La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 17/11/2023 00:00
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En menos de dos meses, la causa palestina se transformó de un conflicto en el olvido de los justicieros a un movimiento global que ha despertado el furor de activistas en todas partes del mundo. El terrorismo del grupo islámico Hamás logró sus objetivos tras una perfecta ejecución de una operación de armas combinadas, tan sofisticada como la de las fuerzas armadas nacionales más modernas.
Es hora de despertar y darnos cuenta que el mito del terrorismo es una construcción moderna y no apta para la posmodernidad en la cual nos encontramos. Los Estados y el orden internacional, como los entendemos, están bajo la amenaza de ejes de resistencia globales, y la inmigración irregular ha sido el método más eficiente de infiltrar nuestras sociedades.
Debemos examinar la historia, para aclarar que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha sido un instrumento de un eje de resistencia, cuyo centro de poder no se encuentra en el medio oriente ni guarda relación con el mundo árabe ni el islam.
En junio de 1964, el Gobierno de Egipto auspició la primera reunión de la Liga Árabe en Cairo. A la cumbre asistieron las delegaciones de Irak, Líbano, el Estado de Palestina, Siria, Arabia Saudita, Jordania, República Árabe del Yemen, Libia, Sudán, Marruecos, Túnez, Kuwait y Argelia.
La razón de ser de la reunión fue la resolución de conflictos entre las nuevas naciones árabes y la conformación de un frente unido en contra del imperialismo, e Israel simplemente era la más reciente manifestación de las ambiciones de control de occidente. Durante esta primera reunión de la Liga Árabe, los países que hoy conocemos como Baréin, Catar, Omán, Emiratos Árabes Unidos y Yemen, ni siquiera existían (aún estaban bajo control europeo). En junio de 1964, la Liga Árabe legitimó el mandato de Ahmad al-Shuqayri, quien creó la OLP y fue su primer presidente.
La causa palestina ha sido ancla del movimiento internacional antiimperialista y de resistencia a la hegemonía de occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La causa palestina nació de una decena de movimientos disgregados con objetivos distintos.
En 1964, Ahmad al-Shuqayri logró conformar la OLP, con el Consejo Nacional Palestino como órgano legislativo que agrupó a los movimientos de resistencia clandestina en un organismo político reconocido internacionalmente y que recibió apoyo militar de prácticamente todos los países de la Liga Árabe.
La OLP tuvo como objetivo fundacional la destrucción del Estado de Israel y estuvo formada por los siguientes grupos de resistencia armada: Fatah; Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP); Frente Democrático por la Liberación de Palestina (FDLP); Frente por la Liberación de Palestina (FLP); Unión Palestina Democrática (FIDA); Partido Popular Palestino (PPP); Frente por la Liberación Árabe (FLA); Frente por la Lucha Popular Palestina (FLPP); Frente Árabe Palestino (FAP); y los miembros armados ya no representados en la OLP: Frente Popular por la Liberación de Palestina-Comando General (FPLP-CG); Fatah-Intifada; Frente Popular por la Liberación de Palestina-Maniobras Externas (FPLP-ME); Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando Especial (FPLP-CE).
Y si examinamos aún más de cerca, nos damos cuenta que el grupo laico nacionalista Fatah, liderado por Yasser Arafat, intentó crear un estado dentro de Jordania, luego de que el rey Hussein alojase y diera armamento a la causa palestina. Del grupo Fatah nació el comando “Black September”, luego de que las fuerzas armadas de Jordania expulsaran a Fatah y las guerrillas palestinas, en septiembre de 1970. La organización paramilitar “Black September” nace en Líbano y Siria y su objetivo es montar ataques contra Jordania. En 1971, “Black September” asesinó en Cairo al primer ministro de Jordania, Wasfi Tal, y luego, en 1972, asesinaron a 11 atletas israelíes y un policía alemán en las Olimpiadas de Múnich.
Observamos al aproximarnos que el Frente por la Liberación Árabe (FLA), otro miembro de la OLP, estaba controlado y financiado por el partido Ba'ath de Irak y liderado personalmente por Saddam Hussein; que la Unión Palestina Democrática (Fida) tiene como lema: “libertad, independencia, retorno, democracia y socialismo”. Fida es un partido socialista progresista, laico y democrático, que se identifica como marxista; y, que el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), el segundo grupo con mayor representación dentro del OLP después de Fatah, aboga por la eliminación de Israel y la creación de un Estado democrático tanto para judíos como palestinos.
El fundador del FPLP, George Habash, era cristiano y producto del Movimiento Nacionalista Árabe de los años 50. Según el mismo Habash, los socios “manteníamos la 'visión Guevara' del 'ser humano revolucionario'. Tenía que surgir una nueva raza de hombres, entre los árabes como en todas partes del mundo. Esto significaba aplicar todo el poder humano para la realizar nuestra causa”. Bajo esta filosofía robada del Che Guevara, el FPLP realizó ocho secuestros de aviones durante la década de 1960, siendo ellos los pioneros en esta forma particular de terror del siglo pasado.
La causa palestina agrupó a islámicos, nacionalistas, la causa pan-árabe, marxistas, antiimperialistas y antisemitas; recibió el apoyo de dictaduras militares, monarquías constitucionales, regímenes islámicos, y ha sido rechazada y expulsada de países como Jordania, Siria e Irak.
Al centro de la OLP, y las causas que han donado dinero y sangre para la supervivencia de la resistencia armada y organizada palestina, se encuentra un eje de resistencia global en contra del orden mundial que estableció occidente tras la Segunda Guerra Mundial, la existencia de Israel es el primogénito de este orden mundial y su existencia es considerada una amenaza para ideologías incompatibles con la cultura occidental.
No nos debe extrañar, por lo tanto, y más bien hacernos entender, que las relaciones entre la República Popular China y la OLP siempre han sido estrechas. El mismo Yasser Arafat describió a la República Popular China como “la mayor influencia para apoyar nuestra revolución y fortalecer su perseverancia”. Documentos oficiales de Fatah constatan que “el apoyo del pueblo chino a la causa revolucionaria de Palestina...es un pilar importante de la revolución palestina”.
El líder del FPLP, George Habbash, declaró en 1970: “Nuestro mejor amigo es China. China quiere que Israel sea borrado del mapa porque mientras Israel exista, seguirá existiendo un puesto avanzado imperialista agresivo en suelo árabe”.
Bien sabemos que Irán financia a los grupos armados pro-palestinos en el medio oriente, pero debemos recordar que Yasser Arafat, el presidente más reconocido de la OLP, era un operativo de la KGB. Fue la Unión Soviética quien presionó al entonces títere soviético y presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, para recomendar a Arafat como líder de la OLP. En la década de 1970 fue la misma KGB quien ayudó a imprimir y diseminar el escrito de Arafat conocido como “Falastinuna” (Nuestra Palestina) por el mundo árabe y también Europa.
Cuando consideramos estos vínculos entre un eje de resistencia global y la Operación Inundación de Al-Aqsa ejecutada por Hamás el pasado 7 de octubre, debemos suponer una complicidad con actores estatales o con conocimientos estatales. Es difícil catalogar como terrorismo una operación de tanta sofisticación. La diferencia entre el terrorismo y un ataque militar es que el terrorismo es ejecutado por un actor no estatal, mientras que un ataque militar es ejecutado por un Estado. Ambos tienen finalidades políticas e ideológicas.
El ataque terrorista ejecutado por Hamás fue un perfecto ejemplo de guerra moderna. Un ataque con una perfecta coordinación de armas combinadas: ataques aéreos, marítimos, terrestres, informáticos y cibernéticos. Solo las fuerzas armadas más avanzadas han entrenado en el uso de armas combinadas y tenido la eficacia que tuvo Hamás.
Mas de 2.500 hombres armados lograron cruzar la frontera terrestre y marítima hacia Israel en unidades especializadas. Atacaron los puestos de mando de la policía y supieron cortar las líneas de comunicación. Derribaron las torres de observación con drones y lograron mantener comunicación entre sus tropas repeliendo ciberataques Israelitas.
Este nivel de planificación y ejecución tiene todas las características de un ataque realizado por una fuerza profesional con capacidades equivalentes a las de un Estado. Inclusive, la retirada de los 2.500 soldados, tras el ataque, nos demuestra una disciplina táctica enorme por parte de los combatientes y sus oficiales, pero también de una estrategia a largo plazo.
Es evidente que el régimen de Irán participó en la planificación, a pesar del temor que tiene occidente de admitirlo. Más allá del financiamiento, la provisión de armas y entrenamiento en nuevas tecnologías, Irán abiertamente lidera, financia y orquesta el autodenominado eje de resistencia en el medio oriente. Pero debemos también preguntarnos: ¿Cui bono? Y, sobre todo, es importante ponderar si deberíamos analizar los ataques del 7 de octubre bajo el prisma del concepto moderno de terrorismo o debemos adaptar nuestro entendimiento de las dinámicas globales e interestatales.
Desde el 7 de octubre, el tridente de Ucrania ya no genera tantos likes en redes sociales como lo hace hoy la bandera palestina o la Estrella de David. Es una cruda realidad que la atención del público ya no tiene interés por los discursos de Zelensky, y Vladimir Putin se nos asemeja más a un viejo obstinado y menos a un sanguinario dictador.
Irán logró congelar la normalización de relaciones entre Arabia Saudita e Israel, pero Rusia se beneficia de un aumento en los precios del petróleo y una carga financiera adicional para la máquina de guerra de occidente. China es la única gran potencia que puede decirle al mundo árabe que está de su lado, sin haber nunca invadido o bombardeado a musulmanes.
Xi Jinping además sabe que puede conseguir más concesiones de parte de Joe Biden, quien necesita anotar puntos con la comunidad internacional y su audiencia doméstica, de cara a las elecciones en EE.UU. ¿Por qué insistimos en obviar lo evidente? ¿Por qué insistimos que no existe una complicidad entre estos actores? La misma China que apoyó a la OLP desde 1965, es la que hoy se beneficia de una cosecha de antiimperialismo. La misma KGB que pagó $200.000 mensuales a Yasser Arafat (un total de $300 millones), es la que hoy en día gobierna en el Kremlin, como si un exagente como presidente no fuese evidencia suficiente.
La historia está escrita para advertirnos. Los nexos de China, Rusia e Irán con el eje de resistencia en el medio oriente resultaron en el 7 de octubre. Ahora viremos nuestra mirada a nuestro entorno: Cuba, Nicaragua y Venezuela reciben periódicamente a dignatarios rusos, iranies y chinos. Hezbollah, financiado por Irán, mantiene nexos con tres carteles mexicanos, MS-13, y el régimen de Venezuela. Los vínculos entre la Revolución Cubana y la OLP tienen más de siete décadas fermentando. A los americanos (ciudadanos de todas las Américas), amantes de la libertad y la república como forma de gobierno, nos debe alarmar que nuestra región este siendo infiltrada por fuerzas enemigas. Esa migración irregular masiva que atraviesa nuestro continente trae y lleva consigo no solo el dolor y la tragedia humana de aquellos desprotegidos, sino también un virus que se alimenta del resentimiento y el sufrimiento y tiene un solo objetivo: la destrucción del imperio del orden.