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Najma Sadequi: un testimonio del terror y las cicatrices del régimen talibán
- 07/09/2021 00:00
- 07/09/2021 00:00
“Ojalá sea un mal sueño, ojalá podamos despertar un día. Pero sé que no es posible (...) y es una realidad que estamos acabados”, fueron las últimas palabras de la youtuber afgana de 20 años, Najma Sadequi, en un video publicado la semana pasada desde su cuenta personal. En el video, Sadequi trata de reprimir las lágrimas sin conseguirlo, despidiéndose de sus decenas de seguidores en Youtube, tras las restricciones de movilidad implementadas por el régimen talibán en Kabul, donde residía.
Sadequi publicaba videos alegres, divertidos, donde caminaba las calles de Kabul buscando lugares para tener un buen tiempo junto a sus amigos, utilizando ropa de colores brillantes y sonriendo. En su último video, la joven utilizaba un chorda negro y su tono sombrío anunciaba la diferencia de emociones en comparación a experiencias anteriores. “Como no se nos permite trabajar ni salir de nuestras casas, todos hemos tenido que grabarles un último video”, comentó Sadequi, “y a través de este video, despedirnos de ustedes”.
“La vida en Kabul se ha vuelto muy difícil, especialmente para aquellos que solían ser libres y felices”, dijo la joven estudiante de periodismo en Kabul. Siguiendo sus aspiraciones, Sadequi recientemente se había unido al equipo de Afghan Insider en la plataforma Youtube. Sus publicaciones llegaban a más de 24 millones de visitas, brindando una visión de la vida de los creadores de contenido en medio de la ciudad de Kabul antes del movimiento talibán. Este trabajo permitía a Sadequi como a otros jóvenes recibir ingresos propios para mantener a sus familias y estudios. “Trabajaba para ganar lo suficiente para pagar mis gastos diarios y mi educación”, anotó la joven en su video, “la mayoría de las familias de la ciudad ahora esperan (una) comida al día para sobrevivir”.
La muerte de Sadequi conmocionó a una gran red de jóvenes creadores de contenido que habían seguido su trabajo por años; además, dejó en evidencia las consecuencias psicológicas que ha causado el regreso del ataque talibán a las nuevas generaciones. “Estamos afectados mental y físicamente; nos hemos vuelto vulnerables”, indicó Sadequi, “además de las dificultades económicas, estoy muy preocupada porque mucha gente conoce mi cara porque solía trabajar para los medios de comunicación. He oído rumores de que ciertos grupos identifican a las chicas que trabajan en los medios de comunicación como yo para perseguirlas. No me siento nada segura”.
El sentimiento de inseguridad de Sadequi se ha expandido hacia otros youtubers jóvenes, para quienes la plataforma internacional se ha convertido en un vehículo de libertad de expresión y una fuente de ingresos estables. “En el último par de años, decenas de jóvenes afganos con talento empezaron a trabajar para canales de YouTube, no solo para ganarse la vida, sino para encontrar una plataforma que les permitiera demostrar su valor y el progreso que los afganos habían hecho en las dos últimas décadas”, dijo Khawja Samiullah Sediqi, de Afghan Insider a CNN.
La ambición de Sadequi de llevar una carrera en los medios se vio truncada por un ataque de bomba aérea en el aeropuerto internacional de Kabul, en donde perdió la vida junto a su hermano menor y un primo que la acompañaban a intentar escapar de Afganistán, así como a otras 170 víctimas. Sadequi llevaba consigo pruebas de amenazas de muerte en mensajes de texto para buscar asilo.
Más allá del constante terror que sienten los creadores de contenido digitales, las reglas del régimen talibán contra la presencia de mujeres en puestos de poder y castigos por expresiones contra la nueva política han causado afectaciones emocionales y de salud mental en los niños y jóvenes afganos.
En el estudio 'La guerra como desastre: Sus consecuencias psicológicas' realizado por los investigadores psiquiátricos Liuba Yamila Peña Galbán, Arnaldo Espíndola Artola, Jorge Cardoso Hernández, y Tomás González Hidalgo, se señala a la guerra como un “verdadero desastre, una emergencia o un caos provocado por el hombre, que determina una desorganización total de toda la sociedad, afectándola desde todos los puntos de vista”. Esto incluye la vida de civiles menores de edad, quienes al participar como “soldados” en las guerras o ser abducidos por las agrupaciones bélicas sufren de agresividad, terror durante la noche, ansiedad y depresión, SIDA y problemas de salud, así como retraso educativo.
Asimismo, los expertos en psiquiatría destacaron algunos trastornos que pueden padecer los menores de edad expuestos a ambientes bélicos: trastorno por estrés postraumático, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, trastornos emocionales, conductuales, abuso de alcohol y otras sustancias, y suicidio.
Estos casos se han documentado desde diversas áreas de conflictos bélicos, tal como indica el estudio 'La salud mental de los niños y adolescentes sirios refugiados', realizado por los investigadores Leah James, Annie Sovcik, Ferdinand Garoff, y Reem Abbasi del Centro de Atención a Víctimas de la Tortura: “Se reveló un persistente temor, ira, falta de interés en actividades, desesperanza y problemas con el funcionamiento básico. De las casi 8 mil personas que participaron en la evaluación, el 15.1% reportó sentirse muy asustado y el 28.4% manifestó sentirse tan enojado que nada podía calmarlo; el 26.3% se sentía 'tan desesperado que no quería continuar viviendo'; y el 18.8% se sentía 'incapaz de llevar a cabo actividades esenciales de la vida diaria debido a sentimientos de temor, enojo, fatiga, desinterés, desesperanza o malestar”.
Algunos niños responden a las experiencias traumáticas vividas con agresiones, evitación y negación; otros, con culpa y sentimientos de desvalimiento. Sin embargo, hay niños desarrollan rabia, patrones de conducta hostil y expresión de agresiones (Garbarino, Kostelny y Dubrow,1991), aunque menos visible que las heridas físicas, las heridas emocionales no son menos serias (Dubrow, Liwski, Palacios y Gardinier, 1996), según destacó un informe de El Diario.
Esto no escapa de latitudes más cercanas, según reveló un estudio de la Universidad San Buenaventura, en Bogotá (Colombia) de una muestra de 248 niños y jóvenes involucrados en conflictos armados en zonas rurales del país: “Entre las afectaciones psicológicas que presentan los niños y adolescentes como producto de la violencia se encuentran las dificultades en el desarrollo (Mels, 2012; Murthy & Lakshminarayana, 2006), problemas de atención, problemas cognitivos con ideas distorsionadas sobre lo ocurrido, culpa, vergüenza, inseguridad, indefensión, agresividad, pérdida de relaciones interpersonales o pérdida de confianza en el futuro, desarrollo de conductas regresivas, angustia por la separación de sus padres, miedo, ansiedad, depresión, trastornos del sueño, y labilidad emocional, entre otros, las que dependen de la etapa de desarrollo y del tipo, grado e intensidad de los hechos victimizantes (Cohen y Mannarino, 2008; López-Navarrete et al., 2007; Pereda 2012)”.
La vida actual en Afganistán, y los movimientos talibanes podrían representar una mayor problemática para los menores de edad y jóvenes afganos, ya que según un informe de la Unicef, Afganistán ha sido catalogado como “el peor lugar para nacer”, ocupando un nivel negro (situación muy grave) de cumplimiento de derechos infantiles y un Índice de Cumplimiento de los Derechos del Niño de 5.04 / 10.
La oenegé de apadrinamiento de niños en áreas de conflicto Humanium, señaló que durante el régimen de los Talibanes, miles de menores afganos fueron alistados en fuerzas terroristas por propia voluntad o forzados. “Se les hacía un 'lavado de cerebro' y luego eran formados en el manejo de las armas para enviarles a la guerra. Además, algunos niños con menos de 6 años también eran usados como niños Kamikaze”, según destacó un informe de la organización. A principios de 2011, Afganistán firmó un acuerdo con las Naciones Unidas, comprometiéndose a detener el reclutamiento de niños para la policía del estado después de que ésta fuese incluida en la lista negra de la ONU en 2010.
Según Unicef, desde principios de año, “más de 552 niños han muerto y más de 1,400 han resultado heridos” en Afganistán. En tanto, “la mitad de la población, más de 18 millones de personas –entre ellas casi 10 millones de niños- necesita ayuda humanitaria”. El último informe de la ONU sobre los niños y los conflictos armados reveló que 5 mil 770 jóvenes afganos fueron asesinados o mutilados entre enero de 2019 y diciembre de 2020. Además, la organización calculó que “1 millón de niños menores de 5 años estarán gravemente desnutridos para el final de 2021 y 3 millones sufrirán de desnutrición moderada/aguda”.
El peligro que corren las nuevas generaciones afganas se presenta como una violación constante a sus derechos. “Los niños de entre 12 y 17 años, pero a veces incluso de 10 años, se encuentran entre las personas más vulnerables del mundo”, apuntó el organismo en un comunicado. Esto aumenta incluso, la separación y desplazamiento de familias, y aquellos niños que son regresados a Afganistán permanecen alejados de sus familias. Ante esto, el organismo hizo un llamado a las organizaciones de derechos humanos y mediaciones a “esforzarse por mantener a los partidos en guerra comprometidos con sus obligaciones para con los niños”.