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Cuando Eusebio A. Morales 'alborotó el cotarro': un desafío a la doctrina Monroe en Ginebra
- 08/05/2022 00:00
- 08/05/2022 00:00
Un revuelo en todo el continente americano suscitó el doctor Eusebio A. Morales, delegado panameño ante la Liga de Naciones, el sábado 10 de septiembre de 1927, al pedir, de cara a la asamblea de la organización, que una corte imparcial de justicia decidiera si la soberanía sobre la Zona del Canal de Panamá correspondía a Estados Unidos o a la República de Panamá.
“Es increíble que Estados Unidos se niegue a someter las diferencias de interpretación de los tratados del Canal (Hay-Bunau Varilla) a jueces imparciales y aún más increíble que intente imponer su propia interpretación por medios extrajudiciales contra una nación pequeña y débil como Panamá”, dijo ante los delegados de naciones de los cinco continentes el exsecretario de Relaciones Exteriores del istmo y uno de sus más reconocidos intelectuales y estadistas.
Las palabras de Morales merecieron comentarios muy favorables en Ginebra, aseguraría el abogado Fabián Velarde, quien formaba parte de la delegación panameña ante la Liga en 1927, como secretario (Ver 'En espíritu renacentista', Oscar Vargas Velarde).
Lo mismo dirían otras fuentes: “Las declaraciones del delegado panameño ante la Liga han causado sensación en Ginebra, especialmente entre los países latinoamericanos que ansían presentar ante este foro no solo las disputas limítrofes, sino también aquellas que mantienen con Estados Unidos”, anunciaba un cable de Prensa Asociada, dos días más tarde.
“La acción de Panamá ha abierto la esperanza de que, en adelante, los asuntos políticos latinoamericanos podrán tratarse en Ginebra. No veo por qué esto no pueda ser así”, comentó a la Prensa Asociada el delegado chileno Enrique Villegas, presidente del Consejo de la Liga de Naciones.
De forma similar se manifestaría el representante de Canadá, Raoul Dandurand: Canadá defendía el arbitraje como medio para solucionar las disputas entre naciones. “En algunos casos nos ha sido favorable, en otras no, pero el arbitraje es el medio adecuado”, alegó Dandurand.
Morales había puesto bajo la lupa el punto central de las diferencias que mantenían Panamá y Estados Unidos desde el comienzo de su relación en 1903, en el marco del tratado Hay-Bunau Varilla.
Al referirse a “una corte imparcial de justicia”, hablaba indirectamente de la Corte Permanente de Justicia Internacional, con sede en La Haya, creada por la Liga de Naciones, y fruto, por lo tanto, de la propuesta original del presidente americano Woodrow Wilson de crear un sistema internacional para solucionar las disputas entre las naciones y asegurar la paz a largo plazo, (Tratado de Versalles, 1919).
Aunque pocos lo mencionaban, todos entendían el dilema que se escondía detrás de la –por lo demás, perfectamente legal y razonable– petición de Morales: el reconocimiento de quién tenía el poder en el continente americano.
El mismo doctor Morales lo aclararía cuatro días después, en una entrevista concedida a la Associated Press, en Ginebra: “la intervención de Estados Unidos en los asuntos panameños no es siempre apetecida”. Y añadió: “Considero que la doctrina Monroe es ahora inútil. Sirvió un fin útil mientras las repúblicas latinoamericanas estaban jóvenes y todavía había peligro de que las potencias europeas tratasen de recobrar las colonias perdidas del Nuevo Mundo, pero ese peligro ha pasado ya”.
Por último, Morales opinaba que Estados Unidos había cometido un error al no ingresar a la Liga de Naciones. “No está aquí y las naciones latinoamericanas, por consiguiente, se ven obligadas a buscar a otro para que los oriente”.
“La pregunta es si Estados Unidos está listo para permitir que las naciones europeas se mezclen en los asuntos interamericanos”, preguntaba un editorial del diario The Miami News, Florida, fechado el 24 de septiembre de 1927, dando seguimiento al asunto que acaparó los medios de prensa durante varias semanas.
“La Liga de Naciones no tiene nada que hacer en lo relacionado al control de Estados Unidos sobre la Zona del Canal de Panamá y no tendrá nada que hacer en el futuro”, declaró un vocero del secretario de Estado de Estados Unidos, Frank B. Kellogg, dos días después del incidente.
“Entre los gobiernos de Estados Unidos y Panamá nunca ha habido una disputa en relación a la soberanía de la Zona del Canal”, continuaba el vocero.
Tampoco el Gobierno panameño, probablemente presionado por el estadounidense, reconocería el planteamiento de Morales.
“El doctor Morales no llevó instrucciones de ninguna clase ni del presidente de la República ni de la Secretaría de Relaciones Exteriores para sugerir que se sometiese a arbitraje la cuestión de la soberanía sobre la Zona del Canal. Supongo que las agencias cablegráficas han exagerado o interpretado mal sus declaraciones y de aquí la reacción que ha causado la noticia”, dijo el secretario de Relaciones Exteriores Horacio Alfaro a La Estrella de Panamá.
Hasta el presidente Rodolfo Chiari (1924-1928) le quitó importancia a las palabras de Morales. Entrevistado por un periodista de La Estrella de Panamá en el marco de un elegante agasajo al almirante Charles F. Hughes, jefe de la Marina de Estados Unidos, aprovechó para comentar a la prensa que se sentía muy satisfecho de la manera como se habían conducido durante su administración las relaciones entre Panamá y Estados Unidos, por la mutua comprensión y cooperación.
“Es mi ferviente deseo que cualesquiera que sean las diferencias que puedan surgir entre nuestros dos países, ellas sean arregladas entre nosotros, sin intervención extraña de ninguna naturaleza”.
“La exposición que hizo el doctor Morales ha alborotado el cotarro en Panamá, a juzgar por los cables que he leído en los periódicos. Tanto don Horacio Alfaro como don Rodolfo Chiari han hecho declaraciones que, a decir verdad, me parecen precipitadas e imprudentes”, comentaría el secretario de la delegación panameña ante la Liga, Fabián Velarde (Oscar Vargas).
El asunto de la soberanía sobre la Zona del Canal seguiría minando las relaciones de Estados Unidos con Panamá y el resto de los países latinoamericanos hasta casi 50 años después, cuando terminaron de resolverse con los tratados Torrijos-Carter en 1977.
Parte de la exitosa estrategia panameña para las negociaciones sería invitar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a dar su opinión sobre el conflicto, en una reunión celebrada en la ciudad de Panamá, en marzo de 1973, en la que la delegación panameña manifestó que su objetivo fundamental en las negociaciones era 'recuperar su total jurisdicción sobre su territorio y el ejercicio de sus derechos soberanos sobre sus recursos naturales'.
Un año después, el 7 de febrero de 1974, se firmaba la Declaración de los Ocho puntos en la ciudad de Panamá, que establecían los principios básicos para negociar un nuevo tratado. Cuatro años más tarde, bajo la celosa mirada de la comunidad internacional, el 7 de septiembre de 1977, en la sede de la OEA, el general Torrijos y Jimmy Carter, presidente de EE.UU., firmaban el tratado del Canal.
De cualquier manera, en 1927, la Liga de Naciones carecía de la independencia y liderazgo para tomar la decisión de hacer un arbitraje. La organización había sido un fiasco desde su establecimiento, en 1920. Ni siquiera su proponente, Estados Unidos, llegaría a formar parte de la organización. Apenas tres meses después de firmado el tratado de Versalles, en julio de 1919, el presidente Wilson sufrió un severo derrame cerebral que lo mantuvo incapacitado e incapaz de movilizar su capital político para convencer a la mayoría republicana del Senado de aprobar el convenio que creaba la Liga de Naciones.
La Liga tampoco contaría con la presencia de otras potencias como Rusia, Alemania, marginadas en el nuevo orden internacional, tras perder la guerra. Francia e Inglaterra, que sí se unieron a la Liga, tampoco creían en ella. La Liga de Naciones podía tratar de resolver únicamente aquellos asuntos que las grandes potencias estuvieran dispuestas a permitir.
Incapaz de prevenir la guerra civil española, o detener el surgimiento del fascismo en Alemania y en Italia, fue disuelta oficialmente en abril de 1946 y sus archivos y bienes fueron traspasados a la recién creada Organización de Naciones Unidas.
Para entonces, el doctor Morales, que siempre defendió la Liga de Naciones y deseó que esta llenara las expectativas con las que había sido creada, había muerto en 1927, en un accidente automovilístico.
(Texto basado en las siguientes fuentes: Fabián Velarde, 'Un espíritu renacentista' (1898-1946), de Oscar Vargas Velarde, 2010, y The Republic of Panamá in World Affairs, además de 'La Estrella de Panamá' de septiembre de 1927 y otros diarios estadounidenses).