La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 23/07/2023 00:00
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La globalización se expresa como expansión de la economía de mercado aparejada con procesos de tecnología, violencia y exclusión, busca la homogenización de la naturaleza y la sociedad para explotar recursos y acumular ganancias bajo la lógica del mercado. Para Arturo Escobar, la globalización asume una relación de poder entre lo global y lo local, donde lo global impera siempre, dejando lo local como irrelevante en términos sociales, políticos, culturales, económicos y ambientales (Escobar, 2010).
Desde esta perspectiva, se observa la globalización como radicalización y universalización del mercado, así como fenómeno transformador de la relación sociedad-naturaleza. La globalización construye una nueva epistemología, donde el ser humano es el único “sujeto”, relegando a todos los otros seres (ríos, plantas, animales) a la categoría de “objeto”. Si embargo, los seres humanos más cercanos al capital potencializan su categoría de sujeto.
Además, los cambios tecnológicos como la robotización y la informatización favorecen la producción de riqueza, distribuida y apropiada de manera exponencialmente desigual por las transnacionales y los países poderosos del planeta, generando tres grandes crisis: la desigualdad socioeconómica, la inestabilidad política y una crisis ambiental que agrava los efectos del cambio climático. Así, la globalización fortalece la dualidad centro-periferia explicada por Wallerstein en la teoría sistema-mundo. Él señala que ese sistema se mantiene mediante la subordinación que aplican los países considerados desarrollados a los países subdesarrollados. Subordinación que profundiza el abismo entre ricos y pobres, destruyendo también las relaciones de solidaridad entre humanos.
Para Enoch Adames, las crisis de la globalización en Panamá son de largo plazo y se expresan de manera estructural: “El Estado y el régimen político presidencialista están en crisis; al igual que la matriz económico social transitista”. Esto es evidente ante la desigualdad palpable, la casi nula credibilidad en la institucionalidad y sus administradores, así como en la incapacidad del Estado de resolver los problemas reales de la población, tales como acceso a salud, educación, empleo, seguridad, entre otros.
En similar sentido, el Estado panameño tiene notorias debilidades para responder a la crisis ambiental. Por ejemplo, no logra democratizar la distribución y el control del agua, no existe una política de manejo de desechos y la política de seguridad alimentaria es ambigua. Si bien el país se presenta como un Estado que “conserva” la naturaleza, no se tiene claridad para quién o para qué lo conserva, ¿es para toda la población o primero para el Canal?, ¿se conserva el ambiente para beneficio del capital del sector turístico o para el capital extractivista minero o hidroeléctrico, aún a costa de áreas protegidas como el corredor mesoamericano o el parque internacional La Amistad?
Para lo que el Estado ha, indudablemente, funcionado es para construir un discurso de crecimiento económico que asegura que la apuesta por el sector privado es la única vía para incorporarnos al mundo desarrollado. No duda, además, en defender el ideal del crecimiento económico ejerciendo la violencia. Y, encima, el tema ambiental lo resuelve discursivamente “ecologizando” la producción. Por ejemplo, se refiere a la “minería a cielo abierto sostenible” y aplica externalidades a los daños ambientales, pretendiendo cuantificar económicamente los impactos ocasionados a las comunidades y al ambiente por industrias extractivistas a través de estudios de impacto ambiental y asegurando que se cumplirán con estándares (mínimos) ambientales.
La globalización revela lo expansivo y acumulativo del proceso económico, el cual provoca escasez absoluta, genera el proceso global de descomposición de la naturaleza, de sus servicios, de bienes ambientales y de la propia humanidad (Leff, 2004).
Leff (2004) señala que la “degradación ecológica es la marca de una crisis de civilización, de la globalización y de una modernidad fundada en la racionalidad económica y científica como los valores supremos del proyecto civilizatorio de la humanidad”. Esta racionalidad deconstruye la naturaleza como portadora de significados sociales y fuente indispensable para la existencia de las sociedades.
Los efectos de esta degradación ecológica son evidentes mundialmente. El Ministerio de Ambiente panameño estima que el 52% de la población rural que depende de cultivos como el maíz, el frijol y el arroz (Comarca Ngäbe-Buglé, la sabana veragüense, el arco seco y sectores de Chiriquí) es altamente sensible al cambio climático; las regiones costeras (donde vive la mayoría de la población indígena y afrodescendiente) son afectadas por inundaciones, erosión y salinización. La proliferación de vectores de enfermedades zoonóticas impacta la salud de las personas marginadas que habitan las periferias urbanas. En consecuencia, estos efectos de crisis globales generan conflictos locales.
La transición hacia una economía global capitalista ha generado desde acciones colectivas localizadas y puntuales a grandes olas de protestas en el planeta, ya sea con el objetivo de frenar las reformas impuestas en sus Estados o proponer la construcción de un nuevo orden social (Almeida).
Panamá no escapa a esa realidad de acciones colectivas como las protestas, por ejemplo. Mediante el estudio de registros periodísticos hemos comprobado que, desde el 2019 a la actualidad, se han generado aproximadamente tres mil acciones colectivas en el país. Las acciones son de diversa índole: reclamos por acceso al agua potable, derecho a la salud, concesiones para canteras; huelgas sindicales, protestas por la corrupción; movilizaciones contra la minería metálica a cielo abierto y manifestaciones por derechos de las mujeres y la población LGBTI. En este periodo también se han generado olas de protestas expresadas en movilizaciones nacionales o provinciales, las cuales incluyen jornadas lideradas por jóvenes ante las posibles reformas constitucionales (2019); el estallido social en Colón encabezado por la Coalición de Unidad por Colón y el Frente Amplio de Colón frente a la dramática desigualdad que vive la provincia (2022).
También en el 2022, educadores, obreros, indígenas, transportistas, agricultores, jóvenes, desempleados y funcionarios de salud y de educación superior protestaron en todo el país con medidas como cierre de calles y marchas, acciones que produjeron más de 800 movimientos colectivos durante un mes. En el 2023, presenciamos una ola de protestas encabezadas por estudiantes de colegios oficiales, quienes exigen mejoras en la infraestructura de sus centros de estudios y una educación de calidad. Estas acciones y reacciones locales son el resultado de la implementación del modelo global del mercado capitalista.
Ante las crisis de la desigualdad socioeconómica, la inestabilidad política y la ambiental, sumadas las crisis globales producidas por el sistema capitalista, las respuestas han de ser locales, territoriales.
Un viaje de retorno al territorio sería construir la igualdad desde la diferencia, la toma de decisiones de manera colectiva y la vuelta a la solidaridad. Volver al territorio implica la horizontalidad entre la ciencia y los saberes locales ahora 'invisibilizados'; es tomar conciencia de la interdependencia de lo rural y lo urbano; es construir una racionalidad ambiental equilibrada entre sociedad y naturaleza, que garantice tanto la vida humana como la del resto de las especies, ya no en cuanto objetos para ser explotados, sino como sujetos. Para que esto ocurra, es necesario la imbricación de todos los movimientos sociales que luchan, las comunidades en resistencia y reexistencia, y la academia.
El autor es sociólogo, docente e investigador de la Universidad de Panamá.
Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.