras ensayaban el cruce. Verá, es que ese sistema que le promete liberarlo de la opresión capitalista es tan maravilloso, que es necesario que lo acepte a punta de bayoneta, y si usted se resiste, pues, lo ejecutan. Igual que al que intenta escapar de una prisión.

Los eventos de 1989 fueron simbólicos del fin de todo el bloque comunista soviético. Meses antes, en abril, el Gobierno polaco renunció al monopolio del poder y se convocó a elecciones parlamentarias en junio, que fueron ganadas abrumadoramente por Solidaridad. Polonia fue así el primer país del bloque soviético en que hubo unas elecciones más o menos libres, que condujeron a una transición democrática pacífica. En Hungría, el Gobierno desmanteló en junio la frontera electrificada con Austria, cosa que fue aprovechada por varios millares de personas de Alemania del Este para huir hacia Austria vía Hungría. Luego vino la caída del Muro de Berlín en noviembre, la renuncia de Erich Honecker y la eventual reunificación alemana al año siguiente. Y luego los eventos que condujeron a la disolución de la Unión Soviética en 1991.

Francis Fukuyama anunciaba por entonces el fin de la historia: los totalitarismos habían perdido claramente el debate ideológico, el mundo reconocía que el sistema de democracia liberal era mejor. Solo le faltó añadir “y fueron felices para siempre”. Pero la humanidad no funciona así. La historia no es un proceso lineal. Hoy día está de moda entre muchos jóvenes usar camisetas con la imagen del Che Guevara. “Era un idealista”, dicen muchos. Sí, un idealista cuya ideología requiere someter a las personas a punta de fusil, y si no se someten, pues se les fusila. Allí quedaron Cuba y Corea del Norte. Y allí está ahora Venezuela. Fukuyama erró notablemente. Quizás debió haber prestado más atención a Ortega y Gasset, que advertía: “la civilización no está ahí, no se sostiene a sí misma… ¡un descuido, y cuando mira usted en derredor, todo se ha volatilizado!” Y si no, pregúntele a cualquier venezolano que haya tenido que emigrar de su país, país con tanta riqueza petrolera y mineral, reducido a cenizas por ese sistema antihumano de la llamada dictadura del proletariado. Cuidado: la libertad nunca permanentemente está asegurada.

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