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El terremoto de 1913, la primera gran prueba del Canal de Panamá
- 18/12/2020 00:00
- 18/12/2020 00:00
Empezaba el mes de octubre del año 1913. Tras casi diez años de haberse iniciado los trabajos de construcción del Canal de Panamá, el éxito de la obra parecía asegurado. Los miles de trabajadores bajo el equipo técnico de la Comisión del Canal Ístmico habían logrado remover más de 200 millones de yardas cúbicas de tierra y roca; construido represas y rellenos, y el lago artificial más grande del mundo; se había relocalizado el ferrocarril de Panamá y desviado el curso del río Chagres. En suma, se habían invertido más de $300 millones.
La construcción entraba ya en su última fase y se hacían planes para la inauguración de la vía al año siguiente. Los profesionales del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos habían triunfado.
Pero... solo había un pero... ¿Y si ocurriera un terremoto? ¿Lo resistiría la obra del Canal?
El coronel George Goethals, ingeniero jefe de la obra, aseguraba que ningún terremoto sería suficiente para afectarla seriamente. Goethals sostenía que los conocimientos de los ingenieros del ejército y los avances en la fabricación del concreto reforzado aseguraban una gran resistencia. Muchos no estaban seguros.
Para el año 1901, después de 12 años de que la Compañía Universal del Canal Ístmico, creada por el vizconde Fernando de Lesseps, abandonara definitivamente el proyecto de construcción del canal a través del istmo de Panamá, los estadounidenses planeaban relevar a los franceses en el gran desafío.
El gobierno de Teodoro Roosevelt había trabajado de cerca con la rama legislativa del Congreso, y determinado que la vía acuática se construiría a través de Nicaragua. Esta ruta, decían algunos expertos, era superior a la panameña, pues requería menos trabajo. Los dos grandes lagos, el Nicaragua y el Managua, servirían como fuentes de agua y permitirían ahorrar millones de dólares.
La decisión parecía definitiva, cuando intervino el ingeniero francés Philip Bunau Varilla en junio de 1902. Muchos recordarán la historia de cómo convenció a los congresistas estadounidenses, repartiendo estampillas de correo emitidas por el Gobierno de Nicaragua. Las estampillas, impresas en el año 1900, presentaban al volcán Momotombo, en erupción.
La estampilla causó gran estupor entre los congresistas encargados de tomar la decisión sobre el futuro del canal, sobre todo porque en días anteriores el volcán Mont Pelee, en la isla de Martinica, había hecho erupción, destruyendo la ciudad de Saint Pierre, y causando la muerte de más de 25 mil personas.
El volcán Momotombo, ubicado cerca de las costas del lago Managua, que había estado en constante erupción desde 1883, se encontraba muy cerca de la ruta por donde se construiría el canal.
Todo el país de Nicaragua, señaló Philip Bunau Varilla a los estadounidenses, estaba en una línea continua de no menos de 25 volcanes activos desde Costa Rica hasta Guatemala.
Frente al riesgo que presentaba Nicaragua, Bunau Varilla había convencido a los estadounidenses de que Panamá era un país más seguro y como prueba, mostraban fotografías de la torre de Panamá la Vieja, el arco chato, y otras estructuras de masonería construidos durante el periodo colonial, que habían desafiado los siglos.
A pesar de todo el razonamiento de Bunau Varilla, la realidad era que Panamá también podría ser sacudida por un terremoto. Los récords históricos registraban los fuertes movimientos de 1882 –calculado en 7.2 de la escala de Richter– y el de 1621 –6.9 de la misma escala–.
De acuerdo con el ingeniero PW. Chamberlain, de la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles, Panamá ofrecía más riesgo a la seguridad del canal que Nicaragua. Según este ingeniero, defensor de la ruta del país de los lagos, Panamá estaba ubicada sobre un hervidero sísmico y, peor aún, no tenía la “válvula de seguridad” que representaban los cráteres de los volcanes.
“La ausencia de cráteres volcánicos en la vecindad de la ruta de Panamá”, decía el informe emitido por Chamberlain en el año 1902, “es una fuente constante de peligro para un canal construido sobre la ruta panameña”. Para él, estos representaban una posibilidad de alivio para las alternaciones que ocurrían en capas inferiores de la estructura de la tierra.
En apoyo a su teoría, Chamberlain sostenía: “En 1759, no había ningún volcán en actividad en Portugal y aun así un severo terremoto destruyó por completo la ciudad de Lisboa en ese año. Ningún volcán existía en la isla de Jamaica y, sin embargo, un terremoto azotó Port Royal, cerca de Kingston, en 1680. No hay volcán en la costa este de Estados Unidos y aún así, Charleston, en Carolina del Sur, recientemente sufrió de un terremoto. Es un hecho conocido por todos que estos sitios han sido afectados debido a la falta de esas válvulas de seguridad de la naturaleza, los cráteres volcánicos”.
Pero la teoría de Chamberlain no gozaba de la aprobación de todos los expertos, particularmente del profesor Angelo Heilprin, defensor de la ruta panameña, quien aducía que solamente “cierto tipo de terremoto” puede ser mitigado por la inmediata presencia de volcanes.
En el capítulo VII del reporte de la comisión ístmica del Canal, de noviembre 30 de 1911, se reconocía el hecho de que Panamá podía ser víctima de un terremoto.
“Es posible y aun probable que algunas porciones del Canal, tales como las puertas de las esclusas, puedan ser afectadas por un terremoto. Esta contingencia puede ser acentuada por la colisión accidental de los barcos contra las puertas. Es necesario contemplar este problema y solicitar copias de las puertas de las esclusas para tenerlas disponibles en caso de necesidad. En caso contrario, es posible que una fisura pueda quedar abierta y se drene el agua del canal. Si esta permaneciera abierta, el canal podría destruirse. Esta es una posibilidad, pero no debe considerarse un peligro amenazante. Si nos dejáramos guiar por una timorata imaginación, ningún trabajo importante de ingeniería se emprendería en ningún lugar del mundo”.
“Es la opinión de esta comisión que el peligro de un terremoto existe y es esencialmente el mismo tanto para la ruta de Nicaragua como la de Panamá y en ninguno de los dos casos es suficiente para prevenir la construcción del canal” concluía el reporte.
El 2 de octubre de 1913, alrededor de las 11:15 p.m., los habitantes de la ciudad de Panamá sintieron que algo no estaba bien. La tierra se estremecía, en un movimiento lento y oscilante que gradualmente se hacía más fuerte.
“Las casas se movían, los relojes se detuvieron y los artículos colocados sobre los muebles cayeron al piso. Presas del pánico, las mujeres corrieron a buscar a sus hijos para salir con ellos a la calle”, reportaba La Estrella de Panamá en su edición diaria del 3 de octubre de ese año.
El terremoto calculado posteriormente como de 6.9 en la escala Richter, duró entre 20 y 25 segundos, con breves intervalos. Casi una hora después ocurrió una réplica.
El movimiento se había sentido en todas partes del país, aunque con mayor intensidad en la provincia de Los Santos, donde las iglesias de Macaracas y Las Tablas se rajaron y muchos edificios se destruyeron.
Como dato curioso, se reportó que el sacerdote de Pesé había reunido a su congregación dentro de la iglesia, pero las autoridades civiles les pidieron salir de inmediato. En Penonomé, una mujer murió del susto.
Todos los ojos estaban puestos sobre las obras del Canal. ¿Habrían sufrido algún daño? Desde Washington llegaban cables de alarma pidiendo al ingeniero jefe de las obras, el coronel Goethals, un informe completo.
“Ningún daño, absolutamente, había sufrido la obra del Canal”, reportó el ingeniero jefe a sus superiores.
El dato fue corroborado por el presidente Belisario Porras quien ese mismo día se presentó a verificar el estado de las obras.
Posteriormente se reportó que algunos edificios de concreto de la ciudad y de la Zona del Canal habían sufrido rajaduras, pero ningún daño serio se había ocasionado al canal.
“Ningún terremoto del orden de los reportados históricamente en el continente hubiera causado daños al Canal”, señaló Goethals.
Durante el mes de octubre, se sucedieron muchos otros temblores. El 23 de octubre ocurrió la réplica de mayor intensidad. Al día siguiente, correspondía a la draga No. 85 del Canal, hacer un recorrido completo de prueba por todas las esclusas. Era la primera vez que se hacía. La prueba constituyó un éxito completo.