J. D. Arosemena y la escuela Normal

Actualizado
  • 15/07/2023 00:00
Creado
  • 15/07/2023 00:00
Ante el silencio casi colectivo, el jueves último cumplió la escuela Normal 70 años de fundada. Sus actuales alumnos y sus egresados en la intimidad de sus sueños, en romería multitudinaria colocaron ante la estatua de Juan Demóstenes Arosemena, estadista de la patria vieja, la flor que merecen los visionarios, la flor de la gratitud
J. D. Arosemena y la escuela Normal

La cuestión política y la creciente ola delictiva que nos azota impidieron el reposo necesario para que la sociedad se ocupara de un hecho histórico que consagró una revolución educativa. Me refiero al nacimiento, hace 70 años, de la escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena.

Inaugurada el 5 de junio de 1938 por el presidente Arosemena, la Normal ha dado los frutos que concibió su creador. Hoy son miles los egresados de ese colegio, formados para las tareas magisteriales.

Enclavada la Normal en la provincia de Veraguas, para entonces muy víctima de las deficiencias escolares, tuvo un objetivo inmediato: formar agentes de cambio para transformar las estructuras sociales que por décadas impidieron el desarrollo cultural y educativo de los sectores pobres de la provincia. Esa fue la misión de los profesores de la Normal y de los futuros maestros que procedían en su mayoría de sectores tradicionalmente marginados.

En pocos años, después de fundado, el nuevo colegio se convirtió en colmena de inquietudes sociales, lo que facilitó los objetivos de su fundador.

No existe precedente en la historia de la educación panameña que iguale las oportunidades de acceso a la educación media. La nueva escuela abrió la puerta a los pobres. Sus comedores e internados, la gestión docente, los servicios sociales dispensados no estuvieron presididos por el ánimo de lucro. Yo llegué a la Normal como alumno becario del Municipio de Penonomé con apenas una remesa de $15.00 mensuales. Fui un beneficiario de una concepción social de la educación pública.

Lo trascendente de la iniciativa presidencial es que se dio impulso a la unidad nacional a través del aula. Porque la Normal se convirtió en la meca educativa del interior del país y sus aulas estaban llenas de alumnos de toda la República. Se inició una positiva cohesión fraterna. Si queremos encontrar la gestión precursora de los actuales intercambios culturales entre naciones, en la experiencia normalista se advierte la huella primigenia. Era tal la espiritualidad imperante, que la Normal fue y sigue siendo el alma mater de sus alumnos y egresados.

Es obvio que en los colegios de la ciudad capital también se daba el fenómeno de constituirse en núcleos culturales de la República. Pero las dificultades económicas de los estudiantes interioranos impedían el ingreso masivo a esos planteles. Al abrirse las puertas de la Normal, el acceso estudiantil no tuvo límites.

Me imagino el estudio que hizo Juan Demóstenes Arosemena de todos los factores que incidían favorablemente en su iniciativa. Seguramente se detuvo a cavilar sobre las ventajas sociológicas y docentes de entregar la función magisterial a una mayoría procedente de los centros urbanos y rurales del interior. Era el hombre y la mujer de la región armados del abecedario que conocían la raíz de sus pueblos. No se producía la deserción cuando el maestro interiorano, el urbano o el campesino, era designado a un poblado remoto. Ese nuevo maestro estaría más cerca del sacrificio de su apostolado y lo estaba por su característica de maestro por vocación, por su formación integral para ejercer la misión de modelar, con una filosofía constitucional, el alma del niño panameño. A esos propósitos superiores respondían sus enseñanzas.

Al crearse la Normal, el presidente Arosemena meditó en grande sobre la capacidad y la formación académica de los docentes. Inyectó lo propio con ideas frescas y modernas de otras latitudes. El primer director fue un educador chileno, el profesor Agustín Álvarez Villablanca. Igualmente trajo numerosos profesores chilenos y de otras nacionalidades. El cuerpo docente local lo integraban profesionales de eficiente trayectoria. El esfuerzo inaugural fue enorme y aquel espaldarazo convirtió a la Normal en un centro escolar democrático, muy popular y muy rico en sus empeños educativos.

Adicionalmente, su funcionamiento constituyó un aporte significativo a la economía regional. Un mercado para los productores locales, dada la población que vivía en sus internados.

Recuerdo sus jueves culturales con sus largas veladas que contaban con la participación de profesores y alumnos. Un profesor español de apellido Montiel declamaba, o con un discurso de alta pedagogía hacía repasos de los problemas del mundo, o disertaba sobre lo último en las artes. El profesor de música, Hengel, nos regalaba trozos clásicos musicales y didácticamente los explicaba. Los declamadores locales, como el estudiante Agustín Méndez o los cantantes como Salamín y Marcial Carles, eran aplaudidos sin cesar por una multitud embriagada por todo lo bello que brindaba la escuela.

La última vez que asistí a una velada normalista fue en mayo de 1951. Entonces había una huelga estudiantil y como viceministro de Educación acompañé al ministro Ricardo J. Bermúdez a encarar el conflicto. Como he relatado alguna vez, al llegar al colegio los estudiantes esperaban al ministro en el aula máxima. Celebraban un acto cultural. Sigilosamente el ministro tomó asiento y cuando se advirtió su presencia, el ingeniero Bermúdez pasó al escenario y se dedicó a recitar sus poemas. Aquello fue sorprendentemente insólito. Terminado el recital del ministro humanista y cuando ya se había ganado la simpatía del auditorio, abrió el debate preguntando: ¿Cuál es el problema? Luego vino la discusión sobre el conflicto y dos horas después regresábamos a la capital, todo resuelto. La experiencia vivida estuvo a la altura de la termometría espiritual de una época, de una escuela y de un ministro.

Ante el silencio casi colectivo, el jueves último cumplió la escuela Normal 70 años de fundada. Sus actuales alumnos y sus egresados en la intimidad de sus sueños, en romería multitudinaria colocaron ante la estatua de Juan Demóstenes Arosemena, estadista de la patria vieja, la flor que merecen los visionarios, la flor de la gratitud.

Publicado originalmente el 7 de junio de 2008.

J. D. Arosemena y la escuela Normal
FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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