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- 23/12/2019 00:00
Prospectiva y estrategia frente al nuevo orden internacional
La prospectiva y la estrategia son dos conceptos que, unidos, conforman una herramienta poderosa para dirigir cualquier entidad, sin importar su tamaño.
En el ámbito empresarial, el término estrategia se utiliza para referirse a una serie de pasos que se deben seguir para obtener mayores beneficios. Un ejemplo de estrategia empresarial puede ser adquirir empresas del mismo sector para eliminar a la competencia.
La prospectiva es el conjunto de estudios que se llevan a cabo sobre un tema particular, a modo de determinar lo que puede ocurrir de forma anticipada. Su objetivo es plantear escenarios futuros a fin de establecer en el presente cuáles pudieran ser las mejores estrategias o medidas a tomar según las circunstancias, bien sea en el área política, social, económica, salud, educacional, entre otras.
Hacer prospectiva solamente no sirve de nada. Para que tenga efecto, debe estar asociada al desarrollo de estrategias para hacerle frente a los posibles escenarios futuros.
Estos conceptos han modificado los esquemas tradicionales de planificación estratégica que iniciaban con un análisis FODA (Fortalezas/Oportunidades/Debilidades/Amenazas), cuyas conclusiones servían de insumo para diseñar objetivos y metas que constituían la planificación estratégica.
La aceleración de los cambios económicos, comerciales, sociológicos y tecnológicos ha provocado que cualquier ejercicio de planificación estratégica corra el riesgo de quedarse obsoleto en muy corto plazo. El no reconocer esta realidad – el apego a las recetas sin voluntad de someterlas a revisiones periódicas – sólo garantiza que se generen puntos ciegos, que en situaciones extremas pueden ser fatales: el inicio de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, estuvo íntimamente ligado a planes militares rígidos elaborados en el siglo XIX, cuya obsolescencia colapsó ante las nuevas situaciones geopolíticas y avances tecnológicos de Europa en el XX.
El antídoto para esta ofuscación está en la prospectiva que, bien implementada y sumada a un ejercicio riguroso y continuo de inteligencia competitiva, permite actualizar los escenarios futuros, lo que ayuda a fortalecer y flexibilizar las estrategias. Es una metodología aplicable a todos los sectores, industrias y empresas.
Esta introducción nos lleva a un análisis de prospectiva con respecto a la Undécima Cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) realizada en Brasilia. Sus resultados nos permiten anticipar que estamos frente a la reestructuración del orden económico mundial, en plena transición mediante cambios trascendentales, como lo son los avances en la tecnología aplicada al sector financiero (Fintech), así como en nanotecnología, bioingeniería y en nuevos sistemas de comunicación. Estamos frente a un mundo en el que la brecha entre ricos y pobres va a ser exacerbada por la brecha entre los países que estén en la vanguardia de la innovación y aquellos que se mantengan rezagados en la adaptación tecnológica.
Los países del este asiático, y China en particular, han evolucionado para convertirse en motores de la economía del siglo XXI gracias a su liderazgo en la exportación de productos de alta tecnología. Esa realidad geopolítica nos obliga a los panameños – gobierno, sociedad civil y empresas – a hacer prospectiva y estrategias para el país, si es que pretendemos mantenernos competitivos. Importa particularmente en nuestro caso por ser una economía fundamentada en la prestación de servicios al resto del mundo, de tal forma que la ola tecnológica es inevadible. ¿La aprovecharemos o dejaremos que nos estrelle? Es una interrogante con implicaciones para nuestra política exterior, para la administración del estado y la preparación de nuestros funcionarios, para la gestión de nuestras empresas y, por supuesto, para el tipo de docencia que se brinde en nuestras aulas. La finalidad de este ejercicio no es pronosticar un futuro, sino desarrollar escenarios alternos que nos permitan preparar una gama de acciones posibles.
Entre los escenarios a analizar es cómo encaja Panamá en la iniciativa china de la Franja y la Ruta. Este proyecto ya está en ejecución en una buena parte de Asia, África, América y Europa, conjugando inversiones para mejorar la conectividad física y digital de los 137 países que la integran. Sólo en América Latina y el Caribe hay 18, incluyendo Panamá, que han suscrito memorandos de cooperación con China.
Estamos frente a un nuevo sistema económico y social que se está formando, cuyo centro de gravedad está en el este asiático. El reto de Latinoamérica es que a pesar de nuestros orígenes comunes tenemos barreras que impiden la buena colaboración intrarregional. La realidad es que la región y sus subregiones no tienen una estrategia clara con respecto a la Franja y la Ruta, y mucho menos con respecto a cómo podemos beneficiarnos de ella. Además, es muy posible que las acciones bilaterales sólo sirvan para hacer más difícil la integración regional. En ese contexto, Panamá tiene una oportunidad para jugar un papel hemisférico, uniendo esfuerzos tanto formales (gubernamentales y políticos), como informales (a través de centros de investigación y gremios), para consensuar posiciones y estrategias a fin de no quedarnos rezagados.
Es el momento de conformar los mejores equipos multidisciplinarios de pensamiento de diferentes países, para producir una estrategia regional que logre articular los mejores intereses de la región para su desarrollo económico y social. Es un asunto binario: debemos escoger entre la irrelevancia y la innovación.