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- 28/07/2022 14:50
120 años con Karl Raimund Popper
28 de julio de 1902 nace, en Viena, Karl Raimund Popper, posiblemente el más importante filósofo de la ciencia en el siglo XX. Su obra, sin embargo, no se limita a esta disciplina filosófica, una de las más robustas y con mayor prestigio académico, sino que también legó para la posteridad importantes (aunque no exentas de polémicas) piezas bibliográficas en la línea de la filosofía social, tales como La sociedad abierta y sus enemigos publicada en 1945 y La miseria del historicismo publicada en 1957.
La primera es un clásico donde se defiende la sociedad abierta, la democracia liberal, es decir, un sistema que compatibiliza con y promueve la libertad en todos los órdenes de la vida humana (individual, político, social, económico…). En el prefacio, señala “si nuestra civilización ha de subsistir, debemos romper con la deferencia hacia los grandes hombres creada por el hábito. Los grandes hombres pueden cometer grandes errores y, tal como esta obra trata de demostrarlo, algunas de las celebridades más ilustres del pasado llevaron un permanente ataque contra la libertad y la razón”.
La segunda es una crítica demoledora a la creencia de que existen leyes inexorables, universales y necesarias de la historia que pueden ser conocidas por métodos científicos o cualquier otra clase de método racional; su argumento lo resume en cinco proposiciones: (i) El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos, (ii) No es posible predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos, (iii) No es posible, por tanto, predecir el curso futuro de la historia humana, (iv) Hay que rechazar la posibilidad de una historia teórica, es decir, de una ciencia histórica y social de la misma naturaleza que la física teórica, lo cual quiere decir que no puede haber una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica, (v) La meta fundamental de los métodos historicistas está, por lo tanto, mal concebida; y el historicismo cae por su base.
Así, ‘grandes hombres’ como Sócrates, Platón, Rousseau, Hegel, Marx, entre otros, son objeto de un meticuloso estudio en ambas obras. Posiblemente, en el marco del estatismo desenfrenado al que asistimos -no sé si coyunturalmente- y de las expectativas románticas en torno a la dictadura del proletariado y a la instauración del paraíso en la tierra, se torna necesaria la recuperación o relectura del pensador vienés.
No menos críticas fueron sus posturas en el ámbito epistemológico o de la filosofía de la ciencia, expuestas en obras como La lógica de la investigación científica, 1934; Conjeturas y refutaciones, 1963; Conocimiento objetivo: Una perspectiva evolucionaria, 1963, entre otras. Algunas ideas suyas que merecen la pena destacar son: (i) el criterio para decidir entre ciencia y no-ciencia, no es la verificación, sino la falsación (refutación mediante contraejemplos), (ii) las proposiciones científicas son verosímiles, no verdaderas, (iii) no hay teorías científicas absolutas, aunque resistan el test de la experiencia, son conjeturales, (iv) el sujeto cognoscente es irrelevante para la epistemología o teoría del conocimiento científico, entre otras.
Por ideas como las mencionadas, Popper ocupa un lugar importante en la reflexión filosófica sobre la ciencia y la filosofía social, no solo durante el siglo XX, sino en el presente; en ese sentido, su lectura invita a un ejercicio crítico de la razón y ofrece un antídoto contra del dogmatismo y los delirios irracionales tan comunes en estos días.