La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 01/01/2022 00:00
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A fines de los años 90, fui cliente asiduo de una lavandería ubicada en calle octava y plaza Herrera, Casco Viejo. Mi ropa quedaba muy limpia, gracias a máquinas cuyo servicio solo costaba entre 50 y 75 centavos por tanda.
En mi apartamento de calle 3ra no había lavadora. El espacio era reducido (apenas 56 m2) y siempre consideré muy anti estético tener allí ese electrodoméstico.
El propietario de la lavandería era Manolo, español y fumador impenitente. No recuerdo su apellido. Lo inolvidable fue una paella deliciosa que hizo para mi esposa Gloria, por su cumpleaños. Quien viese el fino auto de Manolo estacionado frente a su local, podría haber supuesto que él era un encopetado. Era lo contrario. Informal y muy accesible, él iba y venía a pie en las calles adoquinadas con su fuerte tufo a cigarrillo, usualmente malhumorado como cualquier otro gallego refunfuñón. ¡Me caía muy bien!
Siempre disfruté caminar las cinco calles que separaban mi casa y su edificio. En aquel momento ni imaginé que esa propiedad fue la residencia de un personaje importante del país. Recientemente supe gracias a La ciudad imaginada, obra del Doctor Alfredo Castillero Calvo, que Augusto Boyd fue el dueño en 1922. Conozcámoslo.
Nació en 1879 cuando aún éramos colombianos. Veinte años después, mientras aquí recrudecía la Guerra de los Mil Días, Boyd se graduaba de médico en la Universidad de Columbia, Nueva York. Trabajó en un hospital allá y luego se especializó en Europa. Visitó Alemania, Viena, Austria, Londres e Irlanda, con lo cual además logró dominar varios idiomas.
En 1905 —a dos años de nuestra separación de Colombia e iniciados los trabajos del Canal— Boyd regresó a su país. Manuel Amador Guerrero, primer presidente de la República, lo nombró como médico en Panamá.
La medicina no fue su único interés. También la política le apasionaba. Fue concejal del municipio capitalino, diputado por la Provincia de Panamá, diplomático en Estados Unidos, Chile, Argentina, Ecuador y de 1936 a 1940 ocupó la vicepresidencia de la República.
Finalmente, ante la muerte súbita del presidente Juan Demóstenes Arosemena, Boyd ocupó el cargo nueve meses, entre 1939 y 1940. Diecisiete años después, falleció.
Hoy el dueño de la casa es otro y no lo conozco. Ignoro si fue él quien le compró el edificio a mi buen amigo Manolo. Sí sé, a través de una fuente muy confiable, que la idea del nuevo dueño es que allí funcione un hotel y tener su exquisito apartamento arriba.
Aquí es oportuno que yo mencione una frase popular. Se cuenta que un rey, preparándose para una cita, dijo a su ayudante: “vísteme lento, que tengo prisa”. La frase —atribuida a Fernando VII, o a Carlos III— se relaciona con la sabiduría de hacer las cosas cuidadosamente cuando se quiere obtener buenos resultados. ¡El propietario actual de Casa Boyd, tal vez es un sabio, pues la restauración lleva ya 11 años!
Ojalá que en el año 2023 lo inaugure para agregar más variedad y encanto al ambiente que el American Trade Hotel y los restaurantes de CasaCasco ya proveen a plaza Herrera.
Diré a favor del nuevo dueño, que no he visto unas ménsulas más hermosas que las de sus balcones. Su pintura es inefable y me consta que fue hecha lentamente...
La próxima vez que pasee usted por allí, sugiero que las disfrute, sensible a las ricas historias de mi amigo Manolo y el expresidente Boyd.