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- 05/09/2024 00:00
- 04/09/2024 20:27
El último informe a la nación rendido por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador AMLO para su pueblo-, quien entregará a Claudia Sheinbaum el bastón de mando el 1 de octubre, sintetiza la misión cumplida dentro del esquema de transformación de la vida pública del país, pero al mismo tiempo muestra la que está por cumplir.
Sheinbaum, a quien la historia recogerá como la primera dignataria en la historia de México, no estrena camino, sino que emprende el ya trazado con la histórica misión de ampliarlo, consolidarlo, y aportar ideas y realizaciones para hacer irreversible la transformación.
Para lograrlo, AMLO tuvo que mantener todo su sexenio el machete en alto para liberar de yerba mala el país, como hizo Panquiaco en el Darién para despejar el camino hacia el Mar del Sur, de cuya existencia se enteraron los españoles gracias a él. Evidentemente, Claudia tendrá que afilarlo más todavía.
Los males que arrastraba México desde la época de Tenochtitlan, el primero de ellos la corrupción y toda la violencia criminal, la discriminación, el odio de clases, la miseria, la ultra pobreza, la división social, la miseria galopante y una larga cadena de infortunios, eran imposibles eliminarlos en menos de seis años, pero AMLO creó las bases para lograrlo en este cuarto proceso de cambios que inició el cura Miguel Hidalgo en 1810, y continuaron los presidentes Benito Juárez y Francisco I. Madero.
Había mucha incertidumbre si podría o no lograrlo, en particular por tratarse de un país de una violencia social intrínseca, de episodios independentistas en los que las balas y la pólvora jamás dieron paso al diálogo desde Hernán Cortés hasta Madero, y un vecino todopoderoso que le arrebató dos millones de kilómetros cuadrados y lo añadió a su territorio, hecho sin el cual no fuera la potencia que es hoy, y que mantuvo hasta la llegada de AMLO su condición de procónsul, con su embajada como centro administrativo.
Cualquier ecuación que se hiciera desde que, a finales del siglo pasado López Obrador entrara en política y proclamara la necesidad de crear otro México, era negativa, pero el tercer intento de llegar al Palacio fructificó en julio de 2018 y comenzó a concretarse el 1 de diciembre de ese año cuando el nuevo mandatario asumió la presidencia y leyó en la plaza del Zócalo sus primeros cien compromisos de hondo calado.
Los cumplió casi todos, para asombro de los incrédulos, y sin tiros ni persecuciones cambió los principios básicos de la vieja Constitución de 1917 sobre el ideario de los grandes próceres de la independencia, el juarismo y la revolución de 1910, en medio de una guerra de ideas y no de metralla, en la cual el horcón fundamental del viejo sistema social, la corrupción, quedó como mondadientes, aunque sigan vivos rescoldos amenazando con incendiar lo logrado y reducirlo a cenizas.
Toca ahora a Claudia concluir pendientes cuyas soluciones son imponderables, como la que ya ejecuta como presidenta electa, en el caso del Poder Judicial, donde radica la base jurídica de la corrupción, sobre todo la de cuello blanco, considerada por AMLO como la madre de todos los problemas económicos y sociales que convierten a México en el país más desigual y de peores contrastes en los índices de bienestar.
En esa misma cuerda, tendrá también que realizar profundas transformaciones en los otros dos poderes, pero en especial el legislativo, cuya mecánica fue fabricada por los partidos políticos tradicionales como orfebres para perpetuarse en ambas cámaras y controlar el presupuesto y su distribución, y ponerle fin a una era de enormes privilegios en detrimento de la gran mayoría de la población.
Evidentemente, con las reformas planteadas en esos dos poderes, y gozando de una mayoría calificada en diputados, y simple –pero abrumadora- en el Senado, se hace muy factible materializar los cambios, en especial cuando ahora el partido Morena gobierna dos terceras partes de los estados y la aplastante mayoría de sus asambleas y alcaldías.
Un gran reto para esta mujer, científica, especialista en temas de medioambiente, son las relaciones con el vecino del norte, uno de cuyos candidatos a presidente, Donald Trump, ya casi ha roto hostilidades con el actual y con el nuevo gobierno de México que tomará posesión el mes que viene, lo cual implica un llamado de alerta dados los antecedentes de ese político en sus relaciones bilaterales cuando ocupó la Casa Blanca.
Por otra parte, Claudia llegará a Palacio con unas finanzas saneadas, una moneda muy fortalecida que ha soportado sin pestañear los últimos bruscos movimientos de ese mercado, una posición muy favorable en el flujo de inversión extranjera y en las balanzas de pagos y comercial. Y si su equipo de gobierno la acompaña y se liman asperezas y se logra la esperada coordinación y colaboración intersectorial, el avance de la transformación, en teoría, debería ser muy firme para su continuidad después de 2030.