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Potenciar la conectividad de Panamá, ¿con un tren hacia Colombia?
- 03/08/2020 00:00
- 03/08/2020 00:00
Los efectos de la pandemia, que ha desnudado las crudas debilidades de nuestros sistemas en casi todas las áreas como salud, educación y la parte social, han motivado la reflexión de empresarios y economistas sobre el modelo económico que debemos adoptar como país en el futuro.
Si bien los organismos internacionales miran con buenos ojos la economía panameña postpandemia, no podemos olvidar que estas debilidades se originan en las grandes desigualdades económicas. Panamá es el sexto país del mundo cuya bonanza se concentra en una pequeña fracción de la población y una pequeña franja del territorio.
A nivel mundial gozamos de una buena reputación por ser un país con grandes ventajas en el tema logístico internacional. La conectividad sigue siendo una gran aliada del istmo en todo sentido: es el centro de operaciones del mundo aunque la pandemia ha pausado el hub aéreo.
Con este espíritu, el empresario Carlos Ernesto González De La Lastra propone integrar esfuerzos entre todas las agencias involucradas en este sector para convertir a Panamá en 'ciudad global', dotada de relevantes ventajas competitivas que sirvan de eje en un sistema económico globalizado y cree oportunidades. Un desafío que requiere de infraestructura, mano de obra calificada, inversión y diversificación tanto de los polos de desarrollo, como de las actividades que alimentan esa línea logística.
Entre las ideas de integración del país con los vecinos, De La Lastra pone en el tapete la construcción de un ferrocarril que una Panamá con la frontera con Costa Rica, con una segunda etapa hasta Colombia. El solo anuncio de este moderno sistema, afirma, “atraerá inmediatamente inversión extranjera, inducirá la revalorización de las tierras a lo largo de la ruta, e incorporará el resto del país a una economía formal donde toda actividad económica pagará impuestos, fortaleciendo la hoy débil estructura fiscal, y creará 5 mil empleos en los cinco años de su construcción”. Obviamente que es mejor crear empleos que pagar subsidios a los desempleados, añade. Este planteamiento lo expone a propósito de la gran disponibilidad de créditos internacionales a bajos intereses y a largo plazo en la época postcovid.
La idea que aún parece prematura, toca ramas espinosas especialmente en el tema de la conectividad con Colombia.
Hasta ahora el tapón de Darién separa a Panamá del resto de Suramérica, lo que para algunos conservacionistas del ambiente, esta masa selvática declarada como Parque Natural del Darién, funciona como una barrera para el ingreso de nuevas enfermedades o zoonosis. Es un tópico muy sensitivo que por lo general enfrenta a todo mundo, porque los que defienden la conservación de Darién, temen que si se desarrolla una carretera que conecte ambos países, ocasionará el fenómeno de la espina de pescado. Es decir, que la vía fomente nuevos asentamientos y desarrollos que devasten la zona selvática, un pulmón para el mundo. Pero, cuando se les propone la posibilidad de un tren, no les suena tan mal la idea. Eso sí, con condiciones.
Para Aida Spadafora, especialista ambiental y consultora internacional, la idea de un tren no es mala. Propone que sea aéreo, y sin escalas, subraya lo último. Lo compara con experiencias exitosas en otros países que podrían imitarse en Panamá. “Habría que estudiar muy bien, es un debate que hay que hacer entre los conservacionistas que queremos un desarrollo sostenible. Cualquier carretera o tren que pase con estaciones en el medio va a destruir la reserva. Además hay otras consideraciones sanitarias, porque el tapón también es un freno para el ingreso al país de otras zoonosis. Mientras más protejamos el ambiente, menos riesgos tenemos de que surjan más pandemias”, remarca la ambientalista.
La propuesta cala también para la ambientalista Raisa Banfield. “Mantener la comunicación es importante, pero no pensar que la única forma es por carretera. Analizando la situación y las rutas podría ser positivo (el tren), porque no solo sería de personas, sino de carga, con las salvaguardas ambientales por lo que significa el tema de Darién para nosotros”.
En Europa, recuerda Banfield, “hay grandes infraestructuras multimodales, sin necesidad de construir una carretera, se puede salvaguardar el ecosistema y no hay porqué pensar en seguir tumbando árboles para meter concreto”, destaca.
Hay otros pasos en los que avanzar, antes de pensar en esta propuesta. Primero, hay que basarse en la factibilidad que respalda la idea.
“No puedes decir que vamos a hacer un tren a cualquier lado sin números, todo tiene que tener una factibilidad. Hacer un estudio técnico, como lo hicieron los chinos en su momento cuando propusieron un tren hacia Costa Rica, no es suficiente. Hay que saber cuánta gente se va subir al tren cada día, cuánto cuesta eso, y no está en el estudio. Mientras eso no esté, sin números no se puede decir alegremente que se debe hacer el proyecto”, explica el economista Felipe Argote.
El consultado se muestra a favor de la idea de abrir el tapón de Darién, dice que ayudaría al desarrollo de la zona y favorecería el comercio. “Actualmente están tumbando los árboles y los están vendiendo a China; un tren se puede construir sin destruir la fauna. A muchas empresas colombianas les saldría más barato sacar la mercancía por el puerto de Balboa en Panamá, que por el Caribe. Un tren no destruye, no es una carretera, y nos integra. En vez de llevarla a Cartagena, la pueden mandar por Balboa directo a Cartagena”, sugiere.
Pero antes, advierte que hay que salir de la pandemia y diseñar un modelo que ayude a reconstruir el tejido social del país. Se ve decepcionado porque el presupuesto nacional recién aprobado le hace pensar que nada ha cambiado. “No se ve un gran plan de inversiones, sino que aumentan los gastos y las deudas. Lo que hay que ser es práctico, mantener hasta donde se pueda el tejido social. Todos los días hay niños que no se están alimentando. Mi propuesta, insiste, es dar $300 mensuales a cada persona que esté suspendida en el trabajo. Aunque no es mucho, hay un colchón con el que puede subsistir”, señala Argote.
Remarca que el gobierno debe contemplar un gran plan de obras públicas en infraestructura. “Impulsar la construcción es meter $3 mil o $4 mil millones para impulsar las infraestructuras, se están endeudando para pagar planilla y no perder privilegios”, alerta Argote.
En materia logística, el fundador del Consejo Empresarial Logístico, Daniel Isaza, cuestiona al gobierno porque no se rodea de los que trabajan en el área para potenciar al país. En este momento, asegura, “hay muchas empresas manufactureras que pueden instalarse en Panamá”. Se alienta con la ley presentada en la Asamblea Nacional para desarrollar la zona que crea Prestación de Servicios Relacionados con la Manufactura (EMMA). Pero insiste en que hay que promocionar al país en el exterior, para atraer a los inversionistas que tanto ha cotizado la pandemia a nivel internacional.
“Imagínate que el gobierno pueda promover el modelo de manufactura. Hay muchas empresas buscando lugares seguros. Nosotros tenemos muchas ventajas que podemos aprovechar. Si logramos atraer, aunque sea, cinco pequeñas fábricas movemos la carga por barco, por carretera y en el futuro por tren. Pero invertir en un tren ahora sin tener mercancía, hay que pensarlo. El tren no es una mala idea, pero en mi concepto no es el tiempo”, indica Isaza.
“Aprovechar en invertir tiempo y dinero para atraer al país fábricas pequeñas de manufactura para traerlas a la Zona Libre, es mucho más tangible que un tren que necesita la carga; si no la tiene, “¿qué vamos a mover?” se pregunta Isaza.
Para Spadafora, antes de pensar en todas estas ideas “hay que terminar con la inequidad en la que vivimos, que se alimenta de la corrupción y del sistema capitalista voraz, está bien el capitalismo, pero no salvaje”.
La atracción de inversionistas extranjeros debe estar mancomunada con la preparación de mano de obra calificada. El presidente del Colegio de Economistas, Samuel Moreno, apunta a mandar un mensaje a las universidades para preparar la mano de obra para esos negocios. “Es importante mancomunar los esfuerzos para poder cumplir con las exigencias de los inversionistas. Ahora están desvinculadas las universidades de las empresas, estamos generando profesiones que se han quedado sin plazas de trabajo. Hay que pensar en la economía del conocimiento del siglo XXI que requiere alineación de varias instituciones”, zanja el economista.