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El regreso de los talibanes paraliza la lucha contra el aire tóxico en Kabul
- 24/12/2021 06:57
- 24/12/2021 06:57
El regreso de los talibanes lo paralizó todo en Kabul, también las medidas que la capital afgana había adoptado durante los últimos años para combatir la polución del aire, que con la llegada del invierno se dispara a niveles tóxicos.
Cuando se desciende del avión en el aeropuerto internacional de Kabul una bocanada de polución golpea la garganta, que escuece, acompañada de un olor a humo constante, como en un incendio. En el horizonte, una neblina de partículas en suspensión cubre la ciudad.
Situada a una altitud de unos 1.800 metros sobre el nivel del mar en un estrecho valle, las temperaturas medias en Kabul durante el invierno descienden varios grados bajo cero, lo que propicia que los contaminantes se mantengan a ras de suelo y no se dispersen, según detalla en un artículo el Programa de la ONU para el Medioambiente.
El principal causante de esta situación límite es el carbón, un recurso de bajo coste que proporciona energía a las fábricas y calienta edificios y casas en esta ciudad densamente poblada, explica a Efe Naqeeb Sidiqi, director de desarrollo sostenible de la Agencia de Protección del Medioambiente de Afganistán (NEPA).
En cada rincón de la capital se encuentran puestos de venta de leña o carbón, con un precio por tonelada de este último que ronda los 8.500-9.000 afganis (unos 82-87 dólares), que luego queman las familias en sus cocinas o en las habituales estufas situadas en el centro de los salones alfombrados, punto de encuentro del hogar.
Con una población de unos seis millones de personas, cuando la urbe fue diseñada para medio millón, Kabul también sufre de otros contaminantes, añade Sidiqi, como "la importación de combustible y petróleo de mala calidad, que antes estaban estrictamente prohibidos", pero que ahora se han vuelto a emplear en los vehículos antiguos.
"El año pasado teníamos planes tanto a largo como a corto plazo (contra la polución) y el año pasado se implementó la planificación a corto plazo, pero con los cambios recientes, nuestro equipo no ha estado activo en los últimos cuatro meses, sobre todo el de monitoreo de la contaminación del aire", afirma.
Esos "cambios" ocurridos hace cuatro meses, y que el activista ambiental no cita, son el regreso de los talibanes al poder, con la toma de Kabul el pasado 15 de agosto, y el fin de la ocupación estadounidense a finales de ese mes tras dos décadas de conflicto.
La vuelta del régimen islamista, tras su anterior periodo al mando entre 1996 y 2001, desencadenó la huida de gran parte de los organismos internacionales del país, además se congelaron los fondos afganos en el extranjero y se cortó el flujo de ayuda financiera.
Ante esta situación, detalla Sidiqi, no cuentan con datos básicos como los niveles actuales de polución, ya que "el equipo (de medición) no está activo", aunque espera que vuelva a estar operativo "pronto" para retomar su labor de monitoreo y control.
"Si la contaminación del aire continúa así o empeora, tendremos una especie de catástrofe de enfermedades respiratorias en Kabul. Espero que podamos controlarlo y aplicar medidas como lo hicimos anteriormente para evitar tragedias", advirtió el ambientalista.
ENFERMEDADES RESPIRATORIAS
Hace dos años, el Ministerio de Salud Pública afgano advirtió que en la última semana de 2019, unas 9.000 personas tuvieron que ser atendidas en los 17 hospitales de la capital por enfermedades respiratorias relacionadas con la contaminación.
Esto supuso un 20 % más que en la última semana de 2018, y el ministerio señaló entonces que al menos 17 de esos pacientes fallecieron a causa de estas enfermedades, diez de ellos menores de edad y cuatro ancianos que tenían antecedentes de asma y enfermedades cardíacas.
Algunos habitantes de la ciudad son conscientes de estas amenazas y tratan de combatir la contaminación con el arma más común en esta época de pandemia: las mascarillas.
Hamid Rahimi trabaja en un mercado y todas las mañanas sale de su casa temprano para acudir a su puesto, donde tiene la sensación de que siempre hay "plástico quemándose cerca", afirma a Efe, lo que le obliga incluso a usar no una sino dos mascarillas para la polución.
"Sin mascarilla, especialmente por la mañana y por la noche, es como suicidarse", remarca.