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La gran guerra: girasoles de verano y ocaso invernal
- 19/08/2022 00:00
- 19/08/2022 00:00
La historia, a menudo, está marcada por imágenes que representan el inevitable cauce de las fuerzas que la definen. Entre estas pautas visuales la realidad parece no estar definida. El arte permite la expresión de momentos que existen en conflicto. En vísperas de los seis meses del inicio de la guerra en Europa, la imagen de un cañón de artillería sobresaliendo de un campo sin fin de girasoles dorados, irradiado por la tenue luz del ocaso otoñal, es el perfecto retrato de lo que los soldados ucranianos vienen conociendo como La Gran Guerra.
Desde el inicio de la invasión de soldados rusos a territorio ucraniano en 2014, que culminó con la anexión de Crimea a la Federación Rusa y un conflicto frío en el este de Ucrania, los estrategas militares ucranianos iniciaron las preparaciones para la inevitable Gran Guerra: el momento en que la Rusia de Vladimir Putin decidiera tomar control del país entero. Esta preparación de las fuerzas armadas durante 7 años fue exitosa, al punto que logro desarmar los planes de Moscú de controlar Kiev en cuestión de días. La resistencia ucraniana ha sido épica y ha logrado mantener control de 75% del territorio nacional y abatir a cerca de 70 mil soldados enemigos. Los girasoles del verano ucraniano están en plena floración. Pero mientras el sol se extiende en el horizonte cada día más, el invierno amenaza con congelar las esperanzas de los valientes. El régimen de Putin parece no contemplar ningún escenario que no sea una victoria para Moscú. El presidente Zelensky está bajo la presión no solo de los avances del Kremlin al este, sino también de las condiciones económicas del resto del país, y el costo moral y material de continuar la resistencia durante el invierno. Kiev depende de las balanzas de la historia, y de las decisiones políticas de las grandes potencias de occidente, que cada día están más divididas y con sus miradas enfocadas en los problemas domésticos.
La guerra entre Rusia y Ucrania es un conflicto asimétrico desproporcionado. Simple y sencillamente, si Rusia decidiera utilizar todo su poderío militar (actualmente solo está desplegada como una “operación militar especial” y con insumos limitados), Ucrania dejaría de existir. Existe un sin fin de análisis que explican las ramificaciones y razones por las cuales Putin continúa utilizando limitadamente las capacidades de sus fuerzas armadas, que, cuán ineptas sean, definitivamente son más que suficientes para borrar del mapa la nación ucraniana. La mayor amenaza que enfrenta Putin es mantener el control internamente.
Actualmente alrededor de mil compañías occidentales han cesado operaciones en Rusia. Compañías que en total representaban cerca del 40% del PIB del país. Las importaciones en Rusia han caído un 50%, paralizando completamente la mayor parte de la producción nacional, en particular por la falta de insumos tecnológicos para la industria automotriz, aviación, electrodomésticos, etc. Para dar un ejemplo, la venta de carros en Rusia cayó 95% desde el inicio de la guerra y el consumo al menor un 20%. La inflación oficial se encuentra por encima del 15% y el Gobierno ruso no pronostica crecimiento económico hasta 2025.
A pesar de estas cifras económicas, y el luto de más de 70 mil familias rusas, la moral en el país se mantiene firme. Según las últimas encuestas del Levada Center, una encuestadora rusa con sede en Moscú que es considerada internacionalmente como una organización independiente y creíble, 68% de los rusos cree que el país está en el camino correcto. Esta cifra ha aumentado, no declinado, desde el inicio de la guerra, cuando solo 53% estaba de acuerdo con las decisiones del Kremlin. 73% de la población está convencida de una victoria absoluta para Rusia en la guerra con Ucrania.
El invierno traerá varias ventajas estratégicas para las fuerzas armadas que comanda Putin. La naturaleza premiará a la artillería rusa. La caída de las temperaturas robará a las fuerzas ucranianas de la cobertura y ocultamiento natural que trae el viscoso follaje de los bosques al este de Ucrania. La naturaleza política de los regímenes autoritarios también beneficiará a Moscú. Durante los últimos dos meses, fuerzas rusas han estado entrenando en Irán para poder operar los drones Shahed-191 y Shahed-129. Esta nueva herramienta bélica, de construcción y diseño iraní, permitirá a las fuerzas rusas reducir el tiempo de localización de la artillería ucraniana más avanzada de 25-30 minutos a 3-5 minutos. La mutua enemistad con occidente de Teherán y Moscú no solo permitirá el traspaso de tecnología militar, sino también de mejores prácticas a la hora de resistir y evadir sanciones.
Una de las victorias más contundentes del gobierno de Volodimir Zelenski ha sido la guerra mediática (en occidente). Zelenski pasó de ser el líder de uno de los países más corruptos del mundo, pasó de ser el supuesto cómplice de Donald Trump durante el enjuiciamiento del presidente estadounidense, pasó de ser un comediante y un chiste olvidable, a ser el Winston Churchill del siglo XXI.
El líder ucraniano, con sus fatigas militares, mantuvo el control y venció con su liderazgo personal y el coraje de sus soldados la batalla de Kiev. Bajo el liderazgo ejemplar de Zelensky, las fuerzas ucranianas repelieron a los invasores de Kharkiv. Y, en las últimas dos semanas, fuerzas especiales ucranianas, en conjunto con partisanos en Crimea, lograron destruir gran parte de la base aérea militar Saki, una decena de aeronaves de combate rusas y un depósito de municiones.
A pesar de las aparentes victorias, el gobierno de Zelenski es muy frágil. A nivel económico, el país ha sufrido la destrucción de cerca de $600 mil millones en infraestructura. Actualmente, el gobierno opera con un déficit insostenible, solo cuenta con 40% de la liquidez necesaria para mantener el país de pie. Más de 10 mil soldados ucranianos, según los estimados más optimistas, han sido abatidos. De los 900 tanques de guerra que Ucrania tenía al inicio de la guerra, al menos 300 han sido destruidos y, de seguro, los restantes requieren de mantenimiento urgente. EE.UU. solo ha enviado 12 HIMARS (sistemas de artillería móvil) que ha sido la única herramienta que ha recibido Ucrania que ha tenido un impacto inmediato en el campo de batalla. Estas 12 unidades estarán altamente expuestas durante el invierno, bajo la detección de los drones iraníes, y serán susceptibles a errores mecánicos por sobreuso o el indebido uso por parte de soldados ucranianos (que solo recibieron tres semanas de entrenamiento, en vez de tres meses, como es costumbre, y están agotados tras seis meses de una guerra de atrición).
La presión a la que está sometido el líder ucraniano es evidente. En el mes de julio, Zelenski despidió a Ivan Bakanov, su amigo de infancia y socio comercial, quien fungía como jefe de la inteligencia ucraniana. El fiscal general también fue relevado de su cargo. El mismo mes, Zelenski informó a la nación que su gobierno investiga más de 650 casos de traición y al menos 60 oficiales de inteligencia que estaban colaborando con Moscú. La paranoia no es solo de Zelenski hacia sus funcionarios, sino también entre Washington y Kiev. La Casa Blanca, a través de fuentes anónimas, ha dejado saber que la Administración Biden no confía en el gobierno de Kiev.
Tras la Cumbre de la OTAN en Madrid, la relación transatlántica pareciera estar disfrutando de un verano de amor. Por primera vez en décadas, la alianza militar redescubrió su propósito y el sentido de unidad de las democracias de occidente y lograron trazar un futuro en conjunto. El invierno, sin embargo, amenaza con enfriar ese calor fraterno.
El Reino Unido perdió un mal líder, Boris Johnson, pero Ucrania también perdió su mejor y más activo aliado. El nuevo primer ministro de seguro priorizará los asuntos internos sobre la crisis en Ucrania, una vez se mude a 10 Downing Street. Italia se dirige a nuevas elecciones el 25 de septiembre luego que el gobierno de coalición de derecha colapsara, en gran parte por diferencias sobre el envío de armamento a Ucrania. Además de las batallas por el poder en Europa, el continente también se enfrentará a un incremento en el costo de la electricidad de entre 75%-100% durante el invierno, lo cual obligará a los gobiernos nacionales a apaciguar el malestar de sus ciudadanos. Y en EE.UU., los demócratas se dirigen hacia una derrota en las elecciones de medio termino el próximo 8 de noviembre. De perder el control del legislativo, la Administración Biden y los demócratas perderán el control del apoyo económico y militar a Ucrania. Ya más de 65% de los candidatos republicanos se han abocado a la agenda política de “America First” y será difícil justificar el costo local para un conflicto al otro lado del Atlántico. Y de mantener el control del legislativo, la Administración Biden igualmente se mantiene paranoica de que Kiev utilice armamento estadounidense para atacar territorio ruso y provocar una escalada militar en Europa. Razón por la cual el apoyo a las fuerzas de Zelenski se mantendrá marginal.
El invierno se avecina y el peso de la historia y sus imágenes se está haciendo sentir. Pretender la retirada de fuerzas rusas durante el invierno va en contra de la sabiduría del historiador. Irónicamente, es Putin el líder que tiene mayor paciencia y comodidad actualmente. Vladimir Putin tiene soldados de sobra para enviar a su muerte, una economía que aún puede sostenerse por unos meses más y el apoyo de sus ciudadanos (por el momento). Zelenski, por otra parte, debe mantener la moral y sobre todo mantener convencidos a sus ciudadanos de que la resistencia es y será un menor costo a pagar para la nación que haber cedido a las presiones de Putin a inicios de 2022. La unidad de la OTAN que forjó el presidente Joe Biden a través de intensas negociaciones diplomáticas con sus aliados puede demostrar ser tan frágil como su popularidad en EE.UU. La gran incertidumbre alrededor del supuesto apoyo incondicional de EE.UU. a la OTAN es un cálculo muy complejo para los políticos europeos, que han demostrado no tener apetito para aumentar las sanciones contra el régimen de Putin y que pueden ser obligados por presiones domésticas a olvidar las metas de lograr la independencia energética de Rusia para finales de 2022.