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El padre Fernando Guardia: servicio y bien común
- 17/07/2020 00:00
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Penonomé, Coclé, 5 de abril de 1986. El sol brillaba bajo el cielo coclesano mientras un grupo de invitados, familiares y representantes del gobierno atendían al acto de inauguración del monumento al expresidente Harmodio Arias Madrid.
Como buen representante de las tierras coclesanas, el padre Fernando Guardia fue invitado a dar un mensaje religioso frente al grupo.
Era un momento complicado para la patria. La ciudadanía se sentía indignada por el reciente asesinato del médico Hugo Spadafora. La situación económica se deterioraba aceleradamente. El general Manuel Antonio Noriega y su presidente Eric Delvalle se aferraban al poder y castigaban las voces de descontento.
“En este día, mi voz débil, pero llena de amor a la patria, llena de fe en el poder de la conversión pide a todos los aquí presentes y pide a todos los poderosos que “tomen su cruz” para renunciar a sus prebendas, a sus poderíos, y estén dispuestos a encauzar al país por rumbos de decencia, de la honestidad, la justicia. Solo así será genuina la paz que todos deseamos para nuestro país”, dijo el sacerdote jesuita.
“Hago un llamado a todos los que tienen poder en este país, poder político, poder económico, poder de la opinión pública, poder de la ciencia y de la cultura, a que piensen menos en sus propios intereses y más en los intereses de todo el pueblo de Panamá, sobre todo en los más pobres”.
“Si nuestro país sigue siendo dominado por grupos que se aferran maquiavélicamente al poder, doblando servilmente la rodilla ante los ídolos del dinero, de la fuerza, del placer, de la soberbia, no vamos a salir de la crisis que vivimos, no vamos a encontrar caminos panameños para encontrar salida a los problemas panameños”.
Aquella no era la primera vez ni sería la última en que se alzaría la voz del padre Guardia para predicar un mensaje de amor a favor del país y su gente.
Durante los años de negociación de los tratados del Canal, en las décadas de 1960 y 1970, el padre Guardia defendió la capacidad de los panameños para administrar la vía acuática .
Durante los años de la dictadura militar, denunció los abusos de poder, tratando siempre de encauzar las emociones desbordadas hacia la línea de la honestidad, el respeto y el cumplimiento de la ley, la justicia y los principios democráticos.
Fue miembro fundador de la Cruzada Civilista.
“El padre Fernando Guardia era un panameño raizal”, señala Teresita Yániz quien lo trató durante largos años.
“Tenía la credibilidad que le otorgaba su origen familiar, su amplia red de amigos y conocidos de la infancia, su vida ejemplar”, sostiene Yániz.
La suya fue una vida dedicada a trabajar por el bienestar del país; a educar a las clases marginadas a través de medios innovadores, como el programa radial “El Maestro en Casa” o el servicio social del colegio Javier; a renovar la iglesia y adaptarla a los tiempos, tras el Concilio Vaticano II, Puebla y Medellín.
Fernando Guardia Jaén nació en la ciudad de Panamá el 10 de julio de 1926, en una familia de 8 hermanos. Su padre era un destacado abogado conocido como el “magistrado impoluto”, un mote ganado durante su larga carrera profesional y, sobre todo, durante los años que ejerció como presidente de la Corte Suprema de Justicia.
“Fernandito”, como lo conocían, tenía 5 años de edad, cuando falleció su progenitor, dejando a la familia en una situación económica desventajosa.
“Cuando hice mi primera comunión tuve que ir vestido de blanco, porque en casa no había dinero para comprarme el saco negro y corbata que se pedía para la ceremonia”, recordó en una ocasión.
Estudió en la escuela de la Salle de Miramar, con una beca, pero sin perder el contacto con la vida interiorana, y los problemas que afectaban a los campesinos pobres: el analfabetismo, la pobreza crónica, la falta de oportunidades.
A los 18 años se fue a Argentina con la idea de prepararse como médico y convertirse algún día en Presidente de la República, como lo habían sido tantos otros penonomeños.
En este país recibió el llamado de la vocación religiosa y con tan solo 19 años ingresó a la Compañía de Jesús el 13 de noviembre de 1945.
Renunciaba así a los sueños de su niñez, pero abrazaba con gusto una carrera que le permitiría servir a la comunidad de muchas formas.
Se ordenó como sacerdote el 15 de junio de 1960 en Saint Mary's College, Kansas, EE.UU. y en los siguientes años trabajó en el colegio Centro América, de Granada, Nicaragua y en el colegio Externado San José, San Salvador, El Salvador.
A su regreso a Panamá fue rector del colegio Javier (1968-1973), presidente de la Confederación Interamericana de Educación Católica; rector del seminario Mayor San José; vicario general y director de Educación de la Arquidiócesis de Panamá; coordinador general de la visita del papa Juan Pablo II a Panamá, en 1983, y director de Radio Hogar.
Fue durante su período como rector del colegio jesuita que implementó el “servicio social javeriano”, que exigía a los estudiantes –como requisito de graduación– tres semanas en el interior de la República trabajando a favor de las comunidades más apartadas. Este servicio cumplía dos funciones: sensibilizar a jóvenes privilegiados sobre las necesidades de los sectores menos favorecidos y proporcionar mano de obra gratuita para la construcción de obras concretas como letrinas y acueductos.
Con los años, el exitoso programa de servicio social javeriano fue adoptado en otros centros de estudio privado. Hoy es parte del currículo en todas las escuelas del país.
A los 75 años creó el Instituto Panameño de Educación por Radio (IPer) con la intención de establecer una red nacional de comunicaciones que permitiera llevar educación gratuita a los sectores apartados del país,
A través de su programa “El Maestro en Casa”, que todavía funciona, se ha logrado graduar a más de 3,000 jóvenes interioranos de primaria y hasta premedia, y alfabetizar a miles de otros.
Por su trayectoria, tanto en el ámbito eclesial como cívico, el Gobierno Nacional, en el período del presidente Guillermo Endara Galimani, le otorgó la medalla Presidente Manuel Amador Guerrero en el grado de Gran Oficial.
Su libro Clamor por la libertad recoge sus vivencias durante esta época y sus ejecutorias como vicario del Arzobispado de Panamá. .
El padre Guardia murió en Penonomé, en el año 2014, a los 87 años, tras sufrir una caída. Estaba retirado ya, y vivía en la casa que fuera de sus padres en calle Chiquita. Ese mismo día, de acuerdo con un reportaje de los periódicos locales, había estado taciturno, recordando los juegos infantiles con su hermana Irene en el patio de esa misma casa.
No había una sola ambulancia en Penonomé cuando se trató de llevarlo al hospital. Sus allegados tuvieron que trasladarlo acostado sobre una tabla, que fue colocada con mucho cuidado en un auto particular. Falleció pocas horas después en la clínica San Fernando, de Coronado.
“El padre Guardia fue un guía, amigo, gran jesuita, un gran sacerdote; un hombre que inspiró mucho lo que es mi vida hoy. Su partida nos llena de mucho compromiso”, dijo el expresidente Juan Carlos Varela al momento de su fallecimiento.
“La vida del padre Fernando Guardia Jaén queda escrita para la posteridad, en letras de oro, en el libro de la historia de Panamá. Su servicio y labor pastoral es parte fundamental de la historia de la Iglesia católica panameña. Pero su inmenso legado está coronado por su sencillez, su amor a la patria, su firmeza de carácter y el gran amor que prodigó a quienes lo conocimos. Es por ello que su memoria y su ejemplo perdurarán para siempre en el corazón de todos nosotros”. Así se expresaron sus compañeros de la Compañía de Jesús para honrarlo.