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- 01/10/2021 00:00
- 01/10/2021 00:00
Es un tema bastante complicado en este momento pensar en un incremento del salario mínimo, que es justo y necesario debido al alto costo de la canasta básica y de los servicios básicos que han sido globalizados sin ningún tipo de regulación; sin embargo, también hay que tener presente la situación financiera de las empresas, las cuales no han podido estabilizar sus ingresos debido a la crisis sanitaria y a la falta de apoyo, o de aplicación de un incentivo económico por parte del gobierno para respaldar a las pymes, emprendedores, y demás empresas de nuestro país que manejan personal, pagan planilla e impuestos, para que puedan mantenerse operativas y no se vean forzadas a cerrar.
Actualmente no existen las condiciones económicas para un incremento del salario mínimo, por más que se necesite. Sería muy perjudicial para las empresas que están tratando de operar y subsistir ante la situación económica del país.
Las tarifas de los salarios mínimos deberían ajustarse de tiempo en tiempo para tomar en cuenta los cambios en el costo de la vida y otras condiciones económicas. Sin embargo, la situación no es la mejor para afrontar tal obligación, incrementaría el desempleo y el cierre de empresas.
Para ser justos y eficaces, para que los sistemas de pago por remuneración funcionen en nuestro país, deben ser transparentes, remunerar a los trabajadores con importes acordes con la dificultad y la calidad de su trabajo, y permitir que los trabajadores motivados puedan ganar mucho más que el salario mínimo. Por esa razón muchos países regulan el pago por remuneración y el trabajo por obra realizada o servicio prestado, que son dos cosas muy diferentes; y dado el caso, el salario por remuneración debería ser regulado.
Debido a que es un tema que involucra a varios sectores, todos deben estar representados en esta mesa de negociación con el fin de que se conozcan e intercambien criterios sobre las necesidades, retos y obligaciones, para así proyectar los mejores términos para 2022. Es importante mencionar que el sector de las mujeres es parte importante y debe ser considerado en estos diálogos, porque fue uno de los grupos más vulnerables durante la crisis sanitaria por la covid-19.
La pandemia por la covid-19 y sus impactos sociales y económicos nos obligan a elevar la discusión más allá del salario mínimo. Pienso que lo que está en debate es la centralidad del trabajo y el modelo de desarrollo panameño, productor de crecientes desigualdades. En términos generales, los economistas panameños han reducido el trabajo a su dimensión salarial, como valor de cambio, y la esfera de la productividad, vinculada está al trillado concepto de crecimiento. Sin embargo, el trabajo es más que eso, el trabajo es un espacio crucial para socialización y la organización de la sociedad. El trabajo del cuidado ejercido mayoritariamente por las mujeres, y que históricamente ha sido invisibilizado, es clave para la reproducción de la vida y del capital. El trabajo informal ha sido piedra angular para que entre 2007 y 2015 las ganancias de los grandes empresarios nacionales y transnacionales aumentara del 44% al 56% con respecto a las remuneraciones recibidas por los asalariados del país.
La economía panameña desde antes de la pandemia era una gran máquina generadora de trabajo informal, de baja calidad y precario. Esto es un hecho objetivo. Para muestra un botón: a pesar de que los últimos tres gobiernos se han negado a realizar una investigación científica que permita conocer el valor real de mercado de la canasta básica ampliada de bienes y servicios, algunos investigadores como el profesor Juan Jované han estimado que para un hogar promedio, integrado por cuatro personas, el costo mínimo asciende a $1,100 mensuales. En Panamá, según la encuesta de mercado laboral 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), hay 1,4 trabajadores por hogar. Pues esa misma encuesta del mercado laboral 2018 estableció que la media salarial nacional total se ubicaba ese año en $701.7. Si comparamos la media salarial con el salario mínimo según actividad económica, se evidencia que en la agricultura, ganadería, caza, silvicultura y actividades conexas el salario medio es $308.10, mientras que el salario mínimo avalado por el Ministerio de Trabajo para las actividades mencionadas es de $388.96 en la gran empresa y $318.40 para la pequeña empresa en todo el territorio nacional, lo que a todas luces representa una flagrante violación a los derechos laborales de miles de trabajadores.
El costo de la vida y su aumento constante en nuestro país esta más relacionado con la especulación de sectores empresariales que cuentan con oligopolios en renglones como alimentos, medicinas, viviendas, la matriz energética, salud y educación. Es decir, muchos servicios básicos que están consagrados en la Constitución en tanto derechos, que antes eran garantizados por empresas públicas, pero que hoy están en manos de las familias más ricas del país o de capitales multinacionales. El aumento de la vida en Panamá tiene que ver con la manera como se relaciona la economía y la política: cada cinco años los sectores empresariales le apuestan a las facciones políticas organizadas a través del sistema de partidos, para que luego quien gane le devuelva los favores. Esto y no otra cosa es lo que está detrás del pulseo a las reformas al Código Electoral.
Quienes producen las riquezas de cualquier sociedad son los trabajadores, por ende, de lo que tenemos que hablar es de empleo digno como sucede en otras latitudes y de modelo de desarrollo. En Panamá se ha impuesto la lógica de privatizar las ganancias y de socializar las pérdidas; en ese sentido, los grandes perdedores de la época, donde hemos tenido mayor crecimiento económico, hemos sido los trabajadores como queda demostrado en todas las investigaciones que se han elaborado sobre el tema. La pandemia ha profundizado una crisis que ya veníamos atravesando desde hace una década. En este momento, los trabajadores de todo el país pasamos a la ofensiva por garantizar un Estado, unas políticas económicas y laborales orientadas al bien común, la sostenibilidad y la equidad, o pereceremos.
Hablar del trabajo es analizar la situación de la fuerza de trabajo del mundo agrícola panameño, que es capaz de producir a la vez café geisha que se vende a $2,568 la libra y remuneraciones miserables a la mano de obra indígena que lo cultiva. Las políticas educativas, laborales y salariales son también mecanismos de distribución y redistribución de las riquezas generadas en un país. En otros países la discusión sobre el trabajo llega a temas como la renta universal, los seguros por desempleo o la reducción de la jornada laboral de ocho a seis horas, como pasa en Alemania. Debido a todo lo anterior, considero que la grave crisis que estamos viviendo debe ser el escenario propicio para poner sobre la mesa los temas que como sociedad hemos estado ignorando.