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- 16/05/2023 00:00
- 16/05/2023 00:00
La puesta en marcha de un Plan de Ordenamiento Territorial (Plot) por parte del distrito capital, debería representar una buena noticia para la ciudad, considera Álvaro Uribe, arquitecto y urbanista, quien ha seguido de cerca el desarrollo de la ciudad de Panamá.
“La posibilidad de que en la capital se desarrolle un Plot se da porque está encargada la alcaldía y no el Gobierno Nacional”, explica Uribe, quien señala que como el municipio tiene instancias ambientales, económicas y sociales, en su estructura, se supone que tiene la capacidad de articularlo de forma directa.
El problema es que, a juicio del arquitecto, el Municipio de Panamá es uno de los más endebles de la región, pues no está en la capacidad de conjugar todos los elementos necesarios para llevar a buen puerto el Plot, dado que esos elementos se encuentran distribuidos en otros organismos.
Esta semana el Consejo Municipal de Panamá aprobó extender el período de consultas del Plot por seis meses, una decisión que, según Tomás Sosa, director de Planificación Urbana, no implica que el primer Plot de la ciudad se haya puesto en marcha desde hace un año. “El plan está totalmente en vigencia y las personas que van a hacer algún proyecto [desde la puesta en marcha del plan] se tienen que regir por él”, dijo el funcionario a 'La Decana'.
Si se pone en marcha a cabalidad lo establecido en el Acuerdo Municipal Nº 61 del 30 de marzo de 2021, que plantea el Plan de Ordenamiento Territorial, el distrito capital se encaminaría a un modelo de ciudad sostenible, con menos tráfico, mejor organizada, que incentive el crecimiento económico y el bienestar social. “Los planes están, lo que falta es ponerlos en práctica y eso requiere voluntad política”, dice Uribe.
“Este plan incluye una condición que no se había dado antes: el considerar ponerle un límite a la ciudad, algo que afecta la propiedad de la tierra suburbana, porque no se puede integrar a voluntad del propietario dado que es área rural”, detalla.
El dilema, según Uribe, es que muchos promotores y desarrolladores de obras han encontrado alternativas para no darle cumplimiento a la norma, mediante otros mecanismos como los esquemas de ordenamiento territorial. “Es una forma de seguir haciendo proyectos de vivienda o comerciales, a menor escala, sin tomar en cuenta la totalidad de la ciudad”, puntualiza.
“El desarrollo de microproyectos en lugares inadecuados ha sido uno de los principales motivos de la escasez de agua en Panamá y Panamá Oeste, pues esos proyectos no garantizan la totalidad de los servicios básicos”, añade el urbanista.
“Si seguimos haciendo una sociedad cada vez más dispersa y de muy baja densidad, continuaremos aumentando los daños ambientales porque se obliga a las personas a ir más lejos para buscar vivienda y esa movilidad urbana contamina el ambiente”, analiza Uribe.
Esta situación termina por afectar la calidad de vida de las personas, que deben pasar largas horas en el tráfico, en lugar de poder dedicarse a otras actividades.
Aunque hay otros elementos que inciden en el alto nivel del embotellamiento que se registra en Panamá, como el aumento de la población y la ineficiencia del transporte público, también está implicado el ordenamiento territorial. “Se están urbanizando tierras que no deberían urbanizarse mediante el modelo de casas individuales, que se extienden horizontalmente sobre todo el paisaje, porque se incrementa la huella urbana de forma indefinida, sin tener una red vial organizada”, alega el arquitecto, quien señala que la falta de calles está fuertemente estimulada por el incremento de la propiedad privada.
Según el catedrático, Panamá padece de ausencia de “carreteras importantes”, como la Ricardo J. Alfaro (Tumba Muerto), que se realizó hace cerca de 50 años, y la carretera Gonzalillo-Pedregal, conocida popularmente como el 'corredor de los pobres', algo que no satisface ni agiliza la movilidad de la población actual, lo que hace es que gaste más combustible.
“Con la expansión permanente de la ciudad se están ocupando tierras para proyectos urbanos que podrían tener un uso diferente, como la construcción de parques y áreas verdes. A la par de contribuir en la contaminación de las aguas subterráneas, porque mucho de ese crecimiento es improvisado, generando la construcción de letrinas y tanques sépticos en cualquier área”, detalla el especialista.
Esta problemática no es exclusiva de la urbe capitalina, porque en Panamá Oeste también está presente. “Allá están peor, porque están usando los caminos antiguos, como el de Río Congo-Nuevo Emperador, el de Nuevo Chorrillo-Nuevo Emperador, o los caminos que van a La Arenosa. Están metiendo urbanizaciones en redes viales que son de principios del siglo pasado”, comenta.
“No tenemos una planificación vial que responda al volumen de personas que se están asentando en esos territorios, porque no se han hecho vías nuevas, ya que eso afecta propiedades particulares que nadie quiere afectar. Los propietarios han logrado seguir haciendo barrios cerrados, que se conectan a la primera vía que encuentran”, pondera.
Esto ocasiona que se tenga que recurrir a estrategias poco efectivas, como la ampliación de la carretera Panamericana, que terminará por volverse un embudo en Arraiján.
Otro ejemplo tomado por Uribe es la construcción del puente Centenario, que se hizo principalmente en áreas revertidas, en lugar de tomar espacios de propiedades privadas. “Las servidumbres las quieren cobrar a precio de oro, porque como el Estado no cobra impuestos sobre la tierra, no tiene fórmulas para presionar a los propietarios de la tierra a ceder espacios para el desarrollo de nuevas vías”.
“Los que terminan por pagar las consecuencias de la falta de nuevas calles y autopistas son los residentes de esas zonas, que quedan condenados a un tranque permanente sobre vías antiguas... es terrible”, concluye el urbanista.