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- 09/11/2021 00:00
El otro virus
Estamos viviendo un gran momento, la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, COP26, ha arrancado para abordar la lucha contra la crisis climática en donde todos los países deben adquirir compromisos concretos que se traduzcan en acciones reales en el terreno. Algunos ya han definido el logro de los mismos para 2030, sin embargo, los países con mayor responsabilidad de la producción de los gases efecto invernadero han propuesto lograr estos compromisos en periodos dentro de 50 años.
Numerosos informes científicos han mostrado la evidencia de que la temperatura del planeta debe mantenerse a un nivel menor a 1,5 grados, por encima de los niveles preindustriales, para evitar las peores consecuencias de la crisis climática. Y no lo estamos logrando.
¿Qué nos dice esto? Que el incumplimiento tiene consecuencias que se medirán en pérdida de vidas, medios de producción, prosperidad para muchos pueblos y que enfrentaremos múltiples fenómenos para los cuales debemos estar preparados a través de acciones inmediatas a nivel local y nacional. Resulta inexplicable entender cómo algunos sectores sociales aún observan la realidad con acciones tradicionales, cuando se requieren nuevas formas e innovaciones que aceleren el desarrollo propiciando armonía entre las personas y el planeta.
Para Panamá la realidad es clara, en el informe del PNUD: “La próxima frontera: Desarrollo Humano en el Antropoceno”, que propone un ajuste del Índice de Desarrollo Humano, o siglas IDH-P, para reflejar el impacto ambiental de la actividad humana, podemos afirmar que -haciendo un paralelo con un partido de fútbol- este índice le da al país una tarjeta verde por tener muy alto desarrollo humano con bajo impacto en el planeta.
La tarjeta verde permite a Panamá avanzar 30 posiciones en el IDH-P, pues el país tiene bajas emisiones de dióxido de carbono, la economía no depende en gran medida de combustibles fósiles, la matriz energética para electricidad es 75 % renovable y la cobertura forestal, absolutamente importante, se extiende más del 60 % del territorio nacional (datos del Banco Mundial a 2019), lo cual ha permitido que Panamá pueda absorber más CO2 que el que generan los sectores de mayor emisiones en el territorio.
Surge la alerta de una tarjeta amarilla en lo que respecta a la desigualdad, uno de los desafíos más importantes que tiene el país, que se constata con la pérdida del 21.1 % de puntaje en el índice. En ello se debe garantizar un enfoque territorial, puesto que es ahí donde se ven grupos en condición de vulnerabilidad a lo largo de sus ciclos de vida que no logran salir de forma permanente de la pobreza y/o pobreza extrema en términos multidimensionales. El gran reto de lograr crecimiento socioeconómico verde, que lleve prosperidad a todos los rincones para que nadie se quede atrás, especialmente luego del impacto generado por la COVID-19.
Se deben hacer esfuerzos determinantes que garanticen la participación colectiva de la sociedad para cerrar las brechas existentes, en armonía con la naturaleza y no de espaldas a la misma, porque no hay planeta B.
En mi primera visita a Darién, he tenido oportunidad de conocer grandes iniciativas y campeones de acción climática inspiradores. El señor Nicolás Bravo, de la comunidad de Sansón, pegadito a la Reserva Hídrica Filo del Tallo y Canglón, es uno de ellos. Su enfoque es trabajar en soluciones locales, basadas en naturaleza que permitan una rápida adaptación al cambio climático, como cosechar agua de lluvia, practicar la agroforestería combinando siembra de árboles frutales con árboles de más alto valor para uso sostenible, aprovechar desechos orgánicos para abonar su huerta y hacer un mejor manejo de los residuos. Su gran misión es conservar los bosques de la reserva para que la fábrica de agua siga funcionando y sirviendo a las comunidades.
Los darienitas se enfrentan a la grave amenaza de escasez de lluvias por cambio climático y escasez de agua por deforestación cerquita a las fuentes que abastecen sus acueductos rurales.
Pero no podemos hablar de pobreza, ambiente y desigualdad en el contexto de adaptación y mitigación al cambio climático sin tocar el tema de la contaminación por el manejo de los desechos que genera basura y que produce emisiones que impactan sobre el cambio climático, pero que, sobre todo, incrementan los riesgos a la salud de las personas y al medio ambiente, y hacen más vulnerables a las comunidades que también sufren desigualdades ambientales.
De esto nace “El Otro Virus”, para llamar la atención sobre el virus de la indiferencia, indiferencia ante la enorme contaminación que los propios seres humanos estamos exacerbando por las formas de producir y de consumir y que con la pandemia ha traído más mascarillas, más plástico, más basura en las calles, en las comunidades, en los mares.
Cada acción cuenta, por ello la única forma de detenerlo es tomar conciencia y empujar acciones, porque la indiferencia también mata.
En Panamá, cada persona produce alrededor de 1.2 kilogramos de residuos sólidos al día. A nivel nacional se estima que se generan 4400 toneladas diarias de desechos que van directamente a rellenos sanitarios. Solo la ciudad de Panamá genera aproximadamente 2500 toneladas. Se estima que solo el 2 % de los residuos es separado para reciclaje y el 65 % de los residuos sólidos de la ciudad de Panamá termina en vertederos. En cuanto al plástico, uno de los principales contaminantes, los residuos de la actividad económica alcanzan el 22 % y el 17 % de los residuos plásticos es de origen doméstico.
La contaminación por plástico está socavando el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y este problema se agravó durante la pandemia, pues las mascarillas desechables llevan también microplásticos.
Desde el PNUD, en alianza con actores clave del sector gubernamental, empresarial y de la sociedad civil, hemos lanzado la campaña “El Otro Virus”, para sensibilizar a más población sobre que la prosperidad también pasa por lograr un ambiente sano, y para ello es indispensable hacer un buen manejo de desechos sólidos, de forma integrada, para contar con agua y suelos limpios, así como ríos y mares que puedan hacer parte de la comunidad sin ponerla en riesgo. ¡Panamá cuenta con todas las condiciones para demostrar que es factible, pero se requiere el compromiso de toda la sociedad!