La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
La paradoja democrática: principios o soluciones
- 15/04/2022 00:00
- 15/04/2022 00:00
Una de las paradojas del actuar de los Estados democráticos y liberales es la separación de la ideología nacional de las relaciones internacionales. A lo interno de gobiernos democráticos, el discurso político en general promueve los principios de un estado de derecho y la preservación de derechos humanos básicos, la protección del individuo. Sin embargo, a nivel internacional, es el realismo que regula las relaciones. El gobierno nacionalista de Narendra Modi, en India, representa a la democracia más grande del mundo y en el escenario internacional, su postura en relación a la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, terminó por partir el orden mundial en tres bloques de naciones y es el perfecto ejemplo de esta paradoja democrática.
Las metas de desarrollo del modelo económico de India compelen a su gobierno a mantener negocios con Moscú, a pesar de las presiones diplomáticas de occidente. De igual manera, el Kremlin es un aliado fundamental del gobierno de Nueva Delhi en materia de seguridad, que ofrece mayores garantías que EE.UU. y sus aliados. La guerra en Ucrania redibujó el mapa de seguridad del orden mundial, consolidó la unidad del bloque de democracias, pero también expuso el alcance de su poderío.
Desde inicios de marzo, cargueros de petróleo provenientes de Rusia partieron rumbo a India con 6 millones de barriles de crudo. En un mes, India importó 50% de la cantidad total de petróleo que importó de Rusia en el año 2021. Y es que, de cara a las sanciones de occidente en contra de Rusia, y en particular la prohibición de compra de petróleo ruso por parte de EE.UU., el gobierno de Moscú está ofertando petróleo con descuentos mayores al 20%. Ante estas oportunidades de mercado, el ministro de Petróleo y Gas Natural de India, Hardeep Singh Puri, dejó claro que tras la salida de grandes compañías como Exxon Mobil y Shell de Rusia, el gobierno aprovechará todas las oportunidades para capitalizar oportunidades en beneficio económico del país asiático. Actualmente, compañías estatales indias ya han invertido más de $16 mil millones en la industria petrolera rusa.
El 11 de abril, el presidente Joe Biden se reunió de manera virtual con el primer ministro Narendra Modi. El mensaje del autoproclamado y/o de facto líder del mundo libre fue claro, según la Casa Blanca “no es del interés de India aumentar sus lazos con Rusia”. El mensaje vino poco más de una semana después de que la ministra de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Liz Truss, viajó a Nueva Delhi, para dar el mismo mensaje. Según las autoridades en Nueva Delhi, el Gobierno de EE.UU. ha lanzado una campaña de influencia con el fin de disuadir a India para que no aumente su compra de petróleo ruso, alegando que las ganancias económicas del Kremlin serán utilizadas para masacrar civiles en Ucrania. Ante el dilema moral, el ministro de Relaciones Exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, respondió fríamente: “Probablemente nuestras compras totales de petróleo ruso para este mes serán menores que lo que compra Europa en una tarde”.
La realidad económica es que el producto interno bruto de India creció 9% en 2021 e igualará la cifra en 2022. Durante 2023 y 2024 se espera que el gigante asiático crezca a tasas por encima del 7% y, para 2030 sobrepase a Japón como la segunda economía más grande detrás de China. La recuperación pandémica global aún es incierta. Los nuevos confinamientos en China y la incertidumbre del impacto de la guerra en Ucrania sobre las cadenas de suministro globales amenazan los procesos de recuperación económica del mundo. De cara a un nuevo orden mundial en donde existirá un bloque de países cuyas economías estén ancladas al dólar y otro bloque de países de igual preponderancia económica con un modelo alterno, el gobierno de Nueva Delhi mantuvo su tradición diplomática de evitar escoger bandos, entre occidente y países no alineados. La guerra en Ucrania a los ojos de las autoridades en India no es un conflicto existencial, mientras que mantener negocios con Rusia es una oportunidad que mitiga el impacto de crisis sobre la economía nacional.
A nivel internacional, la mayor amenaza de seguridad para India, y su rival regional y sistémico más grande, es el Partido Comunista de China. India y China comparten 3.488 kilómetros de frontera terrestre. Como parte de los esfuerzos internacionales que buscan contener la expansión de China. India, junto a Australia, Estados Unidos y Japón, pertenece al “Quad” o Diálogo Cuadrilateral de Seguridad en el Indo-Pacífico. Sin embargo, India es el único miembro de la alianza de seguridad que no ha condenado la invasión de Rusia a Ucrania. El 19 de marzo, el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, viajó a India para reunirse con su homólogo Modi y convencerlo de condenar los crímenes de guerra cometidos por órdenes de Vladimir Putin. Durante la declaración en conjunto, tras la reunión de jefes de Gobierno, Narendra Modi lamentó el asesinato de civiles en Bucha y condenó el uso de la violencia para resolver asuntos geopolíticos. Sin embargo, no responsabilizó a Rusia por iniciar el conflicto y evitó sugerir que el genocidio en Bucha ocurrió a manos de las tropas rusas.
Las razones son lamentablemente sencillas. Las fuerzas armadas de India dependen en un 85% de insumos provenientes de Rusia para el mantenimiento de más del 60% de sus equipos de guerra. Las preocupaciones de seguridad del gobierno de Nueva Delhi están en el sub-continente y no en el océano Pacífico. Adicionalmente, históricamente Moscú ha brindado apoyo en materia de seguridad a India. El gobierno de Putin ha sido instrumental en aliviar las tensiones entre India y China tras los conflictos armados en la frontera que iniciaron en 2020. De igual manera, Moscú es un aliado del gobierno populista de Narendra Modi que no ha criticado a Nueva Delhi por su manejo de minorías en Kashmir o prácticas autoritarias del partido oficialista.
En el actual entorno de seguridad, Rusia es un mejor aliado estratégico que los miembros del “Quad” o el bloque de democracias que se unió en contra de Rusia tras la invasión a Ucrania.
La guerra en Ucrania está redibujando el mapa de seguridad del orden mundial. Es cierto que los países de la OTAN encontraron un nuevo sentido de unidad tras la renovada amenaza rusa en Europa. Países como Finlandia, Suecia y Georgia podrían ver sus solicitudes para ingresar al bloque trasatlántico acelerarse. Rusia, y China por su apoyo tácito, quedaron expuestos ante los países democráticos como potencias mundiales con aspiraciones revanchistas y antisistema. Por otro lado, la contundencia de las sanciones de occidente reveló el alcance del poderío de las democracias en el orden mundial. Menos de 40 de los 193 países en el mundo están sancionando a Rusia por su guerra de agresión contra Ucrania. Países como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Pakistán, Siria, y los estados exsoviéticos de Asia central han estado bajo la influencia del aparato de seguridad del Kremlin por décadas. Brasil, otro caso, depende de Rusia para la importación de más del 40% de los fertilizantes utilizados para la agricultura en el país sudamericano.
Kazajistán, por su parte, necesita de los oleoductos de Rusia para vender su petróleo a Europa, etc. La interconectividad económica del sistema actual hace que los gobiernos del mundo prefieran solucionar los conflictos internos nacionales a través de inescrupulosas relaciones internacionales.
La guerra en Ucrania dejó claro que, de los 193 países del mundo, unos 150 prefirieron encontrar una solución al impacto de la invasión, en vez de mantener los principios del derecho internacional y del orden mundial liberal. La guerra en Ucrania evidenció que el sistema internacional en general está vacío de una ideología liberal y que permitirá la reorganización territorial forzada por Rusia en Europa, con tal de mantener un mayor grado de estabilidad generalizada al nivel nacional.
El conflicto en Europa certificó que Rusia tiene aspiraciones de expansión territorial. La perspectiva internacional de Vladimir Putin es revanchista y sus acciones en Ucrania demostraron que está dispuesto a sacrificar a decenas de miles de rusos, con tal de revertir el colapso del imperio soviético.
El apoyo explícito del Partido Comunista de China a la visión de seguridad mundial del Kremlin y el tácito apoyo a la invasión de Ucrania consolidaron el polo de poder Pekín-Moscú. Un polo de poder cuya intención clara es la reconstrucción del orden internacional. La OTAN, por su parte, demostró unidad total y movilizó la voluntad política de más de una treintena de naciones, delimitando así las fronteras del polo de poder democrático. El conflicto entre ambos polos de poder también consolidó la postura de los países no alineados, como válida en el entorno de seguridad mundial actual y fortaleció la mano de negociación de una banda de líderes populistas y nacionalistas, como es el caso de Narendra Modi en India.
El orden mundial de mañana será el producto del choque de estos tres polos de poder y determinado por las decisiones agregadas de los actores políticos (es decir, cada uno de nosotros): ¿actuaremos con principios democráticos y liberales, entendiendo lo interconectados que estamos y los beneficios virtuosos de un estado de derecho, o actuaremos para solucionar los problemas emergentes de manera disgregada y a corto plazo? Esa pregunta es una que los latinoamericanos debemos hacernos al ver que ningún gobierno de la región se ha sumado a las sanciones en contra de Rusia.